¿Por qué empezar a analizarse? “Google no sabe más de vos que vos mismo”, los dilemas de los psicólogos en la pospandemia
Este fin de semana se reúnen unos 1400 psicoanalistas de orientación lacaniana para debatir sobre las nuevas demandas que desbordan por estos días sus consultorios
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Nunca había estado en ese lugar. Sergio F., de 53 años, docente, no había creído necesitarlo antes. Sus dilemas, sus preguntas encontraban respuestas en una sencilla charla con amigos. Pero después de la pandemia, sintió que la carga de la angustia era tan grande que no alcanzaba a manejarla. Entonces, decidió pedir ayuda profesional. Lo mismo ocurrió con muchas personas después de la pandemia. “¿Por qué empezar a analizarse?”. Esa es la pregunta con la que miles de psicólogos de orientación lacaniana se reunirán este fin de semana, en el XI Encuentro Americano de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana (Enapol), que reúne a 1400 especialistas de todas las escuelas lacanianas del continente. Y la pregunta subyacente es cómo dar respuesta a las nuevas caras con las que se presenta la angustia en los pacientes, en una demanda creciente que hace que muchos profesionales tengan lista de espera en sus consultorios.
“Los psicoanalistas trabajamos con un material cambiante, que es la subjetividad. Ahí, la pandemia impactó enormemente. Por eso, este año, decidimos poner el foco en el inicio del análisis, en las entrevistas preliminares, en la posibilidad de que se produzca un análisis o no. Porque no todo el paciente que llega a los consultorios logra avanzar hacia un análisis”, apunta Jorge Assef, presidente del Enapol y miempro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
“Estamos viviendo un aumento de las consultas en la pospandemia, creo que está más popularizado la posibilidad de hacerse preguntas. Nosotros, como argentinos y sobre todo como porteños tenemos una vocación expositiva, darle la vuelta y preguntar abiertamente en relación a los conflictos. No somos reservados en nuestras ideas. Y eso es una buena base. Hoy el sufrimiento psíquico no es un tema tabú, porque se entiende que es un problema”, apunta Betiana Nagorny, directora general del XI Enapol.
¿Por qué alguien llega a una primera consulta? “La persona viene buscando que se produzca una transformación. El motivo activo de la entrada en análisis puede ser un pretexto, pero hay un deseo de un querer ser diferente, o formularse preguntas acerca del propio deseo. Y para eso se necesita de un analista, que es alguien sin prejuicios, que no espera normalizar la vida de nadie, sino ayudarlo a encontrar ese deseo”, explica Ricardo Seldes, presidente de la Federación Americana del Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana (Fapol).”Este año decidimos volver a la pregunta por qué analizarse, para analizar los modos y los cambios que se experimentaron en estos años. Y preguntarnos cómo recibir las nuevas angustias que hacen sufrir tanto a los niños, a los adultos y a los adultos mayores”, apunta.
El debate que convoca a los psicólogos, explican los organizadores, es “cómo se formaliza el pasaje de la demanda”. Esto es, hoy los pacientes que llegan a los consultorios vienen buscando algo distinto que los pacientes de otras épocas. El pedido, explican, ligado a reducir el sufrimiento no es, como tal vez era en los años 90, fecha en la que se debatió por última vez en estos encuentros el inicio del análisis, “quiero analizarme para conocerme o entenderme”, sino que es una demanda más puntual: “me pasa esto y necesito reducir la angustia”.
El paciente que se “autogooglea”
“Hasta fines de los 80, un paciente llegaba al consultorio y el profesional gozaba de respeto. Se venía a ver a alguien que encarnaba un saber, y ya la consulta era un alivio. La palabra de ese profesional tenía un peso y un valor de orientación directo. Hoy, los pacientes llegan habiendo googleado muchos de sus síntomas, y con toda una idea de lo que les pasa y del tratamiento que deberían hacer. E incluso muchos exigen la virtualidad de la consulta como condición”, apunta Assef.
“Los psicoanalistas escuchamos. El paciente sabe cosas sobre sí mismo. Pero no siempre tiene en claro lo que sabe sobre sí mismo. Cuando va hablando, va desplegando una cantidad de información y es en la interacción con el psicoanalista, cuando esa información se pone en orden, se escucha distinto. Es un saber singular, que está en él, no lo tiene que ir a googlear. Google no te va a decir más de vos de lo que vos podés descubrir de vos mismo haciendo una experiencia analítica”, agrega Assef.
El paciente que hoy llega a los consultorios tiene características distintas, explican. El impacto de la pandemia fue enorme. Pero mayor fue y está siendo la pospandemia. Porque la salida de la pandemia significó volver a poner el cuerpo en los escenarios existentes de una forma distinta. Y fue justamente esa salida a una vida anterior pero muy distinta donde se generaron tantos síntomas y angustias, fobias, inhibiciones.
Desbrujulados
“Tenemos un aumento en la cantidad de consultas, que es notable. Quien está satisfecho no busca un analista con quien descifrar su inconsciente. Esto significa, como signo de época que las insatisfacciones han aumentado. Se ven más casos de urgencias, con menos recursos, más complicados. La buena noticia es que los analistas estamos también en las trincheras para dar respuesta a esos casos de urgencia. Hoy, las consultas reflejan lo que no funciona en la vida de cada uno. Aparecieron nuevas consultas, de personas que se vieron obligadas a abandonar su manera de vivir. El arreglo singular que les había permitido sostener su existencia, sus vínculos y su sustento. La pandemia produjo un resquebrajamiento de la vida familiar. Para muchos adultos, esto dejó una enorme sensación de soledad y depresión. La suspensión del encuentro con los pares significó que muchos adolescentes quedaron desbrujulados”, apunta Seldes. “Entendermos que el mejor remedio para la depresión es que uno pueda reencontrarse con sus deseos, más allá de las variadas y duras exigencias de la época, que exige a todos gozar de las producciones del mercado”, agrega.
