Protocolos. “En la burbuja que me tocó no tengo amigos”, se quejan los chicos
Hay medidas que fueron fácilmente incorporadas y otras que cuesta más cumplir; de qué se quejan los estudiantes que regresaron a las aulas
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“La mayoría de mis amigos están en la otra burbuja. El barbijo me da mucho calor y las maestras nos dicen todo el tiempo que tenemos que tenerlo bien puesto. Los recreos son re aburridos y no podemos jugar a casi nada. Antes armábamos una pelota de papel y jugábamos al fútbol. Ahora nos tenemos que sentar en unos círculos amarillos y charlamos desde ahí”. Eso responde Manuel Rodríguez, que va a sexto grado, cuando se le pregunta qué es lo que menos le gusta de la “nueva escuela” a la que regresó después de todo un año de enseñanza virtual. Porque las reglas ya no son las mismas.
El regreso de los chicos a las aulas llegó acompañado por un sinfín de nuevas conductas que imponen los protocolos por el Covid-19. Algunos, coinciden los chicos y refuerzan los adultos, fueron fáciles de incorporar, como el lavado frecuente de manos y la toma de temperatura antes de traspasar la puerta de entrada. Hay otros a los que cuesta más adaptarse, y a dos semanas de iniciadas las clases, los docentes reconocen que son tanas las veces que tienen que llamarles la atención a los chicos por cuestiones de protocolo que la jornada se hace difícil.
El viernes pasado, Alejandra Efrón recibió una notificación vía correo electrónico del colegio al que van sus tres hijos, una institución privada en el barrio de Belgrano. Entre los mensajes de aliento por haber transitado las primeras dos semanas de clase, el equipo directivo también hacía algunas observaciones, como por ejemplo sobre el uso del barbijo, donde se les pedía a los padres conversar con sus hijos para reforzar determinadas conductas.
Barbijo
“El uso de barbijo es obligatorio durante la permanencia de los niños en la escuela, y junto con el distanciamiento es una de las medidas más importantes de cuidado. Sabemos que su uso genera en algunos momentos cansancio o incomodidad, pero es imprescindible. Les sugerimos conversar con sus hijos y ver si el barbijo que utilizan es el más conveniente para ellos. Esto implica, en primera instancia, ver la eficacia por el tipo de tela, o cantidad de capas. Además, que el tamaño, la forma y el ajuste se adapte a la cara del niño, que le cubra nariz y boca, que no se le baje o le ajuste demasiado”, sugería el texto.
“Ya compré todos los tipos y diseños de barbijos posibles. Vamos probando y descartamos los más incómodos. Nico, que tiene 8 años, dice que con el tapabocas no puede respirar, y que para ir al baño ahora hay que acordarse con mucho tiempo porque si hay otro chico adentro tiene que esperar hasta que salga. Mati, el mayor, también se queja del barbijo, y me contó que como no pueden jugar a la pelota en el recreo ahora juegan a Cigarrillo 43, porque se puede mantener la distancia”, cuenta Efrón, que además de trabajar como abogada tiene la cuenta de Instagram @Alelitips, donde comparte contenidos de maternidad, tips de organización y cocina fácil.
Específicamente sobre los recreos, y con el fin de hacer más dinámicos estos espacios de juego, el Ministerio de Educación porteño habilitó ciertos permisos. “Se considera adecuado autorizar, en el desarrollo de actividades físicas, deportivas, recreos y descansos programados que establezcan los establecimientos educativos, el uso de elementos tales como pelotas, sogas, colchonetas, entre otros, siempre y cuando se respeten las medidas de higiene adecuadas”, cita el documento, que ya fue enviado a todas las escuelas del distrito.
Distancia, burbujas y amigos
Como directora del nivel primario del Instituto Avellaneda, en Avellaneda, Silvia Gurksnis reconoce que lo más difícil para los alumnos es el planteo del distanciamiento. “Ellos están acostumbrados al saludo, al abrazo, a entrar a la dirección donde siempre estoy con la puerta abierta y compartir una galletita. Como sabíamos que no iba a ser fácil, antes de comenzar las clases tuvimos algunas reuniones con las familias, para que hablaran con los chicos, para que no sientan todo esto del distanciamiento como un rechazo”, explica Gurksnis, y agrega: “Cumplimos el protocolo a rajatabla, pero también tenemos que tener sentido común y tomar ciertas licencias cuando la situación lo requiere. El otro día tuve que acompañar a una nena de 1° grado hasta su aula, y estaba tan nerviosa y con lágrimas en los ojos que la agarré de la mano. Luego las dos nos desinfectamos con alcohol. Pero lo prioritario es contener a los chicos, siempre con los cuidados necesarios”.
