Los investigadores dicen que, particularmente en la pubertad, estos sentimientos profundos son impulsados por un cóctel químico que actúa en nuestros cuerpos y cerebros
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A Kate el amor la sorprendió en 1989, cuando tenía 17 años y estaba de vacaciones con su madre y su mejor amiga en Devon, Inglaterra. En un par de meses iba a comenzar su primer año en la escuela de arte, pero ese día la prioridad era almorzar, así que fueron a un pub. “La vi en la barra y noté que me sonrió”, recuerda Guenther. “Él estaba comiéndose un postre y me vio, pero estaba más interesado en terminárselo”, dice ella.
“Era un pudín de ciruelas con crema cuajada… ¡Estaba delicioso!”, prosigue Guenther, que era de Baviera. Y agrega: “Recuerdo que tenía un vestido negro. ¡Y qué sonrisa! Me quedé boquiabierto. Y le dije: ‘Vamos a tomar un café’”.
“Al día siguiente, estábamos caminando por el muelle y él me tomó de la mano, se volvió hacia mí y me besó. Fue romántico. Fue dulce. Fue el primer beso perfecto”. “Inmediatamente, me enamoré de ella, pero dos días después tuve que volver a Alemania”.
En cuestión de horas, 1500 kilómetros se interpusieron entre Kate y Guenther. Sabían que se iban a mantener en contacto, pero en ese entonces era mucho más difícil. No había teléfonos móviles, ni correos electrónicos, ni SMS. Era un mundo de teléfonos fijos, cabinas telefónicas o correo postal.
Guenther estuvo con Kate en Inglaterra para darle la bienvenida al nuevo año y regresó para su cumpleaños número 18. Cuatro meses más tarde fue el turno de Kate de visitarlo en Alemania. Pero esta vez fue diferente. “Estábamos juntos en la cama y él dijo: ‘Tenemos que encontrar la manera de estar juntos. ¿Vendrías a Alemania?’”, dijo él.
Guenther había intentado diferentes formas de mudarse al Reino Unido, sin éxito. La decisión recayó sobre Kate: “Lo llamé para decirle que no. Fue la decisión más difícil de mi vida, y nunca le dije por qué. Mi mamá no quería que me fuera y además en ese momento yo no sabía qué quería hacer con mi carrera. Fue desgarrador”.
“Ella me regaló su camisola con su aroma y la guardé durante años. Un día, desafortunadamente, simplemente se desvaneció”, recuerda él. Siguieron escribiéndose - ”simplemente no podíamos decir adiós” - , pero en 1993 perdieron el contacto por completo.
Cerebro adolescente
No hay nada como el primer amor. Podemos llegar a amar a varias personas y tener relaciones tremendamente significativas en nuestras vidas, pero esa chispa inicial es algo misterioso y profundo. No importa cuánto tiempo haya pasado, simplemente se siente diferente.
Pero para entender por qué estos primeros amores son tan únicos, tal vez sea buena idea mirar dentro de nuestros cerebros en lugar de solo nuestros corazones. “Mi investigación analiza los recuerdos de las personas a lo largo de toda su vida”, dice Catherine Loveday, profesora de Neuropsicología en la Universidad de Westminster.
“Entrevisté a personas de entre 80 y 90 años y algunos de sus recuerdos más importantes son sobre esas primeras relaciones”, agrega. Su investigación actual se centra en la memoria autobiográfica y cree que la adolescencia es el terreno perfecto para incrustar los recuerdos más vívidos.
“El cerebro está en su mejor momento para registrar información: cuando estamos en ese punto, podemos formar recuerdos muy, muy claramente. Además, el cerebro registra mejor cualquier cosa que sea altamente emocional: si algo sucede por primera vez o tiene un nivel muy alto de recompensa o incluso un alto nivel de dolor, nuestro cerebro dice: ‘Necesito recordar eso’, y los primeros amores tienen todo eso en abundancia. Encima, cada vez que recordamos esas experiencias, reforzamos esas vías neuronales en el cerebro”, explica.
Teniendo en cuenta lo formativas que son estas experiencias no se pueden desestimar. Lo que sabemos ahora por la neuropsicología del desarrollo es que estos romances tempranos no solo son significativos, sino fundamentales. “Los seres humanos sobreviven gracias a las relaciones. Enamorarse por primera vez es, probablemente, una de las experiencias más importantes porque tiene cualidades distintas a las relaciones anteriores: tenemos que aprender a confiar en alguien fuera de nuestro círculo más cercano”, dice la especialista.
Química duradera
Ya sea una alegría vertiginosa o un desamor aplastante, las emociones asociadas con el primer amor pueden ser increíblemente intensas. La neurocientífica dice que, particularmente en la pubertad, estos sentimientos profundos son impulsados por un cóctel químico que actúa en nuestros cuerpos y cerebros.
