Punta del Este: "Lo de este verano nunca se vio en la historia del balneario"
PUNTA DEL ESTE.- En la Barra y Manantiales no se ven los clásicos arreglos de locales de cara a una nueva temporada que comienza. En la Punta, las calles están tranquilas y sin tránsito. En las carnicerías más conocidas no hay fila. En los campos de golf cerca de Solanas hay cuatro jugadores en vez de 50 y, si no fuera por la gran variedad gastronómica, José Ignacio evoca ese viejo pueblo de pescadores que muchos añoraban.
Con las fronteras totalmente cerradas desde el 21 de diciembre y los contagios en aumento, Punta del Este tiene otra cara. Los hoteles están vacíos, los pocos alquileres previstos fueron cancelados y, al mirar las playas, parece noviembre. Si bien durante el año y por diferentes razones el movimiento del balneario fue mayor al habitual, en época de Fiestas se nota la falta de gente.
El departamento de Maldonado (desde Piriápolis hasta José Ignacio) tiene una población estable de 180.000 habitantes durante el año y la cifra suele duplicarse cuando llega el verano, según explica el director de Turismo de Maldonado, Martín Laventure. En enero 2020, por ejemplo, 136.550 visitantes ingresaron a Punta del Este. Si bien los números reales de esta temporada llegarán el mes próximo y aún se desconoce la magnitud de la diferencia, los cálculos informales y el paisaje actual adelantan una merma del 70%.
Las inmobiliarias coinciden en que, si bien hubo aumento de ventas de chacras o propiedades de primerísimo nivel durante el año, de la mano de compradores argentinos, los alquileres de verano fueron un fracaso. En el rubro de la hotelería hablan de "temporada perdida".
"No hay temporada. El público de argentinos que venía a La Barra y Manantiales no pudo venir. Los pocos alquileres fueron de quienes pensaban que podrían entrar al país, pero al final se cancelaron. Menos del 5% del mercado está alquilado. La poca gente que se ve son propietarios, o argentinos que viven en Montevideo y que han alquilado casas acá por períodos más largos. Al no haber temporada, tampoco hay precio. Lo que hay es un balneario con gente disfrutando de sus casas, pero será algo que nunca se vio en la historia de Punta del Este", analiza Sebastián Toti Gattás, de la familia de inmobiliarios con más de 70 años de experiencia y propiedades desde La Barra hasta Garzón.
En Manantiales, el 80% de los locales están vacíos o cerrados. En La Barra, los que abrieron son todos uruguayos. Como explica Gattás, al mercado inmobiliario del balneario lo marcan los argentinos en un 80%, los brasileños en un 15% y los uruguayos en un 5%. "Hubo ventas de primerísimo nivel por parte de 10 o 15 familias argentinas que vinieron a obtener la residencia legal y llevar a sus hijos al colegio. Y los dueños de restaurantes abrieron por respeto a sus clientes y su personal, pero saben que no ganarán dinero. No hay temporada. Hay una estación de verano", sentencia.
Para los hoteleros, la falta de turistas extranjeros, en particular argentinos, golpea con fuerza: hoy prácticamente no tienen reservas. Y apostar al turismo interno se les hace difícil porque al sector no le da para cubrir las necesidades (entre 8000 y 12.000 camas). "De los 78 hoteles socios, solo 30 están abiertos. Al no tener demanda, muchos prefieren seguir cerrados. Los de mayor nivel abren porque, dada la estructura y los gastos fijos, el deterioro por cierre sería mucho mayor. Las pocas reservas confirmadas de uruguayos se dieron de baja luego de las nuevas medidas [anunciadas el 16 de diciembre]. Lo mismo con los argentinos que planeaban venir. Las tarifas disminuyeron un 50% respecto de la temporada anterior. Pero no pasa por el precio: no tenemos demanda de huéspedes", explica el director del Centro de Hoteles de Punta del Este, Alejandro d’Elia, gerente general del grupo Solanas en Uruguay.