Con respecto al armado de las burbujas, Gurksnis reconoce que en los colegios donde la matrícula es grande es difícil contentar a todos. “Lo que priorizamos en los tres niveles fue que los hermanos fueran juntos, en el mismo turno, para no complicar más la logística de los padres. Después tuvimos en cuenta la afinidad de los chicos, y por el momento no recibimos ninguna queja”.
Coincide con este mismo concepto Erica Schneider vicedirectora de primaria del Colegio Nuestra Señora de Luján, una institución con 25 años en Pilar. “En el colegio optamos por la modalidad semipresencial, con semanas alternadas en los turnos. Se armaron burbujas de no más de 17 chicos, y fue realmente difícil poder congeniar, en primera instancia, que todos los hermanos de una misma familia fueran los mismos días y horarios”, confía Schneider.
Para que no sucediera lo que le pasó a Manuel Rodríguez, donde el curso fue divido por orden alfabético y a él no le tocó con ninguno de sus amigos, Schneider les pidió a las familias que completaran una planilla con los nombres de dos o tres compañeros con los que sus hijos tenían más afinidad. “Pudimos cumplir con los pedidos en su gran mayoría, al menos con uno de esos amigos que habían elegido. Para nosotros sostener los vínculos es importante. A pesar de las dificultades lo conseguimos”, dice con orgullo la vicedirectora, y refuerza: “Durante estos días de clase vimos mucha adhesión al protocolo, quizá a los más grandes les cuesta más respetar el distanciamiento. Algunos también se quejan del barbijo, pero cuando lleguemos al otoño y baje un poco la temperatura va a ser más fácil de soportar”.
“No se comparte nada”
Contradicciones, exigencias y nuevos hábitos. En tiempos de Covid-19, el valor de compartir, que tanto se les inculca a los más chicos en la escuela, ahora quedó en desuso. “El otro día una madre me contaba que su hijo le decía con total decepción que en la escuela le dicen que no se comparte nada. Hay una nueva forma de vida a la que tienen que adaptarse, y es una exigencia más para ellos en el ámbito escolar -señala Guillermina Tiramonti, especialista en educación-. Si los chicos ahora tienen que tener distancia en el aula, hubiera sido necesario desarrollar estrategias pedagógicas específicas, darles instrumentos adecuados a los docentes para poder enfrentar esta nueva presencialidad. Sobre eso casi no se discutió. Hubo una primacía del protocolo sanitario, pero no hubo una discusión de cómo entrenarse pedagógicamente para esta situación”.
Para Tiramonti, los nuevos programas pedagógicos deberían centrarse en desterrar “la dictadura del currículum”, que prioriza el avance en el dictado de contenidos ante todo. “¿Qué hubiera pasado si cada chico de la burbuja al comenzar las clases, por ejemplo alumnos de 1° año, hubieran tenido que hacer un relato de la cuarentena, cada uno de su propia historia? Hay una posibilidad de expresarse, conocerse y también de incorporar nuevos contenidos en la producción de un texto que se realiza con la guía del docente. Es una estrategia sencilla y antigua. Son este tipo de estrategias las que deben ponerse en práctica en estas situaciones”.
Pablo González es papá de Branco, que está en quinto grado, y de León, que este año empezó la primaria. Los dos van al Instituto Avellaneda, y cuenta que sus hijos están felices de haber vuelto al colegio. “Branco estaba bastante preocupado por el tema de las burbujas, y cuando vio a dos de sus mejores amigos se puso contento. Para León la primaria es un mundo nuevo, y tal vez por eso siente menos frustración porque no puede comparar con años anteriores. Nosotros, con su mamá, hicimos un trabajo previo de mucha charla. Hablamos y tratamos de explicarles el motivo de las nuevas medidas y el protocolo. Tal vez la hora del recreo es el momento más difícil para el mayor, porque extraña los juegos de contacto con sus amigos”, reconoce Gonzáles, y remata: “Lo que más asusta es el relajamiento que nos permitió el verano. Veo que la gente se cuida menos, y cuando empiece el frío temo que comiencen también las complicaciones. Los protocolos pueden ser fastidiosos, pero será lo que permita que los chicos puedan seguir yendo al colegio”.
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