¿Promoción acompañada o evaluación? Las razones por las que los expertos en educación afirman que es un debate equivocado
En las últimas horas surgió una nueva polémica alrededor de cómo será para los estudiantes este año la promoción y acreditación de conocimientos
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“No hay ningún debate ni contrapunto. Es la segunda vez en la misma semana que tengo que salir a aclarar un tema que no está reflejado en el debate del Consejo Federal de Educación”, dijo, molesto, el ministro de Educación Nicolás Trotta, esta vez en referencia a la polémica que surgió sobre cómo será para los estudiantes este año la promoción y acreditación de conocimientos. El contrapunto anterior había sido por la postergación de las Pruebas Aprender, que en lugar de realizarse este año se correrían para abril del año próximo.
“Todas las alternativas están en discusión para ver cuál es la mejor forma de encarar los desafíos de la excepcionalidad que marca la pandemia. Cómo se van a acreditar los aprendizajes, cómo se reforzarán las trayectorias, cómo será la instancia de promoción este año —señaló Trotta—. Es un proceso que implicó todo un desafío pedagógico el año pasado, cuando entre 2020 y 2021 establecimos el concepto de Unidad Pedagógica, que es precisamente para garantizar que no haya promoción automática”. Y sí, en cambio, una promoción acompañada.
¿Qué es la promoción acompañada? Desde el Palacio Sarmiento, indicaron que, con esta medida, lo que se intenta considerar es que “lo que no pudo ser enseñado ahora se debe retomar en los años subsiguientes”.
Por otra parte, la promoción acompañada se aparta de una de las premisas que las investigaciones en materia educativa señalan como negativa: la repitencia, que en vez de ayudar a los alumnos, los perjudica. En ese sentido, los datos de las Pruebas Aprender demostraron que, los alumnos repetidores suelen tener peores desempeños que sus compañeros de curso, a pesar de ser mayores.
Discusión o debate. Trotta insiste en que con esto se trata de “partidizar o politizar” un esquema que está en instancia de análisis. Pero el tema está sobre el tapete, y a la propuesta de prorrogar un año más la actual Unidad Pedagógica, que sugirió la secretaria de Educación, Marisa Díaz, el martes pasado en un encuentro entre los ministros de las distintas jurisdicciones, al que Trotta asegura que Soledad Acuña, a cargo de la cartera educativa porteña, no asistió, la primera en salir con los tapones de punta fue ella.
“Si se considera nuevamente como un ciclo, lo que se está diciendo es que no habría repitencia, que todos los chicos pasan igual”, expresó la funcionaria.
Y agregó: “Nosotros, a priori, no estamos de acuerdo con esto. Ya no solo no evaluamos, sino tampoco consideramos ni les decimos a los chicos lo que necesitan aprender, da lo mismo. Los invito a que hablen con cualquier rector de una escuela secundaria y que le pregunten qué pasó una vez que se tomó la decisión de tener una unidad académica entre los dos años. El año pasado tenía sentido porque no tuvieron presencialidad ninguno de los chicos de la Argentina y veníamos de un año muy particular”.
El lunes pasado, LA NACION ya había consultado a los ministerios de Educación de la Nación y porteño sobre cómo serían las evaluaciones este año. Desde la cartera que dirige Trotta no respondieron sobre el tema, mientras que las autoridades porteñas señalaron de manera escueta: “En estos días estamos precisando cuestiones específicas sobre la acreditación”. Pero sin dar más detalles.
En un repaso exprés de lo sucedido el año pasado, los estudiantes porteños, finalmente, fueron evaluados. Para los que no alcanzaron los contenidos mínimos hubo instancias de recuperación de esos aprendizajes, y antes de que terminara el ciclo muchas familias ya se habían hecho la idea de que sus hijos tendrían que ir a la escuela durante el verano. En pleno enero.
En líneas generales, hubo dos instancias: una valoración pedagógica y una calificación, dividida en tres escalas: en proceso, suficiente y avanzado, igual a la que recibieron al finalizar este primer bimestre los alumnos de secundaria. Los que en 2020 terminaron sin haber adquirido los conocimientos, más allá de haber promocionado el año y no repetir, tuvieron una instancia adicional para recuperar esos aprendizajes, que en la Ciudad fue en enero.
Los colegios privados, en cambio, tuvieron que diseñar sus propios mecanismos. “Nosotros como jurisdicción no eliminamos la calificación. La Ciudad sí evalúa”, había dicho Acuña en octubre pasado. Además, para los que terminaban un ciclo, la calificación final fue numérica.
