Además de las lluvias intensas que superaron las marcas históricas, hay otras causas que explican las graves consecuencias tras las tormentas
- 8 minutos de lectura'
La lluvia castiga y no da tregua desde hace varios días, con registros que superan las marcas históricas para el mes de marzo. El agua no escurre, permanece en la superficie y se agiganta con nuevas precipitaciones que se suceden, provocan anegamientos, inundaciones en muchas zonas castigadas, principalmente del conurbano, pérdidas materiales y víctimas mortales. Ayer el cuerpo de un hombre apareció flotando en las calles de Valentín Alsina, en Lanús.
El drama recrudece con mayor intensidad en los habitantes de municipios bonaerenses, que en los últimos días vivieron horas de angustia, con la tragedia de La Plata de 2013 como un pesado antecedente que podría repetirse en cualquier momento. ¿Qué ocurre en la franja del sur del conurbano que se inunda cada vez con mayor periodicidad? ¿Hay otras razones, más allá de la lluvia furiosa, que expliquen lo sucedido en los últimos días?
“En tres horas llovió tres veces más que el promedio en un mes. Fueron 112 milímetros en total. La realidad es que, más allá de eso, Lanús tiene una capacidad de absorción de 30 mm por hora; somos una ciudad densamente poblada con pocos espacios verdes”, explican desde el municipio, uno de los más afectados por las tormentas.
En Quilmes, desde el municipio dicen algo parecido: “Con la cantidad de agua que cayó fue imposible que drene. Más allá de cuestiones puntuales de obras o limpieza, la lluvia en tan pocas horas provocó que se cargue todo el sistema”.
Y en Avellaneda, fuentes del partido, lo mismo: “La cantidad de agua no llega a escurrir en tan poco tiempo y se dan esas acumulaciones. Tenemos estaciones de bombeo y buena infraestructura pluvial, pero esto fue excepcional, con un panorama similar en todo el AMBA”.
El fenómeno climático es innegable, pero al tirar más de la cuerda aparecen otras razones subterráneas, históricas y de desinversión. El avance inmobiliario sobre tierras que hace más de 100 años eran consideradas inundables por estar sobre cuencas de arroyos chicos o medianos, que en tiempos de sequía o períodos normales de lluvia no causan problemas, pero colapsan ante fenómenos climáticos de los últimos días, es una de las explicaciones que comparten algunos especialistas consultados por LA NACION. También la falta de obras de magnitud que sirvan para disminuir el impacto de las inundaciones como ocurre en otras ciudades del mundo.
“El conurbano es una región de muy baja pendiente, el agua se mueve lentamente y necesita grandes obras de infraestructura para drenar. Como sociedad hemos impuesto una ciudad de millones de habitantes en una zona de pantanos y humedales con cambios que modificaron la geografía del lugar”, explica Gustavo Villa Uria, ingeniero en Recursos Hídricos de la Universidad del Litoral y ex subsecretario de Obras Hidráulicas de la Nación.
“Ante eventos extraordinarios no hay lugar donde almacenar el agua ni cuerpos de agua que tengan la capacidad de recibir la lluvia, por ejemplo, humedales con capacidad de almacenamiento y de evaporación a lo largo varios de meses”, agrega.
Una de las soluciones propuestas por el ingeniero es la construcción de reservorios temporales donde almacenar el agua “para que no termine en las casas o en las calles”, espacios que podrían ser humedales, canchas de fútbol, plazas o parques que tengan uso público y se conviertan en receptáculos del agua de lluvia en tormentas de magnitud.
“Todas las obras son posibles, pero se necesita un flujo de fondos permanentes porque son obras plurianuales, con un plan de largo plazo que demanda inversiones gigantes. Podemos tener algunos ejemplos de ciudades en el mundo que tardaron dos décadas en afianzarse, como Porto Alegre (Brasil), que hace 20 años inició un proceso y disminuyó el impacto dañoso sobre las personas y los bienes. Porque el problema de las inundaciones no se elimina, se disminuye el impacto”, sostiene Villa Uria.
La necesidad de fondos es un tema que moviliza a los intendentes del sur del conurbano que promueven la creación de la Cuenca de los arroyos San Francisco y Las Piedras, un comité que se enfoque en resolver la problemática de esos cauces y que permita gestionar préstamos ante organismos internacionales.
Los dos arroyos son parte del drenaje natural de un área que abarca gran superficie de los partidos de Presidente Perón, Almirante Brown, Florencio Varela, Quilmes y Avellaneda. Los promotores de la Cuenca iniciaron charlas con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y también gestionarán el pedido de fondos en otros ámbitos.
