Probemos hablando, un proyecto para que el diálogo reemplace a la violencia en las cárceles argentinas
Detrás de los muros carcelarios suele regir la cultura de la violencia. A veces, la brutalidad y la agresión se convierten en moneda corriente. Por eso, desde 2015 existe en la Argentina un programa llamado Probemos hablando, creado y promovido por la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) que propone el método del diálogo para resolver problemas intramuros de manera pacífica y consensuada. Hablando. Y los resultados alcanzados son muy positivos.
En ese marco, hoy se estrenó en el cine Gaumont un corto sobre este proyecto dirigido por Juan José Campanella , quién mostró un gran interés por la propuesta desde que tomó contacto con ella.
Probemos hablando, el programa que hoy funciona en los penales federales de Marcos Paz y Ezeiza, promueve el uso de la palabra como un derecho humano fundamental de los detenidos. "Probemos hablando representa un modelo para el mejor tratamiento de las personas a través de usar la palabra en un ámbito donde la violencia manda y donde la palabra suele estar prohibida, o controlada y ella la que nos diferencia de los animales", señala a LA NACION Francisco Mugnolo, titular de la PPN.
La Procuración Penitenciaria es un organismo autárquico que tiene la función de proteger los derechos humanos de los presos en las cárceles federales. Mariana Volpi es una mediadora integrante de ese organismo. Con gran experiencia en procesos de mediación, ella fue la primera que propuso diseñar, dentro de la unidad penitenciaria, "un espacio de expresión para los presos".
"La violencia en las cárceles llega a niveles grandes de crueldad en los vínculos que tiene que ver con la lógica de encierro –explica Volpi a LA NACION-, pero a partir de generar espacios de diálogo, se crea un ambiente más amigable, con posibilidades de escucharse unos a los otros. Las personas detenidas toman confianza en su posibilidad de tener mejor convivencia. En este proyecto creemos en la capacidad transformadora del ser humano":
La resistencia inicial y la cultura carcelaria
Proponer la palabra entre los internos acostumbrados al lenguaje de la violencia despertó en los comienzos el desdén de propios y ajenos. "Tenía compañeros en la misma Procuración que se burlaban de la iniciativa y decían: ‘bueno, yo voy a hacer un curso para que los presos hagan footing a la mañana’"
Por otra parte, en Marcos Paz, donde Probemos Hablando se inició entre la población de los detenidos jóvenes adultos, entre los 18 y 21 años, hubo un preso que le dijo a Volpi: "Desde ya te digo que tu proyecto va a fracasar, te va a ir mal porque nos querés sacar nuestra forma de ser. El orgullo del preso es pelear. Si acá no peleás no sos nada".
Pero, un tiempo después de iniciada la experiencia, a la misma Volpi los internos le contaron: "Desde que hicimos esta experiencia, ninguno de los que participamos tuvimos más un parte de mala conducta".
"Lo bueno que ellos fueron repensando las lógicas violentas con las que se relacionaban. No sabían que había otra opción, nadie se lo había enseñado nunca", reflexiona Volpi.
"Los chicos de 18 o 20 años están formateados de una manera y piensan que están ‘malditos’, que su destino ya está jugado, dicen", explica Alberto Volpi, también integrante de la PPN y uno de los que iniciaron este proyecto. "Nosotros les damos un espacio de diálogo donde tienen total libertad para expresarse y pueden mover cosas de adentro de ellos que están muy sepultadas, y cuando se pueden expresar, lo primero que sienten es alivio", agrega.
La idea es que a través de círculos de diálogo, de representaciones, de juegos, los internos aprendan a ponerse en el lugar del otro y a resolver conflictos sin violencia. "En 2015 los presos hacían cosas horrorosas, inhumanas. Hoy ellos tienen más capacidad de ponerse en el lugar del otro y eso contribuye a que baje el nivel de crueldad", concluye Volpi.
Los logros de trabajar con la palabra
En el complejo de Marcos Paz se propuso para los jóvenes adultos la conversación y los círculos de diálogo para resolver situaciones conflictivas. En Ezeiza, específicamente en los complejos I y IV se llevó adelante una capacitación para que los participantes pudieran abordar y resolver conflictos entre sus pares. Este curso se desarrolló entre septiembre y diciembre de 2018 y los resultados fueron positivos, según se vio plasmado en una encuesta en la que los y las participantes del proyecto muestran conformidad con el mismo.
En uno de los tantos testimonios recogidos por la encuesta, un interno cuenta: "Mi labor fue mediar entre dos compañeros que discutían por una olla. Traté de calmarlos antes de que se golpearan y me puse en el medio. Uno quería usar la olla para hacer fideos y otro para hacer una salsa para su familia que lo había venido a visitar. Nos sentamos los tres, tomamos una gaseosa y dialogamos. Llegamos a un acuerdo de que la prioridad la tenía el que recibía a su familia. El otro comprendió, y al final se dieron la mano".
