Premio Nobel de Medicina: quién es Svante Pääbo, el “animal de laboratorio” que halló una nueva especie a partir del hueso de un dedo
El científico sueco es el creador de la paleogenómica, una disciplina que combina la paleontología con las investigaciones del ADN
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Comprobó que los seres humanos modernos (Homo sapiens) tuvieron sexo con otros humanos con los que coexistieron hace unos 50.000 años y durante otros miles de años: neandertales y denisovanos. Y creó toda una disciplina con sus investigaciones, la paleogenómica, al mezclar la paleontología con las investigaciones del ADN. Por esos trabajos, el sueco Svante Pääbo ya tenía un lugar entre los científicos más destacados e influyentes del mundo: desde ayer, su currículum podría reducirse a una línea, Premio Nobel de Medicina 2022.
Pääbo logró secuenciar parte del genoma de los neandertales, clave para rastrear los orígenes de la humanidad e indagar en cómo convivieron hasta hace no mucho (al menos) dos especies humanas distintas; algo que se dice rápido quizá sin contemplar las dificultades de analizar una molécula de miles de años que naturalmente se degrada por el paso del tiempo; solo refinar su método le llevó años de trabajo. Pero hubo más: Pääbo también participó en los hallazgos de otra especie, todavía no del todo dilucidada, los denisovanos (usó para esto un pequeño hueso de un dedo desenterrado en 2008).
Aunque sus hallazgos históricos satisfacen la curiosidad humana por los orígenes, la Academia sueca también enfatizó la relevancia del flujo de genes para la fisiología actual, por ejemplo en cuanto a lo que tiene que ver con el sistema inmune del humano actual y las reacciones a las diferentes infecciones, incluido la reacción ante el Covid (lo que también le sirve a los que entregan el premio a la hora de justificar un Nobel de Medicina a un paleontólogo, pero son licencias que se toma el comité científico y que le sirven para salir del corsé de las tres disciplinas de la ciencia: medicina, física y química).
La historia de cómo fue variando el conocimiento sobre los neandertales es particularmente significativa y las herramientas que aportó el ahora Nobel fueron inestimables a la hora de saber qué pasó en los orígenes de la humanidad, siempre con la idea de que se iluminen sectores del presente (por ejemplo, ¿es el Homo sapiens tan belicoso que acabó con una especie que incluso tenía más capacidad cerebral y quizá más fuerza física? ¿O fue una conquista más bien de tipo amoroso?). Sin embargo, en sus comienzos, el interés de Pääbo (nacido en Estocolmo en 1955, con sede de trabajo en Leipzig, Alemania) era Egipto y su antigua civilización; según contó alguna vez, fue una pasión transmitida por su madre química, de quien tomó su apellido, que incluso lo llevó a conocer las pirámides cuando tenía 12 años.
Un viejo conocido
Suele suceder que tras el anuncio de un Premio Nobel —no solo en ciencia, también en Literatura— los periodistas tienen que salir a buscar antecedentes y datos del laureado. No es el caso de Pääbo, un viejo conocido por sus notables y seductoras investigaciones acerca del origen de la especie humana tal como la conocemos, y de estos parientes del fondo de la historia: los muy famosos neandertales y los emergentes denisovanos. Es por eso por lo que entre los científicos del palo de Pääbo cunde la alegría por estas horas. Todos sienten que de algún modo también son reconocidos.
Y son dos las disciplinas agasajadas, los paleo y los genomistas. Entre los últimos está Humberto Debat, investigador del INTA y miembro del grupo PAIS que durante la pandemia se ha dedicado a rastrear los genes de las diferentes versiones del coronavirus, sus alfas y omegas. “Los trabajos de Pääbo inauguraron la paleogenómica; en particular, el que publicó en Cell en 1997. Al recorrer su obra uno se encuentra no con un cambio de paradigma ni de metodologías, sino con un sinnúmero de controles, uno atrás del otro, para tratar de tener certezas de que estaba secuenciando ADN ancestral y no del curador del museo o de un colaborador del laboratorio. Fue clave encontrar la forma de conseguir ácidos nucleicos sanos en muestras de miles y miles de años”, dijo a LA NACION.
Como para dar un perfil del premiado, Debat añadió que suele mencionarse como “un loco de la mesada, un animal de laboratorio”, metaforizó.
“[Lo cierto es que] entendemos a los humanos un poco más gracias a él. Hoy en los análisis de ADN de muchos de nosotros sale el ancestro neandertal en algún porcentaje”, agregó.
Entre los paleontólogos también había mucha alegría y sorpresa por el Nobel. Como en Ignacio Díaz Martínez, investigador del Conicet y de la Universidad de Río Negro, ahora en el País Vasco (es español de origen). Su área son los homínidos, así que Pääbo es una referencia ineludible. De hecho, cuenta Díaz Martínez que fue una entrevista que dio el sueco hace un par de décadas la que lo llevó a estudiar lo que estudió. “Es por eso por lo que estamos muy contentos, yo debo estar más contento que el mismo Pääbo”, exageró.
Y explicó: “La paleontología es una disciplina que muchas veces es tomada como si fuéramos los raros del parque jurásico, de los neandertales, como especialistas en lo monstruoso, las películas de ciencia ficción. Y Pääbo aportó una validación y un prestigio desde la genómica al crear una nueva disciplina a partir del ADN antiguo. Para nosotros es un montón. Siento como que están valorando nuestro trabajo”, dijo a este diario desde la península.
Díaz Martínez agregó que lo bueno del sueco es que se hizo preguntas diferentes, y confirmó que se puede sacar información del ADN antiguo de animales extintos. “Sintetizar el código genético de los neandertales y de los denisovanos, que vivieron en Siberia, fue una gran cosa. Más adelante, con su equipo se dio cuenta de que el ADN del Homo sapiens tiene partes de neandertales y denisovanos, lo que implica que tuvieron relaciones íntimas. Y mientras los europeos tienen alto porcentaje, hasta 1% de neandertales, los asiáticos tienen bastante de denisovanos; descubrimientos impresionantes”, redondeó Díaz Martínez, quien ahora estudia las huellas de neandertales en España, el último lugar donde vivieron.
Una apostilla final sobre Pääbo contra la posible acusación de exceso de genetismo: pese a su amor por los datos y la evidencia genética, está convencido de que a la hora de entender quiénes somos es más importante la herencia cultural que lo escrito en el ADN. Paradojas, o no tanto, de un gran investigador.
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