Por qué los problemas con las residencias médicas pueden poner en jaque a todo el sistema de salud
Este año como ninguno otro, hubo pocos aspirantes para las especialidades sensibles, como terapia intensiva; los bajos sueldos y la sobreexigencia, las otras deudas
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El reclamo salarial con el que los residentes de los centros de salud salieron a la calle en las últimas semanas es la punta de un iceberg que está activando alarmas en un sistema sanitario con recursos humanos en crisis y que la pandemia de Covid-19 colaboró en detonar.
A las renuncias sostenidas de especialistas, las dificultades en varios distritos para la renovación generacional de los cargos y el poliempleo de los profesionales, este año quedaron vacantes cargos de residencia o estuvieron a punto de estarlo como nunca antes, aun en centros de referencia para la formación laboral y en áreas sensibles, como pediatría, terapia intensiva, neonatología o clínica médica.
Esto, como vienen relatando los profesionales, agrava aún más las condiciones de trabajo, con un aumento de la carga de tareas y horarios frente a una demanda de servicios con igual tendencia.
Con el reclamo salarial que llevan adelante los residentes, están haciendo público los problemas que “ponen en tensión el sistema de educación y de salud”, define Isabel Duré, exdirectora nacional de Capital Humano del Ministerio de Salud de la Nación y especialista en recursos humanos en salud.
“Desde hace años –indica–, se discuten las condiciones de la formación de los residentes. Resolverlo es un problema complejo porque la residencia es un sistema especial porque se da en el trabajo: requiere una estructura docente y una metodología que oriente la práctica formativa en una situación no planificada, como es la atención de un paciente. Hoy, hay un deterioro en esa estructura formativa porque muchos de los mentores se están jubilando y los profesionales más jóvenes van de un trabajo al otro con el multiempleo. En ese contexto, los residentes no solo quedan sin una adecuada estructura para su formación sino que se ven sobreexigidos en su trabajo.”
Duré, con experiencia también en las carteras sanitarias porteña y bonaerense, señala que las residencias públicas se gestionan desde los sistemas de salud provinciales, con cupos que tienen distintas fuentes de financiamiento. Afirma que hay provincias que están pensando en cambiar los reglamentos. Insiste, a la vez, en que “hace falta que todos los actores del sistema de residencias se sienten a hablar para fortalecerlo en forma articulada desde la formación de grado hasta el posgrado”.
Más vacantes que aspirantes
Este año, de acuerdo con registros oficiales presentados al Consejo Federal de Salud (Cofesa), rindieron examen 7388 egresados de carreras de ciencias de la salud para adjudicar 8249 vacantes, entre residencias y concurrencias, en 72 especialidades, 3111 centros acreditados y con financiamiento de la Nación y las provincias a través de los ministerios de Salud, universidades, instituciones y privados.
Eso se traduce ya en un 10% menos de aspirantes. En 17 distritos, la cantidad de profesionales que rindieron el examen de residencia fue menor que los cupos disponibles. En este momento, los hospitales y los centros con residencias que quedaron vacantes están en el proceso de readjudicación. La Ciudad, la provincia de Buenos Aires y la Nación, con el 47% de todas las vacantes, tienen un concurso unificado.
En las ocho especialidades consideradas prioritarias para el sistema sanitario, apenas la mitad atrajo más candidatos que los cargos ofrecidos: cirugía general, tocoginecología, anestesiología y enfermería.
Sin embargo, para clínica médica concursaron 530 egresados para 624 puestos, en medicina general y familiar lo hicieron 188 para 538 cargos y en terapia intensiva, 133 para 292 vacantes. En pediatría, neonatología y terapia intensiva infantil, la diferencia fue de casi la mitad: rindieron examen 464 postulantes para los 919 lugares concursados. En un centro de referencia para la especialidad, como es el Hospital de Niños Sor María Ludovica, de La Plata, por ejemplo, se ocuparon apenas cuatro de las 25 vacantes que estaban disponibles, comparado con 15 cupos cubiertos el año pasado, según se pudo conocer.
