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Si estuvieras en medio del océano en un barco, ¿qué harías? ¿Convocarías a una elección para ver cómo pilotear el barco o tratarías de averiguar si hay alguien a bordo experto en hacerlo?
Si elegiste la segunda opción, pensás que los conocimientos especializados son útiles en este tipo de situaciones. No querés que meros aficionados estén adivinado qué hacer cuando se trata de temas de vida o muerte.
¿Y qué opinás cuando se trata de quienes pilotean el gran barco que es un Estado? ¿No sería también más efectivo encontrar a alguien experimentado para que fuera el líder en vez de votar?
Eso es lo que Platón, el gran filósofo de Atenas -la cuna de la democracia-, alegó hace unos 2400 años en el libro VI de La República, uno de los primeros y más influyentes textos sobre casi todo: justicia, naturaleza humana, educación, virtud. Pero también sobre gobierno y política.
Está escrito en la forma de una serie de diálogos, entre ellos una conversación entre Sócrates, su maestro, y algunos amigos sobre la naturaleza de los regímenes y las razones por las cuales uno es superior a otro.
En ella queda en evidencia que su opinión sobre la democracia -en griego “el gobierno del pueblo”- como proceso para decidir qué hacer era poco favorable. Incluso votar por un líder le parecía arriesgado, pues los electores eran fácilmente influenciados por características irrelevantes, como la apariencia de los candidatos; no se daban cuenta de que se requieren calificaciones para gobernar, así como para navegar.
“Los expertos que Platón quería al timón del buque del Estado eran filósofos especialmente entrenados, escogidos por su incorruptibilidad y por tener un conocimiento de la realidad más profundo que el común de la gente”, explicó el filósofo Nigel Warburton en la serie BBC History of Ideas.
*cracia
En esa forma de gobierno era la aristocracia -griego para “el gobierno de los mejores”-, donde unos pocos se pasarían la vida preparándose para el liderazgo, los que se encargarían de dirigir la República, de modo que pudieran tomar decisiones sabias para la sociedad.
“Aunque sus puntos de vista eran indiscutiblemente clasistas, Platón creía que esos aristócratas gobernarían desinteresada y virtuosamente”, explica la filósofa Lindsey Porter en una animación de BBC Ideas. Sin embargo, esta sociedad ideal estaría en constante peligro de derrumbarse.
“Anticipó que los hijos de los hombres sabios y educados se corromperían con el tiempo por los privilegios y el ocio, que terminarían preocupándose únicamente por la riqueza, y la aristocracia se convertiría en una oligarquía, que en griego significa ‘el gobierno de unos pocos’”, señala Porter. Estos nuevos gobernantes ricos y mezquinos estarían obsesionados con equilibrar el presupuesto. La austeridad dominaría y la desigualdad aumentaría.
“A medida que los ricos se hacen cada vez más ricos, cuanto más piensan en hacer una fortuna, menos piensan en la virtud”, escribió Platón. Al crecer la desigualdad, los pobres incultos terminarían superando en número a los que acaudalados. Eventualmente, los oligarcas serían derrocados y el Estado colapsaría en una democracia.
¿Colapsaría?
Para nosotros, tan acostumbrados a escuchar alabanzas a la democracia, suena rara la idea de que en ese recuento de gobiernos que se hunden de formas superiores a inferiores, ocupe el tercer lugar, después de la aristocracia y la oligarquía.
No solo eso: en La República, el Sócrates imaginado por Platón señala que esa democracia, una “forma agradable de anarquía”, a su turno, como cualquier otro régimen, se derrumba por sus propias contradicciones.
Al igual que de la aristocracia nacería la oligarquía y de ésta, la democracia, ese “gobierno del pueblo” a su vez daría luz a la tiranía. Esto porque, así como la búsqueda ciega de la riqueza ocasiona una sed de igualdad, “el deseo insaciable de libertad ocasiona una demanda de tiranía”.
Exceso de libertad
Acá va otro concepto difícil de concebir. Básicamente, la idea es que una vez que la gente tiene libertad, quiere aún más. Si la libertad a cualquier precio es el único objetivo, se produce un exceso de libertad que genera un exceso de facciones y una multiplicidad de perspectivas, la mayoría de las cuales están cegadas por intereses estrechos.
Quien desee ser líder debe entonces halagar a esas facciones, complacer sus pasiones, y ese es un terreno fértil para el tirano, que manipula a las masas para “dominar la democracia”, según Platón.
Es más: esa libertad ilimitada degenera en histeria colectiva. Es entonces cuando la fe en la autoridad se atrofia, la gente se inquieta y cede a un demagogo estafador que cultiva sus miedos y se posiciona como protector.
No obstante...
Los antiguos atenienses tenían una democracia directa, así que el electorado votaba casi todo. Básicamente, referendos interminables. “Hoy en día hay muchas instituciones a la mano que no existían en la época de Platón: la democracia representativa, la Corte Suprema, leyes de Derechos Humanos, educación universal...”, señala la filósofa Lindsey Porter. “Sirven de salvaguardas para controlar el gobierno de una multitud desconsiderada”, añade.
Sin embargo, en los últimos años, la emergencia de líderes del estilo de Donald Trump han hecho resonar las advertencias de La República entre varios analistas, entre ellos el comentarista político Andrew Sullivan, quien en 2017 le dio voz a sus cavilaciones en un impactante video de BBC Newsnight.
Con Platón como su estrella polar, resalta que este tipo de personajes “suele ser de la élite pero está en sintonía con la época. (...) Se apodera de una turba particularmente obediente y tildando de corruptos a sus pares ricos”.
“Finalmente, se queda solo, ofreciéndole a los ciudadanos confundidos, distraídos y autoindulgentes una especie de alivio de las interminables opciones e inseguridades de la democracia (...) y se ofrece a sí mismo como la respuesta personificada a todos los problemas. Y con el público emocionado por él como una posibilidad de solución, una democracia voluntaria e impetuosamente se autoanula”.
Pero hay algo más
Para la filósofa Porter hay algo más que destacar. Aunque la idea de ser gobernados por aristócratas nos haga ruido, de fondo lo que estaba deseando era un liderazgo de personas desinteresadas en los placeres vagos, pues así serían incorruptibles y, gracias a su educación, tomarían decisiones sabias destinadas a la virtud.
Líderes que se preguntarían constantemente: “¿Cuál sería el curso de acción más justo y prudente?”. “Esa es la clave para Platón: tomar decisiones justas, prudentes y sabias. Que gobernara la virtud, no la pasión”.
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