Preocupan a los padres las fiestas de egresados
Por el consumo de alcohol y la insuficiencia de controles
La maratón de fiestas de egresados, que arranca a mitad de septiembre y se extiende hasta mediados de diciembre, ya está en su recta final. Para los adolescentes, se trata de uno de los rituales más esperados del año. Para los padres es, junto con el viaje de egresados, uno de los momentos más temidos. Y el invitado polémico, ese por el que los chicos reclaman y los adultos luchan por restringir, es el mismo: el alcohol.
“Las fiestas tal como se hacen ahora deberían desaparecer. Las campañas y los controles del gobierno no son suficientes, y, a pesar de la mayor conciencia sobre el tema por parte de los adultos, la ingesta de alcohol es cada vez mayor”, se lamenta Adrián dall’Asta, director de la Fundación Proyecto Padres, una entidad que trabaja con 300 colegios en la organización de talleres y congresos. “Esa noche todo vale –agrega–; incluso van al colegio sin dormir y, en más de una ocasión, nos enteramos que no los dejan entrar porque a las 7 todavía siguen alcoholizados.”
Fuentes del Ministerio de Gobierno porteño afirmaron, sin embargo, que en los 26 controles realizados hasta el momento en distintos boliches porteños no se encontró ningún tipo de irregularidad.
Curiosamente, La Nacion dialogó con adolescentes, padres y empresarios y comprobó que muchos de los requisitos establecidos para el desarrollo de las fiestas de egresados no se cumplen. Esa noche, para los chicos significa mucho más que la despedida del colegio secundario. "Estás dos años juntando plata para la fiesta y querés que sea la mejor. Lo tomás como el último descontrol y, si terminás arruinado, no importa: esa noche vale todo; se trata de llevar tu límite al máximo", admite Gonzalo D., a pocos días de haber vivido esa "noche única", como él mismo la define, en una disco sobre Costanera Norte.
En la ciudad se realizan, aproximadamente, unas 400 fiestas de egresados por año, que cuestan entre 4000 y 8000 pesos. En cada una se reúnen, como mínimo, cerca de 1500 adolescentes.
Entre los requisitos para el desarrollo de una fiesta de egresados, además de la prohibicón de la venta y el consumo de alcohol durante toda la noche, los menores de 18 años deben contar con la autorización escrita de sus padres o tutores.
Laila Kallman tiene 16 años y ya fue invitada a más de unas quince fiestas. Ante la pregunta por dicha autorización, frunce el entrecejo, extrañada. "Jamás me pidieron una autorización, y este año llegué a tener hasta tres por semana. En algunos boliches sólo les venden alcohol a los mayores de 18, que al mostrar el documento les ponen una cintita en la muñeca y así sólo pueden tomar en un lugar reservado -explica-. Pero en otras discos no es tan así. Ves muchos pibes que terminan dados vuelta, y también están los que llegan a la fiesta totalmente en pedo", confiesa.
El preboliche
En efecto, todos los padres consultados por LA NACION explican que uno de los mayores problemas es el preboliche. Es en esa reunión previa, que muchas veces se organiza en la casa de alguno de los egresados, donde comienza el descontrol.
"Quedé sorprendida en el estado en que vi llegar a la fiesta de mi hijo a una gran cantidad de adolescentes -dice Pilar Jasminoy-. Como en la puerta de Mint había gente de seguridad que prohibía la entrada con botellas, los chicos se las tomaban enteras en medio minuto y las dejaban en el piso. En nuestro caso, para que no se vendiera alcohol, tuvimos que indemnizar a la barra del boliche".
En algunas ocasiones, con petacas y latas de cerveza escondidas en las mochilas, los adolescentes burlan los controles. "A más de uno le he sacado una botella o una petaquita en medio de la fiesta -confirmó Pollitzer-. Y también le saqué a un pibe una bengala de las manos en un lugar cerrado donde había más de 2000 personas. Mis hijos me dicen: «Pero papá, ¿cómo no te vas a poner en pedo en un casamiento o en tu propia fiesta de egresados?». No tenemos armas para luchar contra esta cultura de la diversión. No sabemos qué ofrecerles a cambio. Y aunque a la mayoría de los padres les gustaría revertir la situación, antes de enfrentarse a sus hijos, se quedan mudos."
Multitud de desconocidos
La masividad de estos festejos, además del alcohol, es otro de los factores de riesgo que preocupa a los padres. "A los chicos les dan alrededor de 30 entradas a cada uno, y cuando ya no tienen a quién invitar reparten entradas como caramelos, y así la fiesta se convierte en una multitud de desconocidos -dice Federico Pollitzer, un padre con bastante experiencia en la materia, con cinco hijos que ya egresaron y otros dos en última etapa del colegio secundario-. La última fiesta fue en Sunset, y con un grupo de padres estuvimos toda la noche ahí. Como yo estoy en contra, nunca me presto a firmar el contrato con los boliches. Pero una vez consumado el hecho, hay que hacerse cargo, y prefiero participar".
Los padres concuerdan en que el éxito depende de un factor cuantitativo. "Si fueron menos de 800 personas, es un fracaso total -ejemplifica Alberto Becerra, otro de los padres que se manifiesta en contra de este tipo de celebraciones-. Siempre es la misma historia, y cada año van sumando nuevos ritos. Al famoso trencito de la alegría también se sumó el bombero."
¿De qué se trata este nuevo rito? Contratan a un camión de bomberos para que los moje en la entrada triunfante al salón de fiestas. "La verdad, todo es un disparate", se lamenta Becerra.
Reglas establecidas
Padres presentes
n Por contrato -firmado entre el local de baile clase C y los padres de los alumnos- se requiere la presencia de al menos cinco padres durante todo el desarrollo de la fiesta.
Venta de alcohol
- Está totalmente prohibida la venta de alcohol, consumo y suministro de bebidas alcohólicas durante todo el desarrollo del evento dentro del local.
Menores con autorización
- Los menores de 18 años deben contar con la autorización escrita de sus padres o tutores.
Uso de pirotecnia
- Está terminantemente prohibido el uso de pirotecnia en lugares cerrados y adyacencias de los locales bailables.
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