En salud mental, un área en la que se dispararon las consultas y las urgencias con la pandemia, la oferta de cupos para los licenciados en psicología fue de casi la mitad (237) que el número de aspirantes (439), mientras que se presentaron al examen de residencia 153 psiquiatras para 225 cargos abiertos, siempre de acuerdo con los datos oficiales.
LA NACIÓN se comunicó al respecto con la cartera sanitaria nacional, pero no hubo respuesta al cierre de esta nota. Con los registros de 2019, la Dirección Nacional de Talento Humano y Conocimiento había informado sobre “una cobertura deficitaria” de las vacantes en medicina general y familia, pediatría y neonatología.
“Hay una crisis de los ingresos a los cargos que es multifactorial. Tiene que ver el ingreso económico, el clima institucional, el descanso, la carga horaria y los beneficios familiares, que no están cubiertos en todos los distritos. Esto genera tensión entre el mundo del trabajo y la formación en medicina”, indica Marcelo García Diéguez, profesor del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Sur y exdirector nacional de Capital Humano. “En otros países -continúa-, donde las residencias dependen de las universidades, el proceso es más claro porque tiene las reglas del mundo de la educación. Acá, los residentes son, en cambio «empleados del hospital», con prácticas gremiales del mundo laboral que hacen perder de vista la formación. La residencia es una inversión para el futuro profesional y, en las condiciones actuales, los profesionales jóvenes no lo ven así en la Argentina.”
¿La atención descansa hoy en los residentes? “Hace muchos años que son la base de la pirámide hospitalaria -responde-, con carreras en esa estructura que no promueven la dedicación exclusiva. El resultado es un sistema en que, por la tarde, el que queda atendiendo es el residente. Cuando se les pregunta cuánto tiempo tienen de supervisión, más de la mitad dice que no es completa todo el tiempo.”
Y evalúa que, en parte, la crisis del sistema de salud tiene que ver con una carrera hospitalaria que falta y el multiempleo, “que genera preferencias por dedicaciones parciales de los médicos de planta”, según define.
Año récord
Este, según dice Sebastián Goin, integrante de la Asamblea de Residentes y Concurrentes de la ciudad de Buenos Aires, fue un año récord en la menor cantidad de aspirantes que se presentaron para cubrir cupos. Él ingresó a la residencia posbásica en cuidados paliativos en el Hospital Tornú, luego de cuatro años de residencia en medicina general y de familia en el Argerich.
“Las cifras indican que ni siquiera con todos los profesionales que se presentaron a rendir examen este año, se podrían haber cubierto todas las vacantes disponibles -comenta el profesional-. De los últimos 10 años, este fue el peor para el sistema de residencias. Una proyección hecha por el Ministerio de Salud indica que, de seguir la tendencia, en 10 años no se cubrirían los puestos en áreas como medicina general, terapia intensiva y pediatría, con neonatología en una situación aún peor.” Y agrega: “Hoy, para nosotros, las condiciones de trabajo, el salario y la violencia dentro del sistema, entre otros problemas, hacen poco atractiva la elección.”
Eso coincide bastante con el diagnóstico de situación que repasaron el mes pasado, en la reunión del Cofesa en Puerto Madryn, los ministros de Salud. El listado oficial de “problemas” incluye también un alto porcentaje de renuncias, una distribución desigual de los recursos, las diferencias salariales entre los distritos y una “situación crítica” de la acreditación de los centros que participan del sistema nacional de residencias.
De acuerdo con la Dirección Nacional de Talento Humano, apenas un 11% de las 3111 sedes están al día con la acreditación o reacreditación, de acuerdo con las normas que regulan el Sistema Nacional de Acreditación de Residencias del Equipo de Salud. Y un residente de primer año de pediatría en el Hospital Elizalde, de la ciudad, ganó de bolsillo en septiembre poco más de $120.000, como publicó LA NACION, mientras que uno igual antigüedad y tareas en el Hospital Garrahan, pero con financiamiento nacional, recibió un sueldo neto de $150.000. Una diferencia entre ambos empleadores del sector público de $30.000.
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