Pilimita, la torcaza que vivió ocho años y le enseñó a su rescatista todo sobre el cuidado de la aves
Su débil corazón ya había dejado de latir, pero su pequeño cuerpo -que permanecía aún tibio entre las manos temblorosas de quien había intentado salvar su vida-, fue testigo de una promesa. "Lo había encontrado en Palermo, al borde de un árbol. Era la primera vez en mi vida que veía un pichoncito; era muy chiquitito y estaba al lado de su hermanito muerto. Lo levanté y me lo llevé a mi casa. Empecé a llamar a diferentes lugares para que me guiaran para sacar adelante a ese pichón. Pero ninguno me dio respuestas y, al cabo de tres días, murió. Le prometí que iba a intentar cambiar el destino de futuros pichones y que iba a investigar difundir información para que a nadie le pasara lo que me había tocado a mí", recuerda Clara Correa.
Aferrada a su promesa, Clara no titubéo y ese mismo día armó el blog Pájaros Caídos, donde recopilaba información, datos, consejos y guías para saber qué hacer cuando se encuentra un ave lastimada o en situación de riesgo. "Dos días después, llegó el retruque del destino y me encontré al segundo pichón de torcaza. La puse en un arbusto bajo creyendo que sus padres vendrían a cuidarla y se volvió a tirar, la volví a poner y se volvió a tirar, luego de la tercera vez decidí agarrarla y llevarla. a casa. La bauticé la Pilimita y le dije al oído que iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance para que viviera", recuerda.
Una vez en su casa, Clara envolvió a Pilimita en un género sin hilos (para evitar que se lo tragara) de modo que se pudiera mantener caliente y se sintiera contenida. Sobre la marcha, aprendió a prepararle una papilla para su especie y que fuera lo más parecida a lo que en la naturaleza sus padres le brindan. Luego le construyó un nido y la puso en un lugar a resguardo ya que la torcaza iba a tener que convivir con los tres gatos que acompañaban a Clara en su departamento. "Con el tiempo, y como había estado con muy bajo peso y tuve que darle cuidados especiales, Pilimita se domesticó y pasó a ser muy dependiente de mi. Por eso no pude liberarla: ella era muy confiada de la gente y eso le iba a resultar muy peligroso en su vida silvestre natural".
Así Pilimita se convirtió en un integrante más del hogar. Tenía sus rutinas, desde luego: amanecía al alba y se acomodaba sobre el monitor de la computadora de Clara mientras ella trabajaba y cuando el último rayo se dejaba ver en el cielo. "Le hacía chequeos veterinarios para controlar que estuviera bien de salud y así transcurría su vida libre, pero contenida". Nunca llegó a hacer amigas entre las otras aves que Clara iba rescatando y tampoco pudo formar pareja aunque ponía sus huevos en el nido artificial que tenía especialmente armado para ella.
Dicen los expertos en aves que las torcazas en libertad tienen un promedio de vida de cinco años. Pilimita acompañó a Clara ocho maravillosos años y le dejó una enseñanza de vida. "Me ayudó a ejercitarme en otra manera de observar lo que nos rodea, no desde el plano materialista del ser humano, sino desde la sencillez de la vida, como la viven las aves. Ellas son felices sólo con su existir, con lo básico: agua, comida, protección y afecto".
Un legado con alas
Hoy el blog que en aquel entonces Clara creó sigue funcionando y sumando día a día información valiosa para los que aprecian la vida de las aves. Además, en 2014 el proyecto de Clara logró convertirse en Asociación Civil de Ayuda a las Aves Pájaros Caídos con Personería Jurídica. Como si fuera poco, tiene una página de Facebook que tiene más de 140 mil seguidores y donde un grupo de grupo de voluntarios ayuda a responder pedidos de asistencia de la gente que encuentra un pichón o ave herida. "Sean pichones o adultas, las aves que no pueden volar por razones de salud, edad o por haber sufrido un accidente, son seres sintientes que merecen recibir ayuda a fin de no padecer sufrimiento físico, temor y una segura muerte en la calle. Nuestro objetivo, entonces, es evitarles -o aliviarles- el dolor y la muerte por falta de asistencia. Desde la página hacemos públicos aquellos conocimientos que fuimos adquiriendo en nuestra tarea de rescate como voluntarias y voluntarios preocupados por el bienestar y la vida de las aves", explica Clara. Cuidados básicos, dónde tener el ave encontrada para que no se estrese, qué y cómo darles de comer y cómo abrigarlas son algunos de los temas que abordan los consejos.
Es que Clara está convencida de que somos responsables de que cada vez veamos más cantidad de aves en la ciudad. "El avance del cultivo en la tierra y de la tala de árboles para sembrar soja, origina cambios en las costumbres de las aves, y eso es lo que se puede observar en estos años con las torcazas. El campo ya dejó de ser un lugar dónde anidar, ya que se están quedando sin árboles, y migran a la ciudad para anidar y tener sus pichones. Se van en marzo y regresan en agosto para tener sus pichones, en los balcones, en las macetas, en los más infinitos rincones que podamos imaginar. Las torcazas llegan a la ciudad para enseñarnos a los hombres una lección de amor y solidaridad y está en nosotros poder abrir los ojos y el corazón para generar un cambio de conciencia".
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