Publicado en Nature: hallaron en la Patagonia el fósil de renacuajo más antiguo y marca un hito en la evolución de los anfibios
Tiene 161 millones de años y un estado de conservación “excepcional”; es la primera evidencia en el mundo de que ya tenía un desarrollo similar a sus formas actuales
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Un renacuajo de 15 centímetros de largo y unos 161 millones de años es el más antiguo descubierto hasta ahora. Hallado en la Patagonia, con un asombroso estado de conservación, reveló información única para la historia evolutiva de los anfibios anuros, el grupo al que pertenecen las ranas y los sapos.
El fósil, que hoy publica la revista Nature y se presenta en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) –se puede seguir online acá desde las 13–, es la primera evidencia en el mundo de que la rana más primitiva que habitó el sur del país no solo pasaba por una etapa larval como los ejemplares actuales, sino que también se alimentaba a través del filtrado branquial con partículas en el agua o el fondo de los charcos donde crecía.
“Hasta el momento, no se conocían renacuajos para ranas tan antiguas por lo cual algunos investigadores postulaban que podría haber llegado a tener un desarrollo directo al adulto”, explica Mariana Chuliver, doctora en biología especializada en herpetología de Fundación de Historia Natural Félix de Azara. Junto con Agustín Scanferla, paleontólogo e investigador del Conicet en la fundación con sede en la Universidad Maimónides, estudiaron el espécimen de Notobatrachus degiustoi que incluye parte del esqueleto y órganos blandos, como ojos, nervios craneanos y esqueleto branquial cartilaginoso.
Mientras acomodan con cuidado el ejemplar en uno de los microscopios para poder mostrar en detalle por qué es tan relevante este hallazgo en el sitio paleontológico La Matilda, en Santa Cruz, la investigadora explica: “Por la preservación del esqueleto branquial, ahora sabemos que tenía una alimentación filtradora. A través de una bomba, los renacuajos succionan agua y filtran partículas de alimento”. Y Scanferla agrega: “Este renacuajo tenía hace 161 millones de años ese estilo de vida, se alimentaba por filtración en un charco de agua de un ambiente tropical vegetal”.
Esto es partir de lo que ya se conocía sobre las condiciones ambientales con esa antigüedad a través de la gran cantidad de plantas fosilizadas en el mismo sitio. Otro detalle de su conservación da más pistas. “La preservación que se da en dos dimensiones, como en este caso, es porque esos niveles correspondían a un charco, un pequeño lugar acuático, quieto, que es típico también de los renacuajos actuales”, explica el paleontólogo.
Ambos todavía se sorprenden del estado “excepcional” en el que se encontraba. “Los renacuajos prácticamente no tienen esqueleto óseo: son todas partes blandas. Entonces, que se hayan preservado todos esos órganos blandos es realmente una preservación rara en el registro fósil, mucho más de esa antigüedad y de ese estilo de fósil”, apunta Scanferla.
Hacia adelante, ante la consulta, los dos coinciden en que la nueva información encaja en la reconstrucción de la evolución de los anuros en curso. “En ese sentido, el hallazgo no fue disruptivo en la historia de la biología de este grupo. Pero sí vino a confirmar lo que se venía hablando a partir del estudio de formas actuales: la posibilidad de que había existido un renacuajo en el origen evolutivo de las ranas. Este fósil es la evidencia que no se tenía”, responden a LA NACION.
Esa etapa de desarrollo puede llegar a tardar seis meses, pero solo en casos excepcionales y de acuerdo con la especie, por lo que el renacuajo necesita aprovechar rápido los recursos del entorno en el que se alimenta y, eso, según mencionan los investigadores “depende mucho de las características de los charcos” en los que filtran el agua para comer. Plantean, además, que quizás el período de desarrollo larval del Notobatrachus degiustoi no haya sido muy largo, aunque aún eso queda por confirmar.
Único en el mundo
No es solo la antigüedad del hallazgo lo que llevó al renacuajo a la publicación en Nature. “Que tenga preservado el esqueleto branquial es algo único en el mundo y la cantidad de información que se puede obtener a partir de la preservación de una estructura tan chiquita es impresionante”, pondera Chuliver.
“No solo describimos el renacuajo más antiguo –agrega, enseguida, Scanferla–, sino que también aportamos información sobre cómo vivía, el hábitat en el que se encontraba y, lo que es clave, es que desde los inicios de la evolución de este grupo de anfibios ya había un renacuajo como los conocemos hoy. Era un [renacuajo] filtrador que vivía en un charco pequeño, que se secaba en invierno y tenía agua en verano, y con los dinosaurios que le caminaban alrededor.”
Lo que también les llama la atención es el tamaño: por lo general, según explican, hay una relación inversa entre el ejemplar adulto y el renacuajo. En este caso, la proporción es la misma y es cuando se los considera gigantes.
“La teoría que planteamos es que hay algo así como apariciones independientes del gigantismo a lo largo del árbol evolutivo de las ranas. No podemos establecer por el momento que evolucionó en la base y, después, se perdió. Pero es algo que podemos seguir explorando si encontramos más renacuajos”, anticipa el paleontólogo sobre próximas campañas al sitio santacruceño.
Este hallazgo ocurrió de manera fortuita en enero de 2020 durante una expedición conjunta de Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (Lacev) del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y el Laboratorio de Evolución de Vertebrados y Orígenes Humanos de la Academia China de las Ciencias bajo la dirección de los paleontólogos Fernando Novas y Xu Xing. Hacía seis décadas que equipos buscaban más indicios en las lajas del terreno donde geólogos de YPF habían encontrado 10 años antes ejemplares adultos de ranas fosilizados de un tamaño que les llamó la atención.
Fue hasta hace cuatro años que el grupo encontró este fósil. El paleontólogo Matías Motta, del Lacev, descubrió la laja con el renacuajo de Notobatrachus degiustoi, que terminó siendo un hito para la investigación de los anuros prehistóricos. En el MACN prepararon el fósil y contactaron a Chuliver como especialista en anatomía y evolución de anfibios en Azara. Pasada la pandemia de Covid, apenas pudieron volver al laboratorio, pusieron manos a la obra con distintas técnicas de estudio.
“Con esta información y más ejemplares podremos conocer más sobre la anatomía y los distintos estadios del desarrollo. Lo que tenemos ahora es una foto del estadio justo previo a la metamorfosis en los anuros. Si llegáramos a tener toda la secuencia [de desarrollo], la información se multiplicaría y probablemente nos haga ir unos cuantos millones de años hacia atrás”, concluye Scanferla sobre los resultados que Chuliver fue invitada a presentar en un congreso de la especialidad en Malasia previo a la publicación.
Para Federico Agnolín, coautor del estudio e investigador del MACN y la Fundación Azara, es el grado de conservación del fósil lo que “permite entender detalles sobre cómo vivían y se alimentaban los renacuajos en el Jurásico”, destaca por escrito. Adrián Giacchino, presidente y fundador de Azara, pondera que “hallazgos como este demuestran el potencial que tiene nuestro país para seguir contribuyendo al conocimiento científico global y apoyando el avance de la ciencia en colaboración con investigadores de todo el mundo”.
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