La extravagante mole de hormigón se observa a lo alto, cuando uno sale a caminar por la rambla; levantada entre 1959 y 1963, se convirtió en un ícono arquitectónico de la península
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Mientras que en Punta del Este crecen los barrios cerrados y las torres, los edificios tradicionales de la península nos recuerdan la época dorada del balneario más exclusivo de América del Sur. Entre ellos se destaca el Santos Dumont, una extravagante mole de hormigón conformada por dos prismas que se observan a lo alto, cuando uno sale a caminar por la rambla. Pero, además, la historia de este ícono arquitectónico tiene un origen que lo vincula a la Argentina y también a Venezuela.
Estratégicamente ubicado, a metros de la emblemática escultura llamada Los Dedos, entre la playa Brava y la Mansa, el apartotel Santos Dumont es considerado el complejo edilicio más grande construido en toda la península. Se extiende a lo largo de media manzana y la mayor parte de sus propietarios, algunos de ellos argentinos, lo ocupan o alquilan en temporada alta. Tiene más de 25.000 metros cuadrados y 300 unidades funcionales. Con proyecto del arquitecto y exministro de Obras Públicas Walter Pintos Risso, fue levantado entre 1959 y 1963 con materiales de primera calidad por la constructora Pérez Noble.
¿Pero cómo interpretar una forma geométrica que se eleva en forma extraña y, a la vez, perfecta? “Podemos verlo como dos prismas de base rectangular unidos en el medio, pero con cierto ángulo”, explica el arquitecto uruguayo Andrés Quintans a LA NACION, durante una recorrida por la zona de la avenida Gorlero. Los dos primeros niveles fueron resueltos como una gran faja vidriada tras los pilares estructurales. Conforman una extensa galería comercial y de servicios. Sobre esta se eleva el contundente volumen prismático, que se quiebra en su eje formando un ángulo obtuso, plegando la acentuada horizontalidad de las fachadas cubiertas por bandas vidriadas, agrega.
Según recuerda el arquitecto, la obra consiste en un edificio en altura sobre la calle 30 y un volumen bajo hacia atrás, con acceso por la avenida Gorlero y calle 24. El primero es un gran paquebote lineal: paquebote, o embarcación, es un término empleado por el Movimiento Moderno para designar edificios longitudinales con corredor central.
En cuanto a la historia del edificio, es tan particular como su estilo mismo. Inicialmente. el inversor fue el empresario argentino Mauricio Litman, quien realizó en Punta del Este una serie de importantes emprendimientos inmobiliarios entre 1940 y 1960. Fue el creador del Cantegril Country Club y, para darle difusión al balneario, realizó un festival de cine y música que convocó a Mirtha Legrand, Alain Delon, Lana Turner, Yul Brynner y Anita Eckberg, entre otros famosos. También atrajo a importantes estrellas del golf y del tenis a través de torneos deportivos.
Pero Litman le ofreció continuar con la operación del Santos Dumont al grupo venezolano Finursa, vinculado con la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez que gobernó Venezuela hasta fines de los años 50, destacándose por la gran cantidad de obra pública desarrollada en su gestión.
Con un swap de oro
“El capital para la construcción del Santos Dumont fue aportado por el general Luis Llovera Páez, ministro del Interior de Pérez Jiménez”, señala el diario Correo de Punta del Este. En una nota de 2015, en la que el medio refleja un incendio sin mayores consecuencias ocurrido dentro de un departamento del edificio, explica cómo el Santos Dumont se levantó gracias a un swap con Venezuela. “Una vez caído el régimen dictatorial, Llovera Páez llegó a Punta del Este con sus dos hijos. No solo construyó el Santos Dumont, sino que también fundó el banco Transatlántico que después quebró”, señala, para dar paso al testimonio del empresario uruguayo Ángel Carbonaro.
“Fuimos al aeropuerto El Jagüel para recibir los muebles de la casa de Llovera Páez. Nos dijeron que a las seis de la tarde iba a llegar un avión con cosas del general. Fuimos en un camión a buscarlas. Cuando la avioneta aterrizó, traía un cargamento de oro. Ese oro fue depositado en el Banco República de Punta del Este en garantía por cinco años de la obra del Santos Dumont. Ahí se hizo el primer swap (contrato por el cual dos partes se comprometen a intercambiar una serie de cantidades de dinero en fechas futuras) del Uruguay. Lo genial de esto es que vendimos el Santos Dumont en sesenta cuotas. Al final se vendió al contado. Una fortuna. Hicieron seis veces el dinero que pidieron. Encima se llevaron el oro”, recordó Carbonaro.
