Preocupación: por qué la mitad de los alumnos no termina el secundario en el tiempo esperado
Todos los años, independientemente de la situación de la pandemia, hay alrededor de 85.000 estudiantes que llegan hasta el último nivel del colegio, pero no se reciben
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El acceso es masivo. Sin embargo, apenas la mitad de los estudiantes egresan en tiempo y forma de la escuela secundaria. El problema de terminalidad del nivel medio acumula varias décadas. Hubo una pequeña y esperable mejora desde la sanción de la ley de Educación Nacional, en 2006, que al imponer la obligatoriedad trajo como consecuencia la masividad en el ingreso. Pero las administraciones pasan y ninguna consigue lograr que los chicos permanezcan en la escuela. Que no abandonen en el camino.
Los especialistas identifican algunas de las principales causas en esa deserción: la necesidad de asumir roles adultos, como trabajar fuera o adentro del hogar, cuidar hermanos menores o hacerse cargo de otras cuestiones domésticas; no poder lidiar con las pautas que rigen en las instituciones y la escasa posibilidad de desplegar intereses personales y la baja confianza en las propias capacidades de aprendizaje.
Fue el presidente de Toyota Argentina, Daniel Herrero, el que se refirió esta semana a los escollos que encontró en la búsqueda de empleados para proyectos a futuro para su planta de Zárate, y así dejó en evidencia los serios problemas de terminalidad de la secundaria en nuestro país. Una crisis que es previa a la pandemia, aunque el foco de la deserción en este último año como consecuencia de la cuarentena –que según estimaciones oficiales dejó afuera del sistema a más de un millón de alumnos–, golpeó fuerte en ese segmento. “Se nos hace difícil en nuestra área geográfica encontrar esas 200 personas con secundario completo, porque en Buenos Aires se perdió el valor de un secundario”, dijo con preocupación el ejecutivo durante una charla en el Rotary Club.
Números que preocupan
Los últimos datos disponibles del Ministerio de Educación de la Nación indican que hay alrededor de 85.000 estudiantes argentinos que, con o sin pandemia, cada año llegan hasta el último nivel del secundario pero no se reciben. Terminan el colegio y no obtienen su título. Otro de los números que preocupa señala que la tasa de egreso a nivel nacional es del 54 por ciento. Es decir, apenas la mitad de los estudiantes argentinos cumple en tiempo y forma con los estudios obligatorios. El porcentaje aumenta al 68% y es algo más alentador cuando se incluye a los centros educativos para adultos, que en cada jurisdicción funcionan bajo distintas modalidades. Pero al hacer zoom en variables como el nivel de ingreso en los hogares, las estadísticas dicen que en los sectores más vulnerables, apenas 4 de cada 10 jóvenes logra terminar sus estudios.
“En la secundaria tenemos un desafío muy grande en el sostenimiento de las trayectorias, en la permanencia y el egreso -reconoce Laura Penacca, directora nacional de Nivel Secundario-. Más allá de la democratización en el acceso, que comenzó con la ley de Educación Nacional y la obligatoriedad desde 2006, no hubo grandes cambios en el formato institucional de la escuela, que sigue sosteniendo algunos de sus rasgos elitistas de origen, pensada para formar a las dirigencias, más enciclopedista. Una escuela secundaria que aún genera situaciones de expulsión, que no es solidaria con la contemporaneidad”.
Penacca sostiene que las transformaciones en el sistema educativo son de largo aliento, y más allá de que hoy el acceso sea masivo y que el 90% de los jóvenes ingresan en el nivel medio, el principal desafío es la permanencia y el egreso. “El objetivo principal del secundario tiene que ver con la inclusión en el mercado del trabajo, con la continuación de la educación superior y la posibilidad de ejercer una ciudadanía de pleno derecho”, señala la funcionaria, y luego menciona alguna de las políticas de la gestión actual, como el plan Egresar, que está dirigido a todos los jóvenes que deberían haber terminado el secundario entre 2016 y 2020; unos 400.000 según los datos oficiales, pero que aún adeudan materias. ¿El objetivo? Que puedan asistir a clases presenciales y virtuales y así acreditar las asignaturas pendientes.
"Más allá de la democratización en el acceso, que comenzó con la ley de Educación Nacional y la obligatoriedad desde 2006, no hubo grandes cambios en el formato institucional de la escuela, que sigue sosteniendo algunos de sus rasgos elitistas de origen, pensada para formar a las dirigencias, más enciclopedista"
Laura Penacca, directora nacional de Nivel Secundario
La inscripción ya está cerrada, y según la base de datos oficial se anotaron 106.541 jóvenes. La mayoría responde a dos características: debe entre una y tres materias, y son chicos y chicas que egresaron en 2019 y 2020. “Estimamos que todos puedan tener su título en diciembre próximo. Y esto genera condiciones para poder pensar otras líneas de acompañamiento para ‘andamiar’ sus trayectorias académicas o insertarse en el mercado laboral”, dice Penacca.