En primer lugar, los aumentos repentinos de las hormonas sexuales, estrógeno y testosterona, impulsan la atracción. Luego, una vez que comienza una relación, se liberan hormonas como la serotonina, la dopamina y la oxitocina, que se relacionan con sentimientos de recompensa, calidez, felicidad y conexión. “Todas estas sustancias químicas diferentes son parte de esta experiencia de enamorarse y estar enamorado y es muy poderoso: una sopa química”, indica Loveday.
Las decisiones que tomamos y que atraen a las personas y los recuerdos que creamos establecen una especie de punto de referencia para los años venideros. Nuestros primeros amores se graban en nuestro ser. Estamos neurológicamente programados para recordarlos.
Pero a veces recordar puede no parecer suficiente. Si alguna vez escribiste el nombre de tu primer amor en las redes sociales y esperando algún tipo de reconexión, ten por seguro que no eres el único. La doctora Nancy Kalish, psicóloga del desarrollo y profesora emérita de la Universidad Estatal de California, se convirtió en una experta en el campo de los romances reavivados tras investigar el tema durante 15 años.
Realizó dos encuestas que recopilaron respuestas de casi 3000 personas de todo el mundo de personas que se habían reconectado con sus amantes perdidos hace mucho tiempo. En la primera, de 1993, descubrió que volver a estar con un amor perdido funcionaba en las circunstancias adecuadas. En ese estudio, la mayoría de las personas que se estaban reconectando eran solteras o viudas, y estaban juntas en cuestión de semanas. Un notable 72% de los participantes se casaron.
Luego, en 2004, Kalish decidió volver a examinar el tema porque había habido un desarrollo masivo: internet. Esta vez, descubrió que el 62% de los encuestados terminó teniendo una aventura con sus antiguos amores. Pero la tasa de éxito de los reencuentros, es decir, el matrimonio, cayó a un asombroso 5%. Aunque la explosión de internet hizo que fuera mucho más fácil para los examantes encontrarse y restablecer el contacto, en cierto modo, se sentían menos comprometidos.
Nostalgia romántica
El primer amor tiende a quedarse contigo por el resto de tu vida. Algunos se arriesgan a intentar reavivarlos; otros, ni siquiera querrán hacerlo. Pero eso no significa que no valga la pena recordar el pasado, incluso cuando se trata de tu pareja actual.
“La nostalgia romántica es un anhelo y afecto por el pasado en relación con tu pareja romántica actual”, explica el profesor Adam Fetterman, de la Universidad de Houston, en Texas, que investiga el campo de la nostalgia.
Uno de sus estudiantes de posgrado lo desafió a estudiar la nostalgia en el contexto de las relaciones románticas. Su investigación muestra que podemos aprovechar la forma en que funciona nuestro cerebro para beneficiar nuestras relaciones actuales. “La forma más fácil de sentirla es pensar en tu primera cita. Si fuiste al cine, tal vez el simple hecho de volver a ver esa película te dé esa nostalgia romántica”, dice Fetterman.
“La nostalgia romántica puede hacernos volver a experimentar esos sentimientos etéreos que tuvimos a lo largo del tiempo con una pareja romántica, así no podamos articularlos. La conclusión de nuestros estudios fue esencialmente que las personas que se involucran en la nostalgia romántica parecían sentir más satisfacción después de hacerlo. Se sienten más comprometidos e incluso sienten más amor”, cuenta.
Pensar en el primer día que conociste a tu pareja es una manera maravillosa de celebrar los años de una relación a largo plazo y recordar las razones que te unieron desde el principio.
Algunos nunca mueren
Tres décadas después de perder contacto, Kate encontró las cartas de Guenther por casualidad en un armario y los recuerdos se apoderaron de ella. “Lloré y lloré y lloré”, recuerda. “Simplemente, pensé en ese hombre maravilloso al que le rompí el corazón”, dice.
Buscó la dirección del negocio familiar de Guenther y le escribió, sin saber si él respondería. “El 22 de noviembre a las 12:36 exactamente sonó el teléfono. Vi que era una llamada de Alemania y mi corazón dio un vuelco”, recuerda Kate. Hablaron durante horas y, al cabo de unas semanas, Guenther voló a Manchester para encontrarse con ella: “La vi y fue como si nunca nos hubiéramos separado”.
Ahora, Kate y Guenther están casados, después de que él le propusiera matrimonio en la cima de una montaña que habían escalado juntos por primera vez 30 años antes. “No es frecuente tener una segunda oportunidad. Lo miro todos los días y no me arrepiento de nada”, dice Kate. Guenther está de acuerdo: “Nunca más la dejaré ir”.
Nuestros primeros amores son una especie de máquina del tiempo. Cuando los evocamos o un lugar, un olor, un sonido desencadenan recuerdos, nos reconectamos con una versión más inocente y vulnerable de nosotros mismos. Y eso es un tesoro que llevamos por dentro.
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