Polo Crámer: el centro gastronómico que crece entre Belgrano y Nuñez
La avenida Crámer no era una alternativa de salida gastronómica para los vecinos del barrio. Antes debían cruzar Cabildo o irse hacia Elcano para comer una pizza o tomar una cerveza. Y si no, se movían directamente hasta Palermo. Ahora, basta con caminar algunos metros, porque en Crámer al 3000, en el límite entre Belgrano y Núñez, aparecieron las variantes: en cinco cuadras cohabitan una cervecería, una hamburguesería, una pizzería, un bodegón, un café y dos parrillas.
El incipiente polo gastronómico de 500 metros sobre Crámer, entre las calles Pedro Rivera y Tamborini, emergió a principios de este año, y ya se adivina el potencial para recibir nuevas propuestas, especialmente para un público joven.
"Los lugares nuevos le dan mucha energía a la zona, le suman vida", dice Pablo Durand, que vivió sus 29 años en el barrio. "Se llena de gente que vive o trabaja por acá y que va trayendo a sus amigos. De a poco se arma una especie de efecto contagio: uno trae a otro, y así", cuenta, mientras toma una cerveza con sus compañeros de trabajo.
Eduardo García, de 59 años, también conoce bien la avenida. Su padre tuvo un taller mecánico durante 50 años en Crámer al 3100. Él aprendió el oficio de chico y siguió el mandato familiar: arreglaba autos en un local de 50 metros de largo donde cabían 22 vehículos. Con el tiempo, la profesión se complicó. Crámer se convirtió en una avenida transitada y ya no se podían sacar los autos a la calle, porque la municipalidad los multaba por estacionarlos en doble fila. Harto de lidiar con estas sanciones, García cambió de rubro: se asoció con su amigo Jorge Gara, reconvirtió el local, y en julio abrieron El Taller, una cervecería con hamburguesas, pizzas y picadas. El lugar mantiene la esencia: conserva la fosa donde los mecánicos se metían para poder revisar la parte inferior de los coches y está ambientado con chapas y ladrillos a la vista.
"Veíamos un crecimiento gastronómico importante en la zona y decidimos abrir un local de este estilo. Faltaba un lugar con comida más informal como este", dice García. En el local, hay espacio para muchas mesas y, al fondo, un patio promete brillar en verano. El Taller abrió hace un mes, y cada vez más gente viene a visitarlos. Entre los clientes hay un denominador común: el barrio. "Viene mucha gente de la zona. Aquí cerca hay bastantes oficinas y los jóvenes vienen a tomar una cerveza cuando salen de trabajar", dice Gara, también de 59 años.
Renovación
La pizzería Kentucky marcó un hito cuando ocupó la esquina de Crámer y Congreso, en junio pasado. Abrió en un local que llevaba un año con las persianas bajas. La inauguración de una sucursal de esta cadena funciona como una señal: suelen abrir en barrios en plena expansión gastronómica. "Kentucky iluminó mucho la esquina", dice Daniel Gómez, de 69 años. Vecino desde hace "muchos años", asegura que el arreglo de las veredas y el cambio de la iluminación mejoraron Crámer y ayudaron a convertirla en una opción clara para salir a comer.
Enfrente de Kentucky está un clásico de la zona: el Restaurante 2901, una fonda con décadas de historia en la misma esquina. Su menú, con parrilla y platos típicos de bodegón porteño, convive exitosa y pacíficamente con la revolución de las hamburguesas y las cervezas.
A una cuadra de ahí, en la esquina con Quesada, está La Parraca. Abrió hace dos años, cuando todavía Crámer era apenas una avenida alternativa al tránsito de Cabildo. Ahora se impuso como una de las opciones preferidas de la zona por sus precios razonables y su combinación de carne a las brasas con cerveza artesanal. Agustín Galcerán, de 27 años, es uno de los dueños. Cuenta que una noche llegaron a anotar 40 mesas en lista de espera. "No pensamos mucho en la ubicación. Surgió el local y arrancamos. Después, nos dimos cuenta de que acá había mucho potencial", dice Galcerán.
Con mesas por toda la esquina y olor a carne asándose, La Parraca se convirtió en un nuevo clásico para los vecinos. Sin embargo, Galcerán dice que en el último tiempo empezó a llegar gente de otros barrios.
"Intenté ir dos veces a Wunderbar, pero siempre estaba explotado de gente", cuenta Jimena Fase, de 35 años, quien se mudó hace un mes al barrio, aunque no lo eligió por sus nuevos bares y restaurantes. Ubicado en Crámer al 2800, a Wunderbar lo abrieron Juan José Kelly, de 30 años, y su novia, ambos con experiencia en el rubro gastronómico. Buscaban tener un bar lejos de Palermo para salir de la concentración y escapar de su competencia salvaje. "Encontramos el local a principios de marzo y le vimos potencial. Nos gustaba la avenida, la zona, que había mucho movimiento. Hablamos con gente de la cuadra y nos decían que querían una cervecería", dice Kelly, que nunca vivió en el barrio, pero ya tenía proyectado instalarse por allí.
Wunderbar comenzó con la idea de mezclar la cerveza tirada con platos elaborados. El problema apareció cuando la gente empezó a pedir cada vez más sus hamburguesas. El público los obligó a reenfocar el negocio: ahora son una de las hamburgueserías preferidas de Belgrano y las sirven con algunas de las mejores cervezas. "La gente está viendo que esto empezó a crecer mucho y salen de Palermo para escapar un poco de la multitud. La descentralización es muy buena", dice Kelly.
En la zona hay edificios en construcción y locales a la espera de propuestas nuevas. Y, seguramente, vecinos con ganas de contar con más opciones para salir a comer o tomar algo.
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