"Es como si tuvieras tu propia playa", dice Eduardo Pearson, de 49 años, que está junto a su amigo Marcelo Martínez Casas y sus respectivas familias en la frontera norte de Pinamar. Son las 14 y bajo el gazebo que instalaron en la arena ellos mismos están cocinando el almuerzo, unas supremas de pollo fritas en un disco de hierro que conectaron a una garrafa de gas. En uno de los costados, sobre una mesa plegable, pusieron el pan, lechuga y tomate para que cada uno se arme un sándwich.
"Nosotros acá venimos siempre, es muy tranquilo y hay mucho espacio entre una gazebo y otro. El año pasado un poco más de gente, pero es lógico, este año muchos desistieron de viajar por la situación actual", dice Pearson. Entre el gazebo donde están cocinando y el agua no hay una sola reposera o sombrilla que interrumpa la vista.
Trasladar parte de las comodidades del hogar a la arena pinamarense no es para cualquiera: acá la gran mayoría cuenta con una camioneta todoterreno sobre la que cargan los equipos necesarios. Pero pasar un día tranquilo, alejado de las multitudes (una consigna que en particular este verano signado por la pandemia de coronavirus adquiere aún más relevancia) también comprende a quienes no cuentan con esos vehículos.
La playa conocida como La Frontera o Pinamar Norte queda, en promedio, a seis kilómetros del centro de Pinamar. En auto se llega en 15 minutos desde la Avenida Bunge y la Avenida del Mar. Si bien La Frontera es el lugar elegido por aquellos a los que les gusta circular por los médanos con cuatriciclos, Utility Task Vehícles (UTV) o con las 4x4, también es posible ir a pie.
Muchos llegan con el auto y lo estacionan en alguna calle de tierra de las que bordean los médanos para evitar quedar atascados en la arena. A partir de allí, emprenden una caminata de unos 10 minutos hacia la línea de playa. El municipio no cuenta con transporte público para trasladar turistas hacia esa zona.
Tal es el caso de Luis Murillo, de 34 años, que estaba junto a su hermana y un grupo grande de amigos, todos venezolanos. Ellos emigraron hacia la Argentina hace siete años. Vivían en la Isla Margarita, un paraíso tropical. Ahora residen en la ciudad de Buenos Aires y vinieron a Pinamar a pasar las fiestas. "Es muy linda esta playa, creo que es una de las pocas que tiene esta tranquilidad porque las playas céntricas son de un estilo totalmente distinto. Nosotros vinimos caminando, pusimos unos pareos y nos sentamos en la arena", dice, mientras juega al Uno con sus amigos.
Laura Bosatta, de 62 años, está a unos 20 metros de Murillo. Junto a su hija y su nieto instalaron una carpa pequeña para resguardarse del viento y del sol. Ella hace 36 años que no venía a Pinamar. "Yo soy de Mar del Plata y allá las playas suelen estar repletas, y esta tiene el diferencial de que es más abierto. Hay un espacio muy grande entre las familias, la verdad que es muy linda y tranquila".
Esta playa ha sido tristemente célebre por los accidentes, muchos fatales, que tuvieron los turistas que circulan en cuatriciclos o UTV. Según la secretaría de Salud de Pinamar, desde 2016 hasta la fecha se murió una persona por año en esas circunstancias. Aunque, afirman, la mortalidad bajó porque el número de visitantes creció de forma exponencial.
El último accidente fue el viernes pasado, cuando un joven de 20 años volcó con su cuatriciclo en una zona conocida como La Hoya. Sufrió traumatismos múltiples y se recupera favorablemente, según indicaron a LA NACION fuentes del municipio.
El Concejo Deliberante de Pinamar aprobó el año pasado un proyecto para empezar a cobrar una "eco tasa" para los vehículos que ingresen a La Frontera. El objetivo es disminuir el tránsito en la playa. Aunque, según Lucas Ventoso, secretario de Seguridad de Pinamar, la tasa aún está lejos de ponerse en práctica.
"Habría que ver la manera de implementar esa tasa, ver cómo la cobramos, el monto, entre otras cuestiones. Creo que sería más fácil implementar el patentamiento de los cuatriciclos y UTV a nivel municipal para poder controlarlos", detalla Ventoso. De todos modos, esos vehículos circulan lejos del agua, por lo que no representan una amenaza para el que va a pie.
A pesar de que en Pinamar Norte la gran mayoría se lleva la comida hecha o, como en el caso Pearson, cocinan en la playa, el lugar cuenta con todos los servicios que los turistas puedan necesitar. Si bien los paradores son pocos y están lejos uno del otro, ofrecen distintas propuestas, estilos y precios.
El primero que se ve al entrar a la playa es Kota Beach, un parador diseñado por la arquitecta que creó los conocidos balnearios Neruda y Hemingway, en Cariló. La construcción, en buena parte, es de madera y no rompe con la estética natural del lugar. Allí se alquilan camastros por $3500 pesos por día, pero $1000 se pueden utilizar en el restaurante del parador, Calma Restó al Mar.
"En los últimos años esta zona creció muchísimo. Nos gustaría quitarle el nombre de La Frontera, nosotros lo llamamos Pinamar Norte. Muchos eligen este estilo rústico, los camastros, los fogones y buscan un lugar que esté en total armonía con el ambiente. Acá el cuidado del entorno es fundamental, el 50% del agua que usamos es de lluvia y la calentamos gracias a unos paneles solares. Es un lugar especial, es tan amplio que nosotros tenemos espacio para hacer salidas de kite surf, en donde necesitás, al menos, 80 metros de playa libre para extender las sogas", describe Jorge Kacef, gerente de Pinamar SA, sociedad a la que pertenece Kota Beach.
A 600 metros en dirección hacia el norte está El más allá, el parador más antiguo de la frontera norte de Pinamar. Lo construyeron hace 25 años y hace tres lo reformaron. Allí se puede alquilar unas sombrillas de paja por $2000 el día. Esto incluye sillas reposeras y una mesa.
Aún más alejado, a poco más de un kilómetro desde el ingreso a la playa, está Nómade, el parador de Renata Beach. Se inauguró el año pasado. El lugar es una estructura de madera y vidrio que se fusiona con el ambiente y tiene una propuesta gastronómica y una carta de cócteles muy sofisticada.
"Cada día de alquiler de los camastros sale $6000 y tenés $1800 de consumición. Ofrecemos una gastronomía de primer nivel, aprovechamos mucho el mar para nutrir la carta de distintas opciones. También desarrollamos una carta de tragos, muchos son frutados para disfrutar durante el día. Es el único parador donde podés ver el sunset, es realmente hermoso", dice Nicolás Baldini, jefe de barra en Nómade.
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