Pipo Lernoud: “Creo que es posible un mundo de hermanos; sólo que no le encontramos la vuelta todavía”
La cita con Pipo Lernoud es en el restaurante que tiene con su mujer, María Calzada. Un enclave orgánico en una esquina alejada del Palermo de moda. Un lugar con historia. El Rincón Orgánico es el que eligió Ringo Starr en su última visita. No, Pipo justo no estaba. Hubiera sido un encuentro cumbre: el baterista de los Beatles y el letrista de “Ayer nomás”, el tema que acompaña a “La balsa” en aquel primer simple de Los Gatos. Aunque su postura, su insistencia en hablar en plural y su risa franca le aleje del peso de sentirse prócer del rock y, también, de la agricultura orgánica. Durante la charla, regada con una refrescante limonada de menta y jengibre, y que se cerrará con una cerveza, se mezclan las anécdotas de La Cueva, los recuerdos de Moris, Tanguito y Miguel Abuelo, los tiempos del Expreso Imaginario, los viajes por el mundo y las búsquedas espirituales.
El lugar tiene las huellas de su vida. Rock, ideas nuevas, ecología. Allí está el campo en el que vivieron con María durante varios años, yendo y viniendo a la ciudad en tiempos en que él editaba Cantarock y ella cantaba con los Redondos. En la pared hay una imagen de su admirado Dylan que, trucada, fue uno de los regalos que recibió hace pocas semanas cuando allí mismo festejó los 70 años. Está también Florencia, una de sus hijas, ocupándose de todo. Otra, la mayor, vive desde siempre en Europa. La menor, Julia, está instalada en Suiza, ocupada también en lo orgánico.
–Acaba de salir Yo no estoy aquí, el libro que compila textos que van desde tu diario personal de 1964 hasta tus posteos en Facebook. ¿Fue fuerte ese recorrido?
–Sí, sin duda. Porque en principio yo acerqué materiales del Expreso Imaginario, Cantarock y La Mano. Pero Leandro Donozo, de Gourmet Musical, y Martín Graziano, que se ocupó de compilar los textos, me pidieron algo más personal, para que no fuese una típica antología de cosas publicadas. Y ahí comenzó un viaje de descubrimiento muy loco. Tenía los diarios, donde contaba cómo descubrí La Cueva, cómo conocí a Moris o cuando fui en cana con Miguel Abuelo. También tenía una caja de cartas, que había guardado mi mamá, de cuando me fui a Europa a los 22 años. Yo pensaba que a nadie le iban a importar esas anécdotas, y me hicieron ver que esos escritos en los que contaba la experiencia de haber estado con otros cinco mil tipos desnudos en las playas de Europa, una noche de luna llena, también tenían que ver conmigo como escritor.
–Ya para entonces tenías mucha información sobre el movimiento hippie, el rock y religiones orientales. ¿Cómo habías accedido a ese tipo de data?
–Como cuento en el libro, a mí me echaron de varios colegios, repetí un par de años. Era un delirante [Risas.]. Y en un momento mi vieja se hartó, se fue de vacaciones y me dejó estudiando en la casa de mi padrino, Luis María Provenzano, que era médico y tenía una biblioteca bárbara. Así descubrí unos libros orientales de Romain Rolland que me partieron la cabeza. Hasta ese momento yo estaba en esa cosa de ir contra el colegio, un rebelde así nomás, sin mucho interés en nada, y esa biblioteca fue muy importante, porque de allí seguí con otros libros que citaba Rolland. Pasaba horas en esa casa grande con esos libros.
–Vos y otros fueron pioneros en hablar de cambio climático, pueblos originarios y medicinas alternativas, temas que ahora está en la agenda de todos. ¿Te reconforta que se hayan hecho oir de alguna manera?
–Mirá, yo veo que está en la agenda de los medios pero no de la forma en que debería. Pienso que nos vamos a la mierda, que hay dos guerras que ya perdimos, la de los transgénicos y la del cambio climático. Eso es imparable aunque hay que seguir trabajando como si fuera parable. Y sí, es cierto, fuimos portavoces de un montón de cosas. Hace 50 años Bob Dylan escribió “Masters of War” y ahí ya estaba claro que era un negocio de los que venden armas. Ya lo sabíamos todo, habíamos leído ¿Podrá sobrevivir el hombre?, de Erich Fromm; 1984, deAldous Huxley. Estaba todo dicho. Y no digo que éramos adelantados, porque no lo logramos. Logramos, sí, que se pusiera de moda el rock. Pero hoy estamos en la misma película, parecemos estúpidos. Mirá “Imagine”, el tema de Lennon, “imaginate sin países, sin religiones un mundo de hermanos”. Bueno, no se pudo, ni cerca estuvimos.