¿Quiénes son los excluidos?
El caso de Toyota expuso, precisamente, esa dificultad que hoy tienen muchos de los jóvenes para insertarse en el mercado laboral. A este planteo intentó responder el Observatorio de Argentinos por la Educación, que elaboró un informe con autoría de Mariano Narodowski, de la Universidad Torcuato Di Tella. El análisis incluyó distintas datos, como la cantidad de graduados recientes en Zárate y las localidades cercanas, cruzados con variables como el sexo y el nivel de ingresos.
Si fuera por la cantidad de egresados, explica el informe, Toyota no hubiera tenido problemas en su búsqueda. Sin embargo, “se observa que los varones del tercil de menores ingresos –potenciales candidatos para esta búsqueda laboral– son apenas un 2% del total de inscriptos en el sexto año del nivel secundario”, se remarca el documento. En Zárate, igual que sucede a nivel nacional, los graduados secundarios son mayoritariamente mujeres, de sectores medios y altos. Estos, según el análisis del Observatorio, tienden a priorizar la continuidad de sus estudios en la educación superior. Y si bien no hay datos específicos de Zárate, la Encuesta Permanente de Hogares para el Gran Buenos Aires muestra que en el quintil de menores ingresos, el acceso a los estudios superiores es del 9%, mientras en el resto de los segmentos socioeconómicos la cifra se cuadruplica.
"La escuela secundaria excluye a los adolescentes varones pobres, para quienes el trabajo industrial implicaría una clara mejora de la calidad de vida y, probablemente, movilidad social ascendente"
Mariano Narodowski, académico asociado del Observatorio Argentinos por la Educación
“Para aquellos que se preguntaban por qué los jóvenes pobres sub 25 de Zárate-Campana con secundario completo no se postulan de a cientos para trabajar en Toyota, con un salario promedio de $150.000, la lacónica respuesta es que casi no hay varones pobres con secundario completo en Zárate-Campana”, señala Narodowski, académico asociado del Observatorio. Y concluye: “La escuela secundaria excluye a los adolescentes varones pobres, para quienes el trabajo industrial implicaría una clara mejora de la calidad de vida y, probablemente, movilidad social ascendente”.
De acuerdo con los datos del Ministerio de Educación de la Nación, cuando se hace foco en los hogares con menores ingresos, apenas el 43% de los jóvenes logra terminar sus estudios. Mientras que en los sectores ubicados en la parte más alta de la pirámide, el éxito es para 9 de cada 10 estudiantes. “Muchos de quienes hemos terminado la educación secundaria, solemos mirar a esa mitad de estudiantes que no terminan la educación obligatoria, a los 18 o 19 años, con alguna sospecha. ‘Que no han terminado porque no se esfuerzan lo suficiente, porque sus familias no los apoyan, porque no valoran la educación o sencillamente porque son pobres’ –indica Irene Kit, presidenta de la Asociación Civil Educación Para Todos–. Sin empatizar con la experiencia escolar de estos jóvenes y sin asumir desde el sistema educativo las propias dificultades que les generamos a muchos estudiantes, será difícil encontrar solución. O creer que solo es un problema de dinero, que aunque no lo parezca, son los más fáciles de resolver”.
"No es sólo dinero lo que necesitan los jóvenes pobres para completar la escuela, sino una comprensión profunda de las raíces de las dificultades que han tenido"
Irene Kit, presidenta de la Asociación Civil Educación Para Todos
Desde la perspectiva del aprendizaje, Kit afirma que la escuela secundaria sigue organizada en torno a un modelo fragmentario y enciclopedista del conocimiento. Que para poder avanzar en este nivel educativo, en muchos casos es más valiosa la memoria episódica de datos, fórmulas y expresiones, que la comprensión profunda, meditada y aplicada de los conocimientos. Las evaluaciones escritas, ejemplifica, la mayoría a libro cerrado e individuales han sido la forma esencial de aprobar las asignaturas de los jóvenes que terminaron, o debieran haber terminado, la secundaria en 2019.
Experiencias negativas
“ Hay decenas y decenas de contenidos que los alumnos deben aprobar para 10 o 12 asignaturas cada año. Se aprueban o no se aprueban evaluaciones, pero se hace difícil construir así aprendizajes duraderos”, sentencia Kit, que está convencida que de esta forma, hay muchos estudiantes que desarrollan una especie de autoexclusión de ciertos aprendizajes y saberes.”‘No tengo cabeza para los números’; ‘leo pero no me acuerdo’; ‘no puedo retener las fórmulas’. Esa autoexclusión no es voluntaria, no es por desinterés. Suele ser la reiteración de frustraciones con situaciones de aprendizaje que no permitieron una comprensión profunda. Un estudiante que arrastra previas de matemática, de física, de inglés, con esa carga de no entender, puede preferir no graduarse antes que volver a encarar esos aprendizajes. No es una cuestión de esforzarse poco, es cuestión de no haber tenido experiencias que le permitan acceder a esos contenidos en situaciones significativas”, dice Kit, que lleva años trabajando en temas sobre el fracaso escolar.