“Cuando se hace una obra para disminuir el problema de las inundaciones se toma en cuenta lo que se llama recurrencia, la posibilidad de que ocurra una lluvia intensa y una inundación en determinado período de tiempo. Si la inversión y la obra son grandes, la recurrencia será mayor; en la ciudad de Buenos Aires es de 10 años, es decir la posibilidad de una inundación cada 10 años; en la provincia se toma una recurrencia de dos años. Hay ciudades europeas que tienen una recurrencia de 50 años”, detalla Rodolfo Dalmati, ingeniero civil con orientación hidráulica, profesor titular de Hidráulica Aplicada de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El experto también profundiza en una situación histórica. “Hace más de 100 años se identificaron zonas bajas, de cuencas, que se mantuvieron como tierras fiscales porque se inundaban. Pero entre los años 40 y 50 esas tierras se fueron cediendo a gente que recibió un terreno inundable, pero a bajo costo. Entonces hay zonas de cuencas de arroyos ocupadas por casas; en tiempos normales o de sequías, no pasa nada, pero cuando hay una tormenta importante esa cuenca se activa y ocupa el espacio que naturalmente tenía”, detalla Dalmati.
Ese problema lo tiene La Plata, Quilmes, Lanús y otras zonas del conurbano.
Para Antolín Magallanes, ex titular de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar), “el combo perfecto” que provoca las inundaciones “es la desidia en la falta de limpieza de los sumideros, falta de obras públicas o proyectos detenidos y el cambio climático” que genera fenómenos meteorológicos de gran escala. “Debemos pensar, a futuro y seriamente, en no tener más construcciones sobre las orillas o cuencas de los ríos y arroyos, como ocurre con el barrio Rodrigo Bueno en la ciudad de Buenos Aires. Empezar a ver los bordes costeros y ribereños de otra forma”, sostuvo.
“Hay un componente climático, pero en muchos lugares noto un abandono de la limpieza. Es tan simple como clave limpiar sumideros para que el agua fluya. Lo he visto muchas bocas de tormenta llenas de basura, en la ciudad y en la provincia”, sostiene Magallanes.
En este punto Dalmati coincide en que la obra más sencilla de hacer es el mantenimiento de la red pluvial “que debería llevarlo adelante el gobierno provincial, el que hace las obras, y no delegarlo a una tarea municipal”.
En la Argentina existen dos tipos de inundaciones, explica el investigador del Instituto de Hidrología de Llanuras y miembro del Conicet, Javier Houspanossian: las rápidas y las lentas. Las del primer grupo están asociadas a eventos extremos de lluvia, como el ocurrido en La Plata en 2013, donde se registraron alrededor de 400 mm de lluvia por hora. “Este tipo de inundaciones superan la capacidad de drenaje de las ciudades y provocan acumulación de agua por relativamente poco tiempo, pero generan severos problemas”, aporta.
Por otro lado, las inundaciones lentas están relacionadas con ascensos de niveles de aguas subterráneas, como las que se tienen lugar en el sur de Córdoba y oeste de la provincia de Buenos Aires, que afectan ciudades y campos durante largos períodos de tiempo.
“Las inundaciones rápidas pueden tener diversas causas, que se suman a las lluvias extremas, como la urbanización descontrolada y la falta de infraestructura de drenaje adecuada o en mal estado. Por esta razón es fundamental implementar medidas de prevención y mitigación que incluye mejorar y mantener la infraestructura de drenaje urbano, la creación de espacios verdes permeables para absorber el exceso de agua y la promoción de prácticas de gestión de residuos para mantener limpios los sistemas de drenaje”, dice Houspanossian, en concordancia con los otros expertos consultados.
El factor climático es determinante, pero no atípico porque tiene una recurrencia más alta de lo normal, según explica Fabián García, director de Defensa Civil de la provincia de Buenos Aires. “Desde la gestión del riesgo, en una amenaza se debe medir la magnitud y la frecuencia; cuando un evento ocurre cinco veces en los últimos cinco años en el AMBA, por ejemplo, estás a tope del nivel de ocurrencia”, sostiene. “Las tormentas severas son una amenaza importante para la provincia, quizás la más grande que tenemos”, agrega.
“Las inundaciones no son todas por la misma causa. Venimos de varios años de sequía y podría haber algunas obstrucciones en diferentes ductos; es una hipótesis que se está investigando. No se puede hacer una obra que aguante 150 mm caídos durante cuatro horas, no funciona así la ingeniería civil”, aporta.
Fortalecer la planificación urbana, mejorar el monitoreo hidrológico y ambiental, y generar protocolos que se accionen ante los sistemas de alerta temprana son parte de las soluciones que podrían implementarse. Todo apoyado en una inversión presupuestaria acorde a las necesidades que demandan los fenómenos actuales.
Más notas de Clima
- 1
Ya tiene fecha el comienzo del juicio a la enfermera acusada de asesinar a seis bebés
- 2
Un vuelo de Aerolíneas Argentinas tuvo problemas cuando pasaba por Río de Janeiro y debió regresar a Buenos Aires
- 3
La advertencia de un psicólogo sobre los festejos en Navidad: “No hay que forzar a nadie”
- 4
En la ciudad. Lanzan un programa para que los mayores de 25 terminen el secundario en un año: cómo inscribirse