Varios años pasaron desde la publicación de una historia de amor para pensar en ese encuentro milagroso que puede ser eterno...
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A lo largo de los años me tocó escribir acerca de amores, que como una tormenta de verano, llegan a nuestras vidas con una fuerza impactante y se desvanecen no sin dejar las huellas de su potencia arrolladora. También me llegaron historias que trajeron consigo interrogantes, dolor y aprendizajes por momentos duros de digerir. Y, sin dudas, no faltaron aquellos romances donde el tiempo tuvo que correr hasta volver a acomodar las piezas del amor a través de encuentros intensos e inolvidables.
Hace unos días, sin embargo, cuando me llegó un correo electrónico, pensé en ese amor casi milagroso, el de dos almas que se encuentran para compartir una vida entera y que trasciende cualquier fuerza, incluso la muerte.
Con su permiso, les comparto el mail de la protagonista de una historia mínima, un testimonio que me recordó que la vida es esto mismo: amor y dolor combinados; correr riesgos y lanzarnos a aventura con coraje y pasión.
Dice:
Te escribo porque vos, allá en 2018, escribiste la historia de cómo conocí mi marido, ese argentino -gracias a Dios insistente-, que me dio tantos años de felicidad plena. Hoy hace una semana que mi amor partió de ese mundo.
Estaba diagnosticado con cáncer desde septiembre y luchó bravamente, pero la enfermedad no le dio chance, fue muy agresiva y se lo llevó sin ni siquiera poder iniciar un tratamiento. El 20 de marzo cumpliríamos 20 años de casados. Fui muy, pero muy feliz con él... es mi alma gemela, el amor de todas mis vidas, pasadas y futuras, tengo certeza de eso.
Bueno, cuando vos relataste nuestra historia, él se puso muy contento, ¡quedó tan linda! Lloramos juntos al leerla, felices por ser protagonistas de esa bella historia. Te mando un beso grande y mi agradecimiento una vez más.
Cariños,
Céia, la brasilera curiosa
En honor a ella y a su argentino insistente, acá les comparto esta historia mínima, que nos recuerda que el amor es motor:
“Por qué no falas conmigo?” La historia de una brasileña curiosa y un argentino insistente
“Oi tudo bem?” Nilcéia observó la ventana que se había abierto repentinamente en su computadora con bastante fastidio. Ella, una brasileña de 39 años, que vivía en Joinville al norte de Santa Catarina, estaba sumida en una charla virtual muy interesante con otro señor y no tenía intenciones de desviar su atención hacia una nueva conversación. Pero el hombre era insistente: “¿Estás ocupada?”, le escribió en español. “¡Pero qué fastidio!”, pensó Nilcéia y procuró ignorarlo.
Ella era técnica en enfermería y trabajaba en el sector psiquiátrico del hospital público de su ciudad. Se había bajado una aplicación social específica, porque deseaba saber cómo era el trabajo en psiquiatría en otros países y, con tal fin, comenzó a buscar profesionales en enfermería para charlar e intercambiar ideas sobre el asunto.
"¿Por qué no falas conmigo?", allí, nuevamente, la fastidiosa ventana; Nilcéia la cerró una vez más y continuó con su charla. Estaba en plena conversación con un portugués, enfermero jubilado, que había trabajado en la guerra de las Malvinas. "La guerra es tan injusta", le estaba diciendo, "Son muchos los soldados que terminaron con serios problemas psiquiátricos y para mí fue todo un desafío". Ella quería saber más acerca de la guerra y sus secuelas y, por ello, continuó ignorando, con enojo, una y otra vez, a ese otro hombre tan obstinado que le cortaba la charla.
Entonces, aquel enfermero jubilado sentado en algún rincón de Portugal, anunció que debía salir a cenar, le dijo adiós y se fue. Y, al segundo, la otra ventana y la insistencia: "¿Por qué nao falas conmigo?"
Las charlas eternas
“Mmmm, vamos a ver qué quiere este pesado”, pensó Nilcéia, sin olvidarse de chequear su perfil. Este decía: argentino, viudo, 46 años y con deseos de entrenar el idioma, porque estoy realizando un curso de portugués. De pronto, esos detalles despertaron su curiosidad. “Ok”, se dijo ella, “Puede resultar interesante” y empezaron a conversar. Ella con su nick Mulher y él, como Luis.