–Escribiste letras en los orígenes del rock y no volviste a hacerlo hasta hace poco.
–Sí, con Minimal y con Pablo Dacal volví a escribir. Todo comenzó cuando saqué mi libro de poesías, Sin tiempo y sin memoria, y en las presentaciones conocí a Hernán, un poeta con el que nos hicimos amigos y a través del que descubrí ese circuito de lectura de poesía, un mundo nuevo, de palabra en acción, muy intenso. Ahí conocí a Flopa, a Florencia Ruiz, a Minimal, a Gabo Ferro, y con esos músicos entré al rock de nuevo. Es un grupo que yo veo parecido al de La Cueva, flacos que están fuera del circuito comercial, que se juntan y se apoyan entre sí, que componen y hacen discos juntos. Fue volver a conocer el rock desde abajo. Y están Dacal, Grinjot, Barbieri y Levrero. Personajes muy interesantes. Para mí el rock es eso, no Quilmes Rock ni Lollapalooza.
–Durante diez años fuiste vicepresidente de Ifoam, la federación que nuclea a los movimientos orgánicos del mundo, lo que te hizo viajar a muchos lugares del planeta. ¿Qué viste allí?
–Me hizo mucho bien, cuando uno mira el mundo te agarra una desesperación tremenda ver que está siendo contaminado, ver lo absurdo del hambre. Y yo he visto la transformación de lugares con manejo ecológico. Que la gente tenga comida es sencillísimo. En serio, sencillísmo. También descubrí que había un montón de tipos, más jóvenes, más viejos que yo, pero parecidos a mí en la búsqueda; fueron rockeros, se fueron a vivir al campo, se pusieron a producir y hoy están laburando a alto nivel, son consultores de las Naciones Unidas o de la Unión Europea, o directores de algo. Están moviendo la pelota, realmente. Me gustó mucho conocer el mundo a través de los campesinos. Y vi cosas maravillosas. ¿Viste la foto del bosque de mangos en el libro? Merecía una explicación mayor, porque eso está en el medio del desierto en Senegal, no hay nada, ni una planta en kilómetros. No es arena, es tierra seca, y los tipos hicieron un sistema para recoger la lluvia que cae, una vez al año, en contenedores bajo tierra. Y plantaron mangos, los cuidaron, se formó un bosque, y al formarse el bosque cambió el clima, estuvo más fresco, crecieron otras cosas. Esa experiencia te parte la cabeza.
–¿Te llevás bien con las redes sociales?
–Con las redes sociales en plural, no. Me llevó muy bien con Facebook. Twitter jamás usé, me parece demasiado. Pero Facebook me gusta, todas las mañanas me despierto muy temprano, a las 5, como buen viejo, y le dedico dos horitas. Me gusta mucho pensar que publico mis ideas y que repito cosas interesantes, me gusta la dinámica que tiene. Por eso está en el libro. Hay gente que es apocalíptica y dice que nos va a llevar a la incomunicación total, o a la distracción total. Yo no tengo una teoría. Lo que aprendí es que con cualquier herramienta puede haber porquerías y puede haber cosas profundas. Un disco puede ser de El Club del Clan o de Bob Dylan. Lo que sí veo es una explosión de herramientas, un poco como cuando en la música aparecieron el Mellotrón y el Moog, al principio todos estaban fascinados y todo tenía ese sonido, después se aprendió a usarlos en su medida y armoniosamente. A mí la posibilidad de que lo que uno escriba lo lean diez millones de personas me parece fantástica. Cosa que no pasa con el libro que, con viento a favor, llegará a decenas de miles. En cambio las redes sociales tienen la posibilidad de llegar a muchísimos y eso me interesa. Creo en llegar a la gente, nunca fuimos elitistas los cueveros. Creo que todas las personas tienen la capacidad de entender cualquier cosa si está bien explicada. Todas las personas son potencialmente espirituales, todos hemos tenido una experiencia: un atardecer, una tormenta en la playa, de golpe dijiste “guau, esto es más grande que yo”. Creo que es posible “Imagine”. Creo que es posible un mundo de hermanos, sólo que no le encontramos la vuelta todavía. Pero es posible.
Bio
Profesión: periodista, poeta, ecoactivista
Edad: 70 años
Dirigió las revistas Expreso Imaginario, Cantarock y La Mano; escribió un libro sobre Tanguito, uno de poemas y el reciente Yo no estoy aquí, organizó la muestra 30 Años de Rock y fue vicepresidente de Ifoam
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