Una investigación que analizó más de 1,3 millones de casos afirma ser “la primera que aborda la concordancia de sexo entre cirujano y paciente y los resultados quirúrgicos”
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Si sos mujer, realmente deberías considerar que tu cirujano también lo sea; podría salvarte la vida. Esto se debe a que las mujeres tienen un 32% más de probabilidades de morir cuando las operan cirujanos varones en comparación con las cirujanas, según un estudio reciente.
Si bien el sexo del cirujano hizo muy poca diferencia para los pacientes masculinos, el estudio también encontró que las mujeres tenían más probabilidades de experimentar complicaciones y ser reingresadas en el hospital dentro de los 30 días si su cirujano había sido un hombre. ¿Pero por qué?
El médico que dirigió el estudio (publicado en la revista especializada JAMA Surgery), Christopher Wallis, no está seguro. Wallis dijo a la BBC que aún no tienen una explicación para estos hallazgos, pero que están trabajando en ello. Así que les preguntamos a varias cirujanas qué opinan sobre por qué una mujer podría estar más segura en sus manos.
Percepción del dolor
El estudio analizó más de 1,3 millones de pacientes tratados por 2937 cirujanos en Ontario, Canadá, entre 2007 y 2019 y afirma ser “el primero que aborda la cuestión de la asociación entre la concordancia de sexo entre cirujano y paciente y los resultados quirúrgicos”.
No hace afirmaciones definitivas acerca de por qué a las pacientes mujeres les puede ir peor con los cirujanos hombres, pero apunta posibles explicaciones de otra literatura médica disponible.
Una sugerencia del estudio que podría explicar los hallazgos es que existe una diferencia significativa en la percepción del dolor: los médicos varones “subestiman la gravedad de los síntomas en las pacientes”.
Oneeka Williams, uróloga de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts en Boston, EE.UU., está de acuerdo. “Creo que hay un sesgo masculino de despreciar las quejas femeninas. Es probable que piensen que las mujeres son más ansiosas e histéricas y, por eso, prestan menos atención a las quejas posoperatorias. Las quejas se descartan, el dolor se minimiza y la gravedad de la enfermedad es a menudo descartada e ignorada”, le dijo a la BBC.
Jennifer Svahn, cirujana vascular de la Northwell Health University en Nueva York, está de acuerdo. Svahn piensa que la elevada tasa de mortalidad puede deberse a que “los cirujanos hombres tienen más probabilidades de invalidar o marginar las preocupaciones y los síntomas de una paciente mujer”.
Actitudes
Nancy Baxter, cirujana colorrectal del St. Michael’s College Hospital de la Universidad de Toronto, también cree que “las personas tienden a menospreciar el dolor en las mujeres más que el dolor en los hombres”, pero sugiere que también pueden estar en juego otros factores.
“Cuando ves al paciente, ¿qué tipo de decisiones tomas como cirujano? ¿A quién llevas al quirófano? Existe la posibilidad de que haya diferencias entre los cirujanos en términos de su sexo y cómo tratan a los pacientes hombres y mujeres”, le dijo a la BBC.
La médica citó literatura que evalúa a pacientes con problemas cardíacos que muestra que las cardiólogas manejan a las pacientes mejor que los cardiólogos hombres, lo que redunda en mejores resultados. Pero luego, también señala las diferencias en las actitudes hacia los cirujanos hombres y mujeres.
“Durante la operación, sabemos que las mujeres cirujanas son castigadas por malos resultados, si es que obtienen malos resultados. Es más probable que tengan una disminución en sus referencias, es menos probable que se les perdone por un mal resultado”, señaló. Y añadió: “Y los malos resultados se atribuyen a su habilidad, mientras que en los cirujanos hombres, los malos resultados se atribuyen al azar, a la mala suerte”.
“Así que las mujeres cirujanas tienen que desempeñarse mejor para ser consideradas iguales”.
Comunicación
Otra explicación subyacente podría ser la “inteligencia emocional, la empatía y las habilidades comunicativas más fuertes de las mujeres”, como expresó Williams.
Kim Templeton, cirujana ortopédica del Centro Médico de la Universidad de Kansas, cree que la forma en que sus colegas mujeres abordan a sus pacientes puede ayudar a explicar las diferencias. También, la relación médico-paciente es necesaria para que las personas se sientan cómodas al revelar información que podría ser crítica para hacer un diagnóstico y recomendar un tratamiento, dijo. Y agregó: “Permite un mayor diálogo sobre las preocupaciones de la cirugía y abordarlas de forma temprana”.