"Charlamos, charlamos y charlamos", cuenta Nilcéia con una sonrisa, "La cosa comenzó a ponerse cada vez más interesante. Él se percibía tan dulce, tan amable y, como no teníamos cámara ni audio en la compu, me dio su número de teléfono celular y el fijo".
De forma natural y fluida, empezaron a llamarse el uno al otro y a escribirse cartas, de puño y letra, y a enviarlas como en otros tiempos. Por correo, a Nilcéia también le llegaban regalos que le sacaban una sonrisa cada vez. "Y, finalmente, decidimos enviarnos fotos para saber cómo éramos físicamente", recuerda ella, "Me enamoré o, mejor dicho, ya estaba enamorada y él también".
El intercambio de cartas y llamados duró un año, hasta el día en el que él le anunció que estaba yendo a conocerla personalmente. "Quiero también conocer a tu familia, quiero casarme con vos...", lanzó con determinación. Nilcéia jamás había sentido tantas mariposas en el estómago en su vida.
Verte por primera vez
“Y fue así que, el 8 de abril de 2002, lo esperé en la Rodoviária de Camboriú”, cuenta emocionada, “Llegó y nos reconocimos enseguida. Nos saludamos con un abrazo y una emoción tan grande, que parecía que ya nos conocíamos desde hacía muchos años. ¡Fue hermoso!”
Ese día, ella lo llevó a conocer a su familia, que lo esperaba con un rico asado y pasó por los ojos analíticos de todos los hermanos y cuñados “Tengo ocho hermanos: tres hombres y cinco mujeres”, dice Nilcéia entre risas, “Lo aprobaron”. Y, tiempo después, fue el turno de ella de tomar coraje y conocer a la familia de él en Argentina: a los suegros, la cuñada y a las tías curiosas; por suerte, pasó la prueba con éxito.
Dos años después, se casaron en Brasil, un 12 de marzo del 2004. "Y el 20 de mayo de ese mismo año nos casamos en Argentina, donde nos quedamos. Todo fue perfecto, como en un cuento de hadas", cuenta ella conmovida.
El amor, al día siguiente
Sin embargo, después del final feliz en el cual los amantes vencen las distancias y sellan su historia de romance épico, llega el primer día del resto de sus vidas, ese lado b de las historias que pocas veces se narran: el desafío de amarse en la cotidianidad.
"Para mí fue muy difícil", confiesa Nilcéia. "No es sencillo el tema del desarraigo, dejar las raíces, la familia de origen y las costumbres. Y, por sobre eso, me costó muchísimo comunicarme, ya que el idioma me resultaba muy complicado. Pero con mucha dedicación, lo pude aprender bastante bien y por lo menos hacerme entender. También aprendí a tomar mate amargo con torta frita. ¡Me encanta!", y se ríe.
Luis y Nilcéia superaron los años difíciles gracias al constante apoyo mutuo, marcado por el compañerismo y el respeto. Para ella, el amor sostenido y sincero de su familia política también fue clave: “Hace cinco años que mi suegra ya no está entre nosotros y hace poco más de un mes que mi suegro también partió. Ellos fueron muy buenos conmigo, cumplieron con lo que les había prometido a mis padres cuando me vine a vivir aquí, a San Lorenzo: `No se preocupen, nosotros vamos a tratarla como una hija más´, les dijeron. Y así fue como se convirtieron en mis padres argentinos. Soy feliz por haber tenido el privilegio de convivir con tan buenas personas.”
Los padres de Nilcéia, él de 91 y ella de 88 años, van a cumplir 70 años de casados y también recibieron siempre con mucho amor a Luis en su familia. Ella siente que no puede pedir nada más en la vida. “Llevamos 14 años de casados, muy enamorados y felices. Cada día agradezco que, tantos años atrás, el hombre de mi vida me haya abierto esa ventana insistente, una y otra vez. Gracias a eso, fui bendecida con el mejor marido y dos familias maravillosas, una en Brasil y otra en Argentina”.
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