¿Problema de chicos o de gestión?
Quiero aportar una lectura, más que una crítica puntual, a la medida que dispone la promoción de primero a segundo grado sin evaluación, si bien lo establecido conlleva a la falta de evaluación de los logros de primer grado. Situaría el interrogante en el conjunto de logros de los objetivos generales del proceso educativo.
Si bien los parámetros de evaluación son variados y muchas veces incompletos, en el mundo se usan como referencia individual, institucional, familiar y social para referir a estos actores los logros del proceso educativo. Para ello se han establecido estándares objetivos de evaluación.
Estos deben ser públicos y transparentes para los alumnos, los padres, la escuela y la sociedad y, en este sentido, una enmienda útil y postergada es la derogación del artículo 97 de la ley federal de educación 26.206. En ese artículo se enuncian limitaciones al proceso de difusión de los resultados escolares.
La medida de eliminar la repitencia en primer grado dispuesta por el Consejo Federal de Educación es de aplicación en todas las escuelas del país, de gestión pública o privada.
La consecuencia de la amplitud de la medida es que se incluyen escuelas a la que se incorporan alumnos provenientes de las más variadas condiciones; niños que habitan en zonas rurales, lejanas, pequeñas y grandes ciudades donde hay importantes diferencias barriales y escolares. También en primer grado se incorporan crecientemente alumnos que provienen de preescolares de 5 años y menos aún marcando la diversidad de los chicos comprendidos por esta medida.
Si tuviésemos una habitualidad evaluadora, estaríamos en condiciones de demostrar si el problema es de algunos pocos alumnos, en cuyo caso la medida sería completamente distinta que si el problema fuera de la mayoría de los estudiantes de una clase. En este último caso, no estaríamos ante un problema de los chicos sino de la prestación adecuada del servicio para lo que la medida en cuestión no es relevante.
Aislada, es una resolución menor. Pero si ella resulta de una necesidad sistémica del proceso educativo, otro es el enfoque.
No querría terminar esta opinión sin señalar que el proceso educativo de cada persona se sostiene fundamentalmente en las habilidades, conocimientos y conductas que se logran en los primeros años y en las edades más tempranas. Por lo que todo lo que se haga para aumentar el rendimiento escolar tiene como único beneficiario al propio alumno en cuestión.
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