Otras de las cuestiones complicadas para los presos es la comunicación –o incomunicación- con sus familiares extramuros. Muchas veces hay incomprensión, insultos, falta de escucha. Esa es otra situación que tiende a resolverse, como manifiesta otro testimonio de alguien que hizo la capacitación de Probemos hablando: "Cuando llamo por teléfono a mi familia o amigos las conversaciones son más fluidas. Si hay conflicto tratamos de buscar solución con un diálogo abierto. En esas cosas sentí el cambio".
Probemos hablando, por la importancia de los logros obtenidos, poco a poco fue sumando gente, y se fue convirtiendo en un proyecto interinstitucional, con participación del Ministerio de Justicia y DDHH, el Servicio Penitanciario Federal –cuyos agentes también reciben capacitaciones-, la Dirección Nacional de Readaptación Social, y otras entidades que aportaron el total de unos 25 integrantes de este proyecto, donde todos trabajan por un objetivo común, y, a pesar de que cada quien tiene su ideología, se restaña cualquier tipo de grieta.
El apoyo de las Naciones Unidas para el Desarrollo
La trascendencia de la iniciativa fue tal que el año pasado obtuvieron el apoyo y el aporte económico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para la experiencia de Probemos hablando de formar capacitadores de diálogo en el penal de Ezeiza.
"Concretamos en 2018 el apoyo de esta iniciativa como parte de lo que hacemos en Argentina, que es contribuir al desarrollo institucional", explica a LA NACION Nora Luzi, coordinadora del área de Gobernabilidad Democrática del PNUD.
Luzi sostiene que el PNUD entró a colaborar "porque nuestro foco son las personas que están en condiciones de vulnerabilidad, como los que están privados de la libertad". Además, Probemos hablando cumple con la Agenda de Desarrollo Sostenible planteada por la ONU, que tiene 17 objetivos, y en el número 16 promueve sociedades pacíficas, justas e inclusivas, con la intención primordial de no dejar a nadie atrás.
"Estamos muy conformes con esta experiencia y la vamos a sistematizar y esperamos que pueda escalar a otras unidades carcelarias. Nosotros alentamos las experiencias que llegan a la vida de las personas y que faciliten el desarrollo del capital humano", concluyó Luzi.
El corto de Juan José Campanella
Probemos hablando no solo despertó el interés del PNUD, sino también el de un reconocido cineasta de nombre Juan José Campanella. Al conocer el proyecto, el director de El secreto de sus ojos se ofreció a colaborar -de manera desinteresada- como mejor sabe hacerlo, con la realización de un corto en el que se reproduce parte de la experiencia llevada a cabo en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza.
"Apoyamos Probemos hablando desde 100 bares porque cualquier iniciativa que incluya el diálogo como motor de cambio y para mejorar la vida de las personas merece ser reconocida por la sociedad", expresó el director a LA NACION.
La pieza fílmica, que muestra la interacción entre los presos que participan del proyecto y sus hacedores se estrenó este para todo público en el complejo de cines Gaumont, frente a la plaza de los dos Congresos, con la presencia de representantes del PPN, del PNUD, de la Cancillería, el Ministerio de Justicia y DDHH, del Servicio Penitenciario Federal y del INCAA.
Campanella agrega otra de las cuestiones que lo interesaron de este proyecto: "Capacitar a las personas que están presas en métodos de resolución pacífica de conflictos puede ser sin duda la punta del iceberg para cumplir el mandato constitucional de la reinserción social. Es bueno para toda la sociedad generar una cultura de diálogo y respeto".
En el corto, la capacitadora y mediadora Patricia Aréchaga asegura que en el proyecto se apuesta "a la palabra para tramitar las diferencias que tenemos entre nosotros sin violencia. En la comunicación surge el conflicto, pero también se puede desandar el conflicto gracias a ella".
Uno de los presos señala en la misma producción audiovisual que el conflicto puede estallar por el uso de un teléfono o porque "uno se cree más que el otro", pero otro recluso señala que a partir del curso, ahora sabe que si encuentra "una persona conflictiva", puede tener una charla "en paz y tranquilos". Se trata de entender a la otra persona, "que es igual que vos", señala otro convicto.
Sobre el final del corto, la propia Mariana Volpi, precursora del inédito programa para sustituir la violencia por la palabra dentro de las cárceles, resume en una pequeña frase el espíritu de Probemos hablando: "Se trata de construir menos muros y más puentes".
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