Prohiben la venta y el uso de pirotecnia en la costa
Pinamar avanza hacia el fin de los shows de fuegos artificiales en la playa mientras que en Mar del Plata esto sigue siendo parte de la postal ciudadana en cada cierre de año
Adiós a las ruidosas baterías de fuegos de artificio y hasta las coloridas estrellitas que se podían dejar en manos de niños sin correr mayores riesgos. “Nada es nada, cero”, dicen, tajantes, desde el municipio de Pinamar, que en vísperas de estas fiestas de fin de año fue a fondo en su cruzada contra la pirotecnia. La prohibición de venta y -ahora también- de su uso es total y se advirtió, entre Nochebuena y Navidad, con una madrugada casi sin estruendos y ni un solo caso de heridos por quemaduras.
“Aquí, literalmente, se estaba jugando con fuego”, dijo a LA NACION el concejal Rafael De Vito (h), autor del proyecto de ordenanza que fue aprobado por el Concejo Deliberante. Con esta propuesta se busca preservar la integridad de las personas y, al mismo tiempo, atender reclamos de proteccionistas de animales y evitar incendios en un distrito pleno de vegetación que puede arder sin freno ante la menor chispa.
No están solos en este camino. Hace una semana se tomó una determinación similar en el Partido de la Costa, con lo que se continúa el rumbo que, hace dos años, había marcado el partido de General Alvarado: uno de los primeros en establecer un régimen de “pirotecnia cero”. Otros distritos –más de una decena en territorio bonaerense- han impuesto distintas restricciones; en algunos casos, sobre la venta de estos productos y en otros, con límites según la dimensión y el alcance de las bengalas y de pequeños explosivos autorizados.
La implementación de estas medidas se tradujo en una notoria merma de la demanda en las guardias hospitalarias de las localidades de esta región. En el caso de Pinamar, por ejemplo, esta vez no hubo ni un solo herido. “Pasamos de tres casos de quemados el año pasado a cero en esta oportunidad”, confirmó a LA NACION el director del Hospital Municipal, Pablo Zenón, que estuvo a cargo del servicio de guardia de emergencias.
En este distrito regía, desde 2015, la prohibición de la venta. Aquel proyecto iba por la restricción total, pero el entonces intendente Pedro Elizalde vetó parcialmente la ordenanza y autorizó el uso. Cambio de gestión de por medio, el deliberativo aprobó ahora la prohibición absoluta. “Hay que ver una foto aérea de nuestro distrito, dominado por bosques, para darse cuenta el riesgo que estábamos corriendo con tanta pirotecnia lanzada al aire”, resalta De Vito. Esto se percibió claro hace poco más de un año, cuando un incendio –su origen no pudo ser determinado- consumió en pocas horas más de 50 hectáreas de un pinar, en el acceso a Valeria del Mar.
Los shows de fuegos artificiales y Pinamar tienen una historia común desde principios de la década del '90. Los vecinos recuerdan que cada inicio de año y sin medir costos económicos los empresarios Oscar Andreani y Alfredo Yabrán se disputaban en una competencia por quien iluminaba más la costa. Poco a poco se sumaron los paradores de la playa ante la cantidad de público que se acercaba a brindar frente al mar para ver el espectáculo. También el municipio invirtió en el rubro, hasta que el actual intendente, Martín Yeza, dijo basta. “Lo que ahorramos en fuegos artificiales nos amplían presupuesto para colonias de vacaciones”, dijo a fines de 2015.
Prohibida la venta pero todavía autorizado el uso, en el frente de la costa pinamarense se continuó con la tradición hasta el año pasado. Las mechas se encendían en los paradores a la 1, para dar tiempo a que las familias llegaran con sus botellas y copas tras un primer brindis hogareño de medianoche. Luis Imbaldi, responsable del balneario Hemingway, confirmó que ya no habrá más shows de fuegos. “Hay gente que nos dice que lo lamenta, porque era algo muy vistoso y tradicional, pero este Año Nuevo será solo con cena y música, sin cielo iluminado”, detalló a LA NACION.
La experiencia durante esta Navidad fue buena. Los propios vecinos reconocen que en Pinamar casi no se escucharon estruendos y que el punto más movido fue la localidad vecina de Ostende, con mucho residente y venta ilegal, algo que es difícil de controlar. El municipio habilitó la línea telefónica 147 para denunciar el uso de pirotecnia, pero aún no se labraron infracciones.
“Igual ha sido un gran avance porque por fin se logró prohibir también el uso y con el tiempo la costumbre pronto va a cambiar”, proyectó Carolina Estanga, miembro de la ONG Patitas Pinamar, que trabaja en el rescate y cuidado de perros de la calle. “El paso fundamental ahora es que el municipio controle y que se haga difusión para que todos los turistas que lleguen sepan que aquí ya no se puede usar ningún tipo de pirotecnia”, dijo a LA NACION.
Una parte del problema asomó la última semana del otro lado de la ruta 11, en un hipermercado que está casi frente a Cariló pero en la jurisdicción de General Madariaga: distrito en el que también se aprobaron límites para la comercialización de pirotecnia dado que allí también se avanzó, en las últimas semanas, con una ordenanza que pretendía llegar a “pirotecnia cero". Autoridades de Pinamar formalizaron un reclamo a la cadena comercial y lograron que se levante el puesto que en la playa de estacionamiento ofrecía, entre otras cosas, potentes baterías de fuegos artificiales que cuestan más de 10.000 pesos cada una.
Directivos de empresas del rubro se comunicaron con las autoridades municipales con las intención de revisar la ordenanza en función de la posible pérdida de puestos de trabajo en las fábricas de pirotecnia. “Más se puede perder con los riesgos de su uso”, fue la respuesta.
En el Partido de la Costa la medida también va por el máximo objetivo pero se aplica a partir de un decreto firmado por el intendente Juan Pablo De Jesús que prohíbe el “uso, tenencia, acopio, exhibición, fabricación y venta al público de elementos denominados artificios pirotécnicos”.
En Mar del Plata es, todavía, una cuenta pendiente. Hay locales del ramo muy importantes, otros de distintos rubros que aprovechan la fecha para anexar puestos de pirotecnia y, más aún, abundan los escaparates callejeros en los que se venden al paso desde mínimas bengalas hasta potentes bombas de estruendo.
El uso está en baja, es cierto, pero sigue siendo parte de la postal ciudadana en cada cierre de año. Además, la implementación de estas medidas, trascurrida la celebración de Nochebuena y Navidad, se tradujo en una notoria merma de las demanda en las guardias hospitalarias de las localidades de esta región.
Necochea, Claromecó y Coronel Pringles son otros de los distritos que han normado en la materia. General Alvarado, por su parte, lo dispuso por ordenanza hace dos años. Así, en otra decena de partidos bonaerense las acciones oficiales imponen distintas limitaciones. En algunos casos se prohíbe la venta pero no el uso y en otros la reglamentación detalla restricción para determinados productos –bengalas, petardos, bombas y otros explosivos- y permiso, con recomendaciones especiales, para la venta y el uso de otros que no parecerían revestir mayor peligro.
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