En la misma línea, Penacca cuenta que para diseñar el plan Egresar, y después de haber dialogado con cientos de jóvenes, una respuesta frecuente era que luego de haberse presentado en varias oportunidades a rendir la materia, seguían desaprobando. “Algunos dijeron haberlo intentado unas diez veces, pero como los seguían desaprobando ya habían descartado la posibilidad de tener el título”, refleja la funcionaria, y agrega el dato que más del 50% de los inscriptos para el plan Egresar adeuda matemática. “Algunos arrastran la materia durante toda la secundaria, por eso aquí hay una oportunidad para retomar una buena interacción con el conocimiento. La propuesta estará organizada en trayectos curriculares que integran los asuntos centrales de la disciplina”, explica.
Como ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta asume que el escenario de desigualdad y las dificultades respecto de la terminalidad del secundario no nacieron con la pandemia, pero que sí se potenció. Por eso, dice, uno de los ejes en los que trabaja es la ley de Justicia Educativa, que se discute en el Consejo Federal de Educación. “Todos los indicadores están atravesados por la desigualdad. Entre otros puntos, la ley hace foco en la cobertura en el acceso a la educación inicial, con la universalización de las salas de 3 y de 4, y en la transformación profunda de la escuela secundaria, más asociada al mundo del trabajo”, resume Trotta, que apunta con esta nueva ley a lograr una “efectiva” terminalidad del secundario para 2030.
"Decir que los chicos salen de la escuela sin saber leer el diario también deslegitima a la escuela como herramienta de formación"
Nicolás Trotta, ministro de Educación de la Nación
“Es lo que pretendemos, porque muchos terminan en la educación para adultos, y lo que intentamos con este proceso es empoderar y responsabilizar a la escuela para que acompañe al estudiante. La Argentina 2021 no tiene nominalizada las trayectorias de nuestros chicos, y desde la secretaría de Evaluación y la financiación de las provincias estamos trabajando en ese objetivo, para tener toda esa información antes de fin de año. También le pedimos a todas las jurisdicciones que antes del 31 de agosto establezcan si los chicos están encaminados a promocionar el ciclo lectivo con el 70% de los contenidos aprobados. La nominalización de las trayectorias es la primera herramienta para poder modificar la realidad”,
En referencia al suceso concreto de Toyota, el ministro de Educación criticó la generalización de la situación. “Por un lado, le pedimos a la escuela que enfrente una realidad de desigualdad que tiene que estar acompañada de una recuperación social y económica. Podemos tener políticas focalizadas como el plan Egresar, pero eso no desnuda la problemática de los sectores con derechos vulnerados. Lo que critico es la generalización, porque no se puede dejar de lado el trabajo que se hace con una política clara en las escuelas técnicas. Decir que los chicos salen de la escuela sin saber leer el diario también deslegitima a la escuela como herramienta de formación”.
Las razones del abandono
Para los especialistas, el abandono de la escuela secundaria, ya sea al inicio o ya sea con todos los años cursados y con pocas materias por rendir, no se decide de un momento a otro. “Es una acumulación de experiencias negativas que eclosiona en algún momento. Padres y docentes a veces no vemos o desdeñamos los signos más tempranos de esa acumulación. O lo ponemos en términos de culpa y responsabilidad siempre de los adolescentes, sin plantearnos a fondo si es que no hay otras maneras de incitar al amor y entusiasmo por aprender”, opina Kit, que identifica tres circunstancias principales. La primera es tener que asumir roles adultos, como trabajar fuera o dentro del hogar, atender familiares o hijos propios, o privarse la escolaridad por cuestiones económicas.
La segunda, dice Kit, es no poder lidiar con las pautas organizativas de la escuela secundaria: horarios, convivencia o disciplina, asistencia, escasa posibilidad de desplegar los intereses personales, formatos de los trabajos y exámenes. La tercera es la baja confianza en las propias capacidades de aprendizaje, que a veces –con una reacción típicamente adolescente– se disfraza de desapego: “A mí no me interesa la escuela, esto no sirve para nada”.
“Si queremos lograr que los jóvenes vuelvan a la escuela, es necesario conectar con esas sensaciones y atenderlas especialmente. No es solo dinero lo que necesitan los jóvenes pobres para completar la escuela, sino una comprensión profunda de las raíces de las dificultades que han tenido. Si se construye una respuesta acertada, no solo se podrá ayudar a quienes hoy no encuentran oportunidad para completar su educación obligatoria, sino también evitar esas situaciones con quienes hoy están cursando la educación secundaria”, concluye Kit.
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