Pokémon Go: el día que los monstruos tomaron la ciudad
El furor por el juego se vivió en plazas, colegios y transporte
El día después de la llegada de Pokémon Go, Buenos Aires pareció otra. El juego que es furor en el mundo transformó las calles y se coló en las casas, las plazas, los autos y los colectivos, los edificios públicos y hasta... en los colegios.
Fueron pocos los escenarios que se mantuvieron al margen de este juego de realidad aumentada que provocó exaltación -y también accidentes- en cada país en el que desembarcó. Y la Argentina no fue la excepción.
La fiebre por cazar monstruos se desató en las últimas horas de anteayer, cuando la app estuvo disponible en los celulares. De hecho, la impaciencia de quienes querían estar entre los primeros cazapokemones del país hizo que muchos cenaran y se fueran a dormir, actualizando constantemente sus pantallas hasta que les apareciera la aplicación disponible. Y la pudieron descargar. Entonces sí, no importaron la hora ni el peligro de salir a caminar, celular en mano, en medio de la fría noche.
Ayer, desde muy temprano, el movimiento más repetido del día fue el del dedo deslizándose hacia arriba de la pantalla del celular. Ése es el modo para atrapar a los monstruos, claro, antes de lanzarles una pokebola.
Pero así como aparecieron los fanáticos, los que no sintieron ni temor ni vergüenza de salir por la ciudad a cazar fantasmas, los otros, los detractores del juego, también se hicieron sentir. "Me tienen harta con los pokemones. Todo el día llega gente con el telefonito. Para colmo, me dijeron que me pusieron un gimnasio en mi casa", reclamaba ayer indignada Rosa Mariño, una vecina de Artigas y Remedios de Escalada, en Flores, sin terminar de comprender del todo de qué se trataba ese elemento presente en el juego, que es un punto de encuentro para los usuarios.
El fanatismo de las nuevas generaciones por el juego quedó claro con la advertencia que hicieron muchos colegios: directamente, antes de empezar el día les recordaron a los alumnos que estaba prohibido cazar pokemones en clase. "Igual, en el recreo, estábamos todos buscando, porque el colegio estaba lleno de pokemones", contó a LA NACION Gerónimo Vega, de 16 años, estudiante del Colegio Nacional de Buenos Aires. Sofía Sbrissa, su compañera, actualizaba una y otra vez su conexión. Todavía el juego no estaba disponible para su teléfono.
Desde temprano, la imagen de los cazadores, que se movían afinando la mira, como si sus celulares fueran una brújula, se volvió una escena cotidiana a bordo de los colectivos, aun en horas pico. La gran cantidad de murales que hay en las calles de Palermo hizo que el barrio se convirtiera en uno de los lugares con más pokeparadas, que son estaciones en las que los jugadores pueden conseguir pokebolas para lanzarles a los monstruos y que se identifican con fotos de grafitis. A medida que el colectivo avanzaba por el Metrobus de Juan B. Justo, los jugadores corrían por dentro del colectivo intentando capturar los objetivos.
La clave para cazar a los personajes virtuales es caminar -o recorrer- largas distancias. Es por eso que a toda hora se vio a adultos y chicos caminando celular en mano.
Pero también la aplicación permite hacerlo si uno viaja en un vehículo. Esto trajo consecuencias en distintos países, por eso los creadores del juego advierten, al entrar a la app, que no debe usarse mientras se maneja y que hay que evitar meterse en zonas peligrosas. Un taxista, rápido para los negocios, lanzó un Poke Taxi Go, un servicio que ofrece a los jugadores salir a recorrer la ciudad a bordo del taxi solamente para cazar criaturas virtuales. Juan Pablo Ocampo, su chofer, lo llamó "servicio de chofer Pokemon", y cobra unos 175 pesos la hora.
La fiebre del Pokémon Go también llegó al Congreso Nacional. El edificio es un gimnasio nivel tres. Es decir, en la jerga de Pokemon, es un lugar donde se realizan combates entre jugadores.
Lo mismo ocurrió con la Casa Rosada, que es un gimnasio nivel 7, y la Pirámide de Mayo, nivel 5, que ayer, hasta antes de que llegaran las Madres de Plaza de Mayo y los militantes que protestaban por la orden de detención de Hebe de Bonafini, se había convertido en una meca de cazadores.
Caminar y caminar
Ayer, Brian Tino, de 23 años, recorría la plaza con los auriculares puestos. Cuando se le preguntó si estaba sacando una foto a las palomas o cazando pokemones, respondió que ninguna de las dos actividades. Después se rió, como ocurre con casi todos los jugadores que niegan su condición. También él cayó ante la atracción de la realidad aumentada. Y salió al mediodía a buscar monstruos. La noche anterior había descargado el juego y salió a caminar, pasada la medianoche, unas cuadras por Hurlingham. "Pero no era muy seguro y me volví", contó.
Los peligros que trae Pokémon Go, como el robo de teléfonos y los accidentes por caminar distraídos, se convirtieron en el tema de dos campañas, una que lanzó el Ministerio de Justicia de la Nación y otra la Casa Rosada, que en las redes sociales apeló al uso responsable.
Melina Ortiz festejó, ayer, sus 23 años recorriendo la ciudad en busca de pokemones. Capturó unos 50 antes del mediodía. A esa hora, su celular se quedó casi sin batería, tal como le ocurrió a la mayoría de los jugadores. Entonces recargó y siguió caminando. Había hecho muchos kilómetros porque, como es guía de turismo, aprovechó el city tour que le hizo a un grupo de brasileños para capturar todos los monstruos que pudo.
"Para mí es muy emocionante este juego porque Pokemon es mi infancia", reconoce, desde las escalinatas de la plaza San Martín, en Retiro, adonde, al igual que muchos otros fanáticos, la llevó su nueva pasión.
La zona del Obelisco, la peatonal Florida, Puerto Madero, el Planetario y el parque Thays, frente a la Floralis Genérica, eran las zonas que más seguidores atrajeron, por la alta concentración de monstruos que aparecían en la pantalla.
Pero el juego también se hacía fuerte en los barrios. Antes de las 8.30, en la puerta de una panadería, en Villa del Parque, una mujer de unos 75 años deslizaba el dedo insistentemente por la pantalla de su celular. "Abuela, ¿está jugando a Pokemon?", le preguntó un vecino. "¿Qué? ¡No! Me está llamando mi hijo y estoy tratando de atender", respondió.
Diccionario para principiantes
Una aplicación con cerca de 100 millones de descargas en todo el mundo
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