De hecho, estudios previos encontraron que la relación e interacción médico-paciente puede sufrir si la paciente es mujer y el médico es hombre. Sin embargo, es posible que los problemas de comunicación no dependan únicamente del médico. El estudio de Ontario señala que las pacientes pueden subestimar el dolor posoperatorio y las complicaciones a los hombres, y Svahn está de acuerdo. “Las pacientes posiblemente se sientan menos intimidadas por las cirujanas. Por lo tanto, es más probable que se comuniquen abiertamente y cumplan más con las instrucciones”, dijo.
“Me veo como cirujano”
La discriminación de género en un campo que es dominado por hombres ha sido reconocida desde hace tiempo y puede ser un factor para que las mujeres abandonen la profesión.
En 2015, las cirujanas recurrieron a Twitter para desafiar esta situación con la consigna “#ILookLikeaSurgeon” (#meveocomocirujano). Todavía hoy, el hashtag tiene muchos mensajes sobre cómo las mujeres en la profesión son confundidas rutinariamente con un rol diferente, con casi cualquier cosa que no sea una cirujana.
Williams dice que a las cirujanas se les recuerda constantemente su género. “La mayoría de los pacientes y el personal asumen que soy todo menos la cirujana”, contó. “Las suposiciones más frecuentes son que soy la asistente médica, secretaria, dietista y, si tengo suerte, la enfermera”, dijo, y agregó: “En los casos más evidentes, incluso después de haberme presentado al paciente, discutido el diagnóstico, el enfoque quirúrgico y los riesgos y beneficios, el paciente preguntará: ‘¿Quién va a hacer mi cirugía?’”.
Williams cree que las cirujanas necesitan “rendir mucho más para probar sus capacidades” y sugiere que esto también podría ser un factor para explicar los hallazgos del estudio.
“Creo que los pacientes todavía tienen la creencia estereotipada de que los cirujanos hombres son superiores. Somos muy conscientes de nosotras mismas y nos acercamos a cada paciente con la presión adicional de tener que disipar las percepciones de que somos inferiores a los cirujanos hombres. No podemos darnos el lujo de cometer errores”, sostuvo.
Desequilibrio de género
Si bien Wallis, el autor principal del estudio, enfatiza que este muestra una tendencia en la población y no significa que a una paciente necesariamente le irá peor con un cirujano hombre, también ilustra la cruda realidad de la cirugía: en los más de 1,3 millones procedimientos analizados, la paciente era mujer más del 57% de las veces, pero el cirujano menos del 11% de las ocasiones.
Esta relativa falta de cirujanas es algo que lamenta Svahn. “El tratamiento de cualquier paciente por parte de una cirujana no debería estar limitado por el hecho de que simplemente no hay suficientes mujeres en ese campo”, dijo.
“Si es cierto que a las pacientes les va mejor de manera constante y predecible con cirujanas, por el motivo que sea... necesitamos que las mujeres cirujanas en todos los campos quirúrgicos estén disponibles y sean accesibles para las pacientes”.
Fiona Myint, vicepresidenta del Colegio Real de Cirujanos de Inglaterra, reconoce la necesidad de mejorar el equilibrio de género en la cirugía. “En Reino Unido, más hombres que mujeres eligen comenzar a formarse en cirugía. Las mujeres representan el 41% de esta especialidad en etapa inicial, pero solo el 30% de los aprendices superiores y el 14% de los consultores”, señala.
Es probable que las mujeres que permanecen se enfrenten al sexismo en el lugar de trabajo; Williams dice que es una experiencia casi cotidiana para ella.
Una noche, tarde, recuerda que la llamaron a la sala de emergencias para ver a un paciente hombre. Para que se sintiera cómodo, el enfermero bromeó con él y le aconsejó que “se controlara y no coqueteara con ella”. “Me había reducido a un objeto de la manera más misógina e invitó a este paciente a que no me viera como la cirujana, sino como una mujer a la que podía faltarle el respeto y cuyos límites podía violar”, relató.
Superar el sexismo y el sesgo de género será crucial para atraer a más mujeres a la profesión y convencerlas de que se queden. Pero por ahora, parece que Baxter tiene razón cuando señala que “cuando la gente piensa en cirujanos, piensa en hombres”.
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