La demanda de inmediatez y alivio sintomático
Todo eso es lo que hoy desborda los consultorios. Pero no solo es el impacto postraumático. También es la forma en que se pide ayuda, con una demanda de mayor inmediatez, con una necesidad de despejar pronto síntomas y con condiciones tales como la virtualidad en la consulta. La gente llega buscado una ayuda puntual. Deciden empezar análisis, pero llegan con demandas muy puntuales, de soluciones rápidas y respetuosas a su modo de sufrir. La gran demanda para los psicoanalistas es cómo estar a la altura de la época.
“El paciente que descubrió sus síntomas, te dice qué necesita, y también te dice cómo va a ser la terapia. Entonces, el rol del terapeuta, es correrse de ese lugar e interactuar con esta realidad. Suponer que uno, como paciente sabe la solución e ir a un profesional para que le prescriba lo que uno ya piensa que debería curarlo, es un poco desconocer que hay una parte de nosotros mismos a la cual no tenemos acceso, y que cuando creemos que la entendemos o que la sabemos, en realidad caemos en la trampa de la neurosis, de lo que nosotros llamamos neurosis: un laberinto que nos hace creer que entendemos algo y que entonces sabemos cómo manejarlo, pero en realidad no.”, dice Assef.
Justamente, uno de los temas de este encuentro, del que participan unos 1400 psicoanalistas lacanianos de todo el continente en el Marriot Hotel, es cómo lograr en estas condiciones que las consultas preliminares que reciben los especialistas puedan abrir paso a un verdadero análisis. Porque no siempre al concurrir al consultorio del psicólogo se logra establecer la “transferencia”, dicen los psicólogos y esto es un enorme desafío para esta época. Transferencia es el concepto que utilizan para denominar el amor por querer saber. A querer entender qué produce ese síntoma, no solo a buscar una solución. A veces, cada vez más en este tiempo, aparece el síntoma sin que se logre la transferencia, explica Nagorny. Llegan los pacientes al consultorio, buscando apagar el síntoma, pero sin las ganas de entender qué lo produce. El gran desafío de los psicoanalista es cómo meterse en el mundo del paciente para guiarlo a querer saber.
Incluso, se explica, muchos llegan con el planteo del tipo, “no sé si tengo ganas de conocer las causas o cómo funciona”, o “no tengo tantas ganas de conocerme a mí mismo”. Esa es una de las respuestas que cierra la posibilidad de avanzar hacia un análisis. Sin no aparece el querer saber en el paciente, el objetivo del psicoanálisis no se va a cumplir.
Para abordar estos dilemas, los psicólogos lacanianos organizaron ocho duplas de investigación, de los distintos países que participan, que se dedicaron a investigar en cada nación las características con las que los nuevos pacientes llegan a los consultorios. Además, 430 expositores compartirán sus trabajos en relación a estos dilemas. Los organizadores explican que este año, la investigación apunta a ubicar ciertas operaciones que van a abrir la posibilidad de un análisis o no.
No culpen a la pandemia
La respuesta universal que atribuye a la pandemia la razón de todos los pesares y todas las angustias es otro de los escollos que los analistas deben sortear, haciendo foco en las características individuales y en las subjetividades. “La interpretación única del impacto de la pandemia no sirve. Vemos personas que en ese confinamiento tan profundo entraron en depresión y otras personas que en las peores condiciones, explotaron su potencial, sacaron una fuerza distinta y florecieron. Tomarse el trabajo de investigar y entender cada subjetividad es más complejo que dar una pastilla universal para el que se siente ansioso. Pero ese es el objetivo del psicoanálisis”, dice Assef.
“La pandemia y la pospandemia han sido traumas que modificaron nuestras vidas. Nadie puede permanecer indiferente. Sin embargo, desde el psicoanálisis, nos preguntamos cómo nos afecta a cada uno de una manera singular. En qué detalle o en qué cuestión a alguien se le generó un dilema que lo desbalancea de su vida habitual, de tal manera que se le arma una pregunta en torno a algo de su vida, de su matrimonio, de su ser hijo, de su ser padre, de su trabajo. Ese es el momento, desde ese padecimiento singular, cuando alguien consulta. Por eso, si bien la pandemia fue para todos, específicamente a nosotros lo que nos interesa ubicar es qué fue para cada uno. Lo particular. Cada uno necesita un desarrollo singular. No sirven las respuestas prêt-à-porter, o iguales para todos, sino que nos embarcamos junto con cada consultante en la aventura de ir por sus propios desfiladeros a buscar las determinaciones y los desencadenantes propios”, apunta Nagorny.
¿Sufrimos distinto de la pandemia a esta parte? “Los grandes temas freudianos (Lacán era un gran discípulo de Freud, aclara), la muerte, el dolor, el cuerpo, la enfermedad, el amor siguen estando ahí. Son los grandes temas que nos complican a los seres humanos. La paternidad y la maternidad, los enredos en la pareja, la sexualidad. Lo que se pone en cruz en cada tiempo, son los modos en que cada época trata de encontrarle una solución universal a esos temas. Por ejemplo, vía la conducta represiva de la época victoriana o vía el empuje de la época capitalista, hay que probarlo todo, tener experiencias de todo tipo, no dejar de experimentar nada. La cuestión es que todas las fórmulas universales de la felicidad fracasan, porque los seres humanos somos seres singulares. Donde aparece este fracaso, aparece el síntoma y el malestar. Y ahí la demanda del psicoanálisis”, apunta Assef.
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