"Es una temporada que está perdida. Esperamos que salga la vacuna y ya nos estamos proyectando en la temporada 2021/2022".
Casas vacías
En José Ignacio, los propietarios que lograron cruzar el charco este año decidieron disfrutar de su casa. En el pueblo, de las 200 propiedades, suele haber unas 50 casas en alquiler. Varias quedaron vacías (al menos un 10%), además de aquellas cuyos propietarios no pudieron venir.
"Los propietarios de José Ignacio decidieron no bajar los precios hasta último momento. Recién lo hicieron cuando el Presidente anunció que no podría entrar nadie más. Muchos prefieren tenerla cerrada y otros no quieren regalarla", cuenta Joaquín "Kimi" Ruibal, de la histórica inmobiliaria que lleva su apellido, en la plaza del pueblo.
Los precios bajaron en promedio un 30% (hasta 50% en algunos pocos casos) y se perdió el valor diario de alquiler porque ahora los alquileres son por períodos más largos (mínimo 15 días, por uno o dos meses, o incluso anuales). "Antes, del 26/12 al 15/1 no dormías por menos de 15.000 dólares en adelante. Hoy por ese mismo precio alquilás todo el mes", agrega Kimi.
Él prevé que algunos alquileres serán "conflictivos": el inquilino siente que pagó mucho y el dueño, no satisfecho con el precio final, le entrega la casa menos arreglada que de costumbre.
Al igual que Gattás, coincide en que las ventas están más movidas. "Se está vendiendo lo caro. En general el que compra es el argentino con alto poder adquisitivo. El tema chacras estaba muerto y ahora hay mucho interés". Cinco hectáreas, entre el pueblo de José Ignacio y la ruta 9, está valuado a partir de 250.000 dólares.
Acostumbrada a venir en febrero, Constanza F. llegó el 15 de diciembre a José Ignacio y planea quedarse con toda la familia durante un mes y medio. Logró entrar con sus hijos a través de una reunificación familiar porque su marido trabaja en Uruguay. Cerraron el alquiler de la casa 10 días antes de llegar. "El alquiler fue difícil porque los dueños no sabía si venían o no. ¿Cuál es el valor de una casa en enero acá? Lo que uno está dispuesto a pagar. Vinimos porque conseguimos un buen acuerdo por este tiempo. Pagamos menos de la mitad de lo que suele costar. Pero es cierto que muchos dueños no tienen la necesidad imperiosa de alquilar".
Mónica "Cuqui" Gómez Lanza busca el manojo de llaves, abre la casa y, con la ayuda de otra persona, la prepara para una visita de potenciales inquilinos uruguayos que desean pasar vacaciones cerca del mar en Santa Mónica, donde está la laguna de los Flamencos Rosados. La propiedad es de una familia argentina que este año no pudo cruzar el charco y decidió intentar alquilarla por Airbnb.
Cansada "del malestar económico y la no justicia", la uruguaya volvió en agosto después de 45 años en la Argentina y se instaló en La Barra. Sus amigos argentinos con propiedades en el balneario, viendo que no podían venirse, empezaron a pedirle que les arreglara la casa, pagara las cuentas y se fijara si podía alquilarla. De repente, se encontró con un bolso lleno de llaves y códigos de alarmas.
"Al principio lo hice de favor para algunos amigos. Pero, como acá es todo más caro que en Buenos Aires, lo tomé como un trabajo, y la cadena se agrandó", cuenta Cuqui.
Dice que los que miran propiedades para alquilar son todos uruguayos, y que los dueños argentinos de esa zona bajaron los precios porque les interesa darle un uso a la casa y solventar los gastos. "Los dueños argentinos están muy angustiados. Aman Uruguay, suelen venir siempre y no aguantan más allá. Pero en estos años nunca se les ocurrió hacer la cédula. Y de repente se volvió más codiciada que el pasaporte de la Comunidad Europea".
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