Punta del Este | Dos Hermanas: la historia de un ícono esteño que empezó vendiendo a los obreros de Franco Macri y conquistó a los argentinos
El lugar abrió en 1979, en Manantiales, por Teresa Abreu y su hermana; hoy, en manos del empresario gastronómico Mauricio Sánchez André se renovó, pero apunta a seguir fiel a sus orígenes
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PUNTA DEL ESTE (enviada especial).- El lugar ya es una suerte de ritual. Todo aquel que veranea en el balneario esteño suele marcar como parada obligada una visita a Dos Hermanas. Ubicado a pasos de la playa Bikini, en Manantiales, es clásico indiscutido, sobre todo para un plato en particular: la milanesa.
Al pan o al plato, esa milanesa convoca cónclaves de habitués, argentinos y uruguayos por igual. Teresa Abreu y su hermana, oriundas de San Carlos, abrieron las puertas del local en 1979. La propuesta inició como un almacén, con minutas que se vendían principalmente a los obreros que entonces trabajaban en la construcción de Terrazas de Manantiales, el complejo creado por Franco Macri.
Los fines de los 90 y el comienzo del cambio de milenio quedaron marcados en la memoria colectiva de muchos argentinos y locales por el boom de los veranos en Punta del Este. De los desfiles de Roberto Giordano a las fiestas de Pancho Dotto, el jet set se movía de Punta Ballena a José Ignacio, y Dos Hermanas se volvió un lugar de cumbres. Hasta Diego Maradona visitó el restaurante, se acercó a la cocina a agradecer a las hermanas Abreu por el servicio y el momento quedó inmortalizado en una foto.
El último año, tras más de cuatro décadas al frente del restaurante, las hermanas decidieron dar un paso al costado. El principal candidato para comprar el negocio y tomar las riendas era Mauricio Sánchez André, un empresario gastronómico de 34 años con quien ya habían entablado un vínculo al sumar su marca de cerveza artesana, Malafama, a la carta. Instalado en el Este, avanzó con el proyecto.
En el recuerdo quedaron las sombrillas rojizas y el deck de madera oscura. Semanas antes del comienzo de la temporada alta, Sánchez André puso en marcha una renovación integral del lugar, aunque sin quitarle la esencial familiar y playera. La apuesta fue bien recibida por los habitués y veraneantes, que en reseñas diagnosticaron “una mejora del 100%” al espacio. Todos los proveedores involucrados en la reforma son locales: desde el mimbrero que hizo apliques para la luz, hasta el artista que transformó los baños.
Dos Hermanas nunca fue un lugar publicitado a gran escala. El motor de su éxito siempre fue el boca en boca, y siempre le bastó esa receta para volverse un clásico esteño. Sánchez André no quiere cambiar la genética del lugar que desde sus orígenes trabajó así.
Celebrities, deportistas o familias. Todos reciben el mismo tratamiento. “No deja de ser un lugar de milanesas”, explica Sánchez André, en diálogo con LA NACION. Mientras repasa la historia de Dos Hermanas, señala los detalles de la obra, y cuenta el alentador mensaje que recibió de una vecina. “Manantiales era pueblo de pescadores y las casas solían estar pintadas con celeste en el techo, en homenaje a Stella Maris (la Virgen de los pescadores). Mientras pintábamos, una vecina pasó y me dijo que nos iba a ir bien, porque era el color de la virgen que guía a la gente de mar”.
Previo a la salida de las hermanas Abreu, el empresario y parte del equipo nuevo recibieron una capacitación de las exdueñas. “Queremos entregar la misma calidad de siempre, que quienes vengan disfruten el mismo menú de hace más de cuarenta años”, señala, y suma: “Es un paradorcito, sigue siendo, y la idea es mantenerlo igual. La gente viene acá y están tranquilos, no hay show”.
Entre las novedades que el empresario sumó fue el servicio nocturno. Hasta el último verano, Dos Hermanas atendía solo al mediodía y la tarde, a modo almuerzo o snack después de la playa. Ahora, con la nueva modalidad, rompieron el récord de 600 milanesas en un día. Además, el plan es que el espacio se vuelva –con la masiva llegada de argentinos y uruguayos de todo el país al Este- un lugar que opere todo el año.
Pese al desafío, este no es el primer emprendimiento gastronómico de Sánchez André (que también es polista). Su lanzamiento fue Chivipizza, que creció hasta convertirse en una propuesta de dos locales en Punta del Este. Después llegó la creación de Malafama, la cerveza artesanal que tiene una especial dedicatoria a su tatarabuelo, Juan Zorrilla de San Martín, una figura de las letras de Uruguay (y que está en anverso del billete de 20 pesos uruguayo).
“Mi abuela es nieta de Juan Zorrilla de San Martín (y prima de la querida actriz China Zorrilla). En su casa está el original libro Tabaré, con un dibujo hecho a mano del indio, de ahí salió el logo de la marca. Le pusimos Malafama porque los charrúas en su momento tenían ‘mala fama’”, explica.
Ahora, su producto es una de las cervezas tiradas que ofrece en la nueva barra de Dos Hermanas, junto a Quilmes, en otro guiño a los pueblos originarios de los valles calchaquíes de la Argentina. También sumó Dos orientales, su línea de pizzas congeladas, al menú.
“Es un producto que es muy común en Uruguay y la Argentina, la milanesa al pan es un clásico rioplatense, y lo servimos de calidad. Son platos simples, grandes, para compartir en familia”, señala.
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