VILLA FUTALAUFQUEN, Chubut.– Cuando el guardaparques Carlos "Payo" Opitz fue alertado del incendio, recién estaba culminando su jornada laboral. Era un lunes seco y caluroso de marzo. Pese a la velocidad y la voracidad con la que el fuego comenzó a propagarse, Opitz se adentró en la montaña para rescatar a los turistas que recorrían los senderos del Parque Nacional Los Alerces.
El incendio comenzó el 23 de marzo de 2015 y se dio por extinto el 19 de abril. Durante los 27 días que permaneció en llamas, "Payo", el resto de los guardaparques y cientos de brigadistas vieron al bosque arder y convertirse en un cementerio de árboles carbonizados. En enero de 2016, menos de un año después, la escena volvió a repetirse. Entre ambos siniestros, que se presume que fueron intencionales, se perdieron 3000 hectáreas de bosque nativo patagónico, una superficie equivalente a 4200 canchas de fútbol.
Este fin de semana se realizó una ambiciosa reforestación masiva dentro de Los Alerces, uno de los cuatro Parques Nacionales más grandes del país. 53 voluntarios de distintas provincias se unieron a la Asociación Amigos de la Patagonia, a través de su programa ReforestArg, y trabajaron junto a Parques Nacionales y la Subsecretaría de Bosques e Incendios de Chubut para restaurar parte de la zona afectada por el fuego y devolverle su belleza natural.
A lo largo de cuatro jornadas, los voluntarios plantaron en el faldeo del Cerro El Dedal, un total de 2100 cipreses y 2560 coihues, dos especies nativas de la zona. Los árboles, de entre uno y dos años de edad, provinieron de viveros aledaños. De este modo, se respetó la genética y buscó evitar la introducción de enfermedades, o de semillas de plantas exóticas invasoras. Según estimaciones del Departamento de Conservación del Parque, el área reforestada alcanzaría unas 30 hectáreas.
La reforestación
A medida que los voluntarios caminaban por el bosque con sus mochilas cargadas de plantines, guantes de jardinería y una pala en las manos, el paisaje se tornaba cada vez más desolador. Si bien ya pasaron tres años del último incendio, los rastros del fuego aún perduran: troncos calcinados, vegetación quemada y una fina capa gris de cenizas entre la tierra negra.
"Plantar un árbol abajo de un árbol quemado es una experiencia que te impacta y te llama a hacer más", aseguró a Tobías Merlo, director de ReforestArg. El programa que encabeza este licenciado en Ciencias Ambientales ya efectuó otras tres acciones de restauración ecológica en la Patagonia. Sin embargo, esta fue la primera vez que la llevaron a cabo en alianza con Parques Nacionales.
Los jóvenes participantes plantaron los árboles siguiendo la estrategia del biólogo Martín Izquierdo, que desde fines de 2010 trabaja en el Departamento de Conservación de Los Alerces: "El objetivo es que con la mínima intervención en el bosque, la especie esté presente y que naturalmente con su producción de semillas vaya cubriéndolo", sostuvo. De esa forma, los equipos armaron núcleos de nueve platines separados entre sí por 10 o 30 metros, según la especie, para que las nuevas semillas de cipreses y coihues se dispersen y restauren naturalmente otras hectáreas.
La iniciativa contó con el apoyo logístico y técnico de los guardaparques, que acompañaron a los voluntarios durante su tarea de reforestación. También, con apoyo económico de diversas empresas, como Trown y Mathienzo, que por cada producto vendido, donaron un árbol.
Impacto ecológico y social
El bosque maduro entendido como un todo -vegetación, animales, hongos y bacterias- demorará décadas en volver al estado anterior al fuego. Para el biólogo Izquierdo, se trata de un "proceso lento y que va a tardar, si se tiene éxito, más de 100 años quizás".
No obstante, los activistas de Amigos de la Patagonia y ReforestArg mantienen el optimismo ya que la reforestación esconde una intención inmediata y urgente: crear concientización y generar un semillero de agentes de transformación del medio ambiente.
"Lo que buscamos hacer es inspirar personas, todo el mundo puede ser un agente de cambio", reveló Tobías Merlo. Y agregó: "El que viene acá a plantar entiende eso no porque nosotros se lo expliquemos, sino porque el bosque mismo se lo explica: no necesitás ser ningún héroe o ningún capo para generar un cambio".
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