Un hall de lujo
El proyecto de la obra surgió en la década de 1950, cuando se reglamentan la modificación de la Gorlero y sus normas de edificación para construcciones elevadas, destaca el arquitecto uruguayo Francisco Villegas Berro en la guía de viaje Nómada. Sobre la avenida se creó una nueva servidumbre; además del retiro de cuatro metros, debía generarse un paseo peatonal con sombra, o sin lluvia, sobre el cual los comercios tendrían su frente, conformando una galería comercial abierta. Otro concepto básico que se mantuvo fue la obligatoriedad de que las torres estuviesen aisladas, libres de medianeras.
Gracias a estas reglas, el Santos Dumont presenta una llamativa entrada a lo alto de una barranca, con una gran rampa de acceso para autos, escaleras de ingreso a los costados y un lobby que se conserva prácticamente en su estado original.
Para los 60 y los 70, épocas en las que a la ciudad se la comenzó a llamar simplemente Punta, el Santos Dumont cumplía todas las características de un edificio de lujo. Poseía los atributos de “la modernidad”: diseño, comodidades, vistas, etc. Hoy mantiene su servicio de apartotel, que incluye mucamas, estacionamiento techado, salas de cine y amenities. Las ventanas, que le otorgan un aspecto característico, son del mismo aluminio con el que se construyó, un material novedoso para la época.
Este no es el único caso en el mundo de una obra que juega con la forma en v. En Montevideo, Uruguay, el proyecto original del Edificio Panamericano también sería una “v” bien abierta, casi una recta flexionada, explica Quintans. Sin embargo, se realizó una sola etapa y la siguiente, que completaba la forma, quedó sin hacerse. Se supone que el arquitecto autor del Panamericano, Raúl Ángel Sichero Bouret, asistió a Pintos Risso durante el proyecto del Santos Dumont.
Un mural emblemático escondido en un palier
Para Nadine Petrone –autora de la cuenta de IG lascasitasdenadin, en la que postea descubrimientos de obras de arte ocultas en casas, edificios y galerías de Buenos Aires– la entrada del Dumont no pasó inadvertida cuando estuvo de visita en Punta del Este: “A lo largo de la Gorlero y sus calles adyacentes, se encuentran varios edificios que capturan la atención, entre ellos el Santos Dumont”, dice.
De acuerdo con el estilo de construcción de las décadas de los 60 y los 70, “numerosos palieres y galerías de la zona estaban adornados con obras de arte. Entre los más reconocidos, se encuentran los de los hermanos Paéz Vilaró y algunos alumnos del Taller Torres García. Este es el caso del mural cerámico que se encuentra en la entrada del Santos Dumont. La obra, junto con los pisos compuestos por escallas de mármol, conforman un conjunto característico de la arquitectura moderna”, señala.
Por su parte, Quintans agrega alguna de las peculiares características del hall de acceso, fabricado con monolítico lavado afuera y pulido dentro. A esto se suman los grandes pilares revocados en monolítico negro.
El mural fue realizado por Dumas Oroño en 1959. Se trata de un artista uruguayo de la escuela del montevideano Joaquín Torres García. Las obras de esta escuela incluyen elementos del paisaje urbano, como barcos, puerto, trenes y transeúntes, siempre compuestos en la lógica geométrica que los estructura. En este caso, predominan los barcos con sus chimeneas, pudiéndose distinguir una locomotora.
Pero esto no es todo. La península ofrece varios edificios emblemáticos para descubrir; el Torreón, el Punta del Este, el Lafayette, el Península, El Migue/Cine, el Opus Alfa y el Hotel Biarritz, entre tantas otras construcciones icónicas. Tan solo es cuestión de abandonar por unas horas la playa, ponerse zapatillas, caminar por la rambla, el puerto y alrededor de la Gorlero, mirar hacia lo alto y dejarse sorprender por una arquitectura que fue símbolo de toda una época.
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