Aprendizajes
Para Sandra Ziegler, directora de la maestría en Educación de la Flacso, la situación de intermitencia de las clases presenciales este ciclo lectivo, pone en jaque otra vez las rutinas escolares y sus mecanismos habituales, como la evaluación. “En este contexto, el foco principal es cómo se diagnostican los aprendizajes logrados y los pendientes, y sobre todo, qué soluciones pedagógicas se plantearán para que las escuelas y docentes cuenten con planes concretos de recuperación, tanto de los aprendizajes como del impacto emocional de la pandemia en niños y adolescentes”.
Según Ziegler, se requieren opciones para este año y también para 2022, y los equipos de los ministerios de Educación tienen la potestad y los recursos para desarrollarlas.
“La cuestión —advierte la experta— no es la antinomia ‘unidad pedagógica vs. evaluación corriente’; eso es como suele decirse, colocar el carro delante del caballo. El problema central es cómo logramos que la escuela enseñe y se logren aprender los saberes irrenunciables luego de un año y medio de escolaridad inestable. La forma de acreditar, calificar y cerrar los boletines es un asunto técnico, desde ya importante, pero que se deriva del plan de aprendizaje que se haya trazado. Sobre dicho plan es necesario concentrar los esfuerzos y recursos con urgencia”.
Consultada por el contrapunto político en torno a la cuestión, Irene Kit, presidenta de la Asociación Civil Educación para Todos, consideró: “Estamos envueltos en debates que dejan de lado la cuestión fundamental, la de cómo promover aprendizajes duraderos y significativos. Los protocolos sanitarios para la apertura provocaron largas discusiones, y la acreditación puede ser otro largo debate, sin que se aborde lo principal”, consideró la experta.
Ella sugiere que debatir sobre un tema como la acreditación “cuando aún hay tanto pendiente sobre cómo garantizar aprendizajes en este tiempo complejo”, empobrece las oportunidades educativas de todos los y las estudiantes, en especial a los más pobres.
“Afirmaciones generales, como que se recuperan los contenidos de un año en otro, no son suficientes para dar orientación y pautas concretas a los equipos docentes y las familias. ¿Cómo se recupera 2020 en 2021 si tengo aún una presencialidad intermitente? ¿Hay una priorización? Perfecto, ¿cuál es esa priorización? Puede ser una priorización que elija algunos contenidos aislados”.
Eso quizá no tenga importancia, dice Kit, porque, de hecho, el olvido es el destino principal de la mayor parte de los contenidos que se trabajan hoy en la escuela. “Puede ser una priorización de contenidos de las ciencias junto con un énfasis en capacidades permanentes de aprendizaje: comprensión lectora, producción escrita, resolución de problemas con saberes matemáticos, observación, experimentación y registro del entorno natural. ¿Nos animamos a plantear una priorización donde el interés y motivación personal de los y las estudiantes, los saberes de las familias tengan un lugar?”, cuestiona.
Con respecto de las evaluaciones, y la repitencia, Kit sostiene que hay evidencia robusta en todas las evaluaciones nacionales, regionales y mundiales acerca de que quienes repiten, y por lo tanto pasan más años en la escuela para acreditar, tienen peores resultados de aprendizaje. “La repetición de por sí, no es una medida pedagógica. Es una expresión de la incapacidad que tenemos como sistema de ofrecer una propuesta que no sea transitar la misma ruta. El riesgo de repetir se suele usar como un mensaje que docentes y familias usamos para obligar a prepararnos para una prueba, para estudiar. Es un mensaje de temor, que nada tiene que ver con motivar al aprendizaje profundo, a la curiosidad, al interés por descubrir el mundo con conceptos y procedimientos que la humanidad ha ido construyendo. No es de extrañar, entonces, que cuando un estudiante se prepara desde el temor para un examen, tras pasarlo con o sin aprobación, el destino sea el olvido”.
Desde el punto de vista de Guillermina Tiramonti, magíster en Educación e investigadora de Flacso, hay que separar las aguas. “Si la idea es hacer un bloque de tres años donde los chicos no son evaluados, y vemos si en esos tres años aprende o no aprenden con los métodos y las currículas tradicionales me parece muy mal. Me parece que es patear la pelota para adelante”, disparó Tiramonti.
Y luego agregó: “Acá el tema es separar evaluación de repitencia. A mí me parece que es importante que los chicos sean evaluados, y que a partir de las evaluaciones se hagan los proyectos y los cambios pedagógicos necesarios. Si realmente estamos haciendo una propuesta en que los chicos son acompañados y evaluados para ver si aprenden, y puestos a hacer proyectos especiales pedagógicos para que puedan incorporar los conocimientos, entonces está bien”.
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