La psicóloga y escritora explica por qué 2021 no resultó cómo se lo esperaba y plantea el desafío del “triángulo de la cesantía”; “Pedir dejó de ser un acto de humillación”, asegura en diálogo con LA NACION
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“En este minuto estoy en Santiago, debido a que me vine a hacer los chequeos médicos anuales de rutina, pero vivo en el sur de Chile; como puedo realizar mi trabajo de manera online, la pandemia me permitió irme al sur antes de lo previsto”, dice Pilar Sordo en el inicio de la charla con LA NACIÓN, que comienza con rigurosa puntualidad a través de una plataforma de videoconferencias.
Oriunda de Temuco, la psicóloga, escritora y conferencista eligió regresar a esa zona austral que la vio nacer, donde los tiempos cansinos otorgan el encuentro con profundidades que la ajetreada vida urbana no permite. Algo de todo eso volcará en la inminente conferencia que brindará por streaming los próximos 18, 19 y 20 de junio a través de la plataforma Passline.
“Me gustó el título que le puse a mi streaming”, dirá entusiasmada al referirse a “Hemos perdido mucho, veamos juntos qué podemos ganar”. Con la misma rapidez con la que se expresa en sus exposiciones, irá desgranando sus ideas en torno a la posibilidad de mutar lo fracasado que puede resultar un momento pandémico como el que vive la humanidad, en una oportunidad para vislumbrar nuevas posibilidades y cambios necesarios. Desde el año pasado, Sordo viene trabajando en torno a la influencia de los confinamientos, los decesos y la crisis económica.
“Creo que en esta pandemia tan desafiante es mucho lo que podemos ganar, pero para lograr eso tenemos que aceptar las pérdidas. No puedo hablar de ganancias si no acepto que estoy perdiendo o que ya perdí”, sostiene Sordo.
-Nadie puede pararse al margen de eso.
-Es una experiencia individual. Indudablemente, todos hemos perdido tiempos, libertades, afectos y personas, pero debemos aceptar eso y tomar contacto con el dolor y el duelo que cada dimensión genera. A partir de tener claro todo eso, podemos empezar a evaluar qué podemos ganar.
-No estamos acostumbrados a naturalizar la pérdida como posibilidad.
-Entendiendo la pérdida podemos ver hacia donde desarrollar nuestra sanación, creatividad y decisiones. También el contexto actual nos permite pensar en nuestra paz interna.
-La adversidad, ¿puede ser el caldo de cultivo para algo mejor?
-Si se ha podido aprovechar esta situación, entonces la realidad fue vista como una oportunidad, y esa es una elección individual, es una invitación a meterse adentro de uno. En medio de esta pandemia, me resulta muy potente el símbolo de la casa, una imagen que va más allá de la vivienda física, tiene que ver con una invitación al mundo de lo interno, a encontrarnos con nuestras luces y sombras, con la soledad, con los miedos, con la muerte.
-Hay algo distópico en el vincular soledad y muerte.
-Son dos elementos que se nos acercaron a domicilio y de los cuales los latinos no hablamos nunca, le hacemos el quite a hablar de cosas tan evidentes como esas. Sin embargo, todos tenemos a alguien cercano que experimentó la enfermedad o que se ha muerto. Por eso, hay que pensar desde qué lugar miramos esta situación para que realmente sea una oportunidad y pensarla en términos de ganancia. De esa forma, nos apartamos de la queja constante que es lo que más escuchamos. Creo que es una invitación muy bonita para hacer.
-Es decir que hay que tener conciencia de la pérdida para poder generar la ganancia.
-Es así, por eso el título, que es un poco largo, surge desde la base de esta cuestión. No podía plantear una conferencia pensando sólo en las ganancias sin hablar de las pérdidas. ¿Ganamos en base a qué? Ganamos en base a la aceptación, la gran palabra de todo este proceso.
-Es complejo aceptar una situación como la pandemia.
-Tenemos que ejercitar esa aceptación en torno a lo que dejé de hacer, a la no conexión, a los abrazos que no he dado, a los cumpleaños en los que no he estado, al Día de la Madre en el que no fui a visitar a mi mamá.
Pandemia y carencias
-Estamos transitando el segundo año de la pandemia, ¿cómo nos encuentra?
-Teníamos una visión muy diferente del 2021; eso hace que hoy estemos mucho más cansados con respecto al año pasado y no solamente por una cuestión del paso del tiempo, sino por aquellas dos cosas que nos hacen sufrir a los seres humanos, que son las expectativas y los apegos. Si no aceptamos el piso en el que estamos, no podemos pararnos en esa elección de pensar qué podemos ganar con esta experiencia.
-La pandemia aceleró procesos de desocupación y empeoró la situación de quienes tenían una vida con carencias. ¿Cómo se le plantea a quien vive en el abismo que hay una luz de esperanza?
-Esta crisis afectó mucho a quienes tenían su proyecto, al que montó su pequeño café o su peluquería, a diferencia de las empresas grandes que siguen ganando las fortunas de siempre. Quienes hoy están cerrando o en proceso de quiebre son esos emprendimientos familiares y los que apostaron por la vida independiente. En ellos se produce lo que llamo el “triángulo de la cesantía”.
-¿En qué consiste?
-Tiene que ver con el dar, recibir y pedir. En primer lugar, si uno toma conciencia de que tiene al lado a alguien que lo necesita, se genera una red de contención social. El recibir tiene que ver con desarrollar la humildad para poder estar abiertos a eso que se nos ofrece, ya que hay mucha gente que no estaba acostumbrada a eso. Y existe algo peor, hay que aprender a pedir. Si yo no pido, siempre la respuesta será negativa, en cambio, si aprendo a pedir, tengo la enorme oportunidad de que alguien me diga que sí. Ese ejercicio hay que hacerlo. Apuesto a esa solidaridad ciudadana, porque los Estados no están dando abasto en ningún lugar del mundo.
-En medio de esta situación dramática, sobre todo en países diezmados en sus economías como sucede en América Latina, ¿aparece la posibilidad de generar nuevas habilidades?
-Tenemos que entender que los seres humanos somos “politalentosos”. Esto es algo que siempre trato de inculcar cuando trabajo con personas que han perdido sus empleos.
-¿A qué se refiere?
-Nos educan para ser “monotalentosos”. A mí me dijeron: “Pilar, tu eres estudiosa y buena para escuchar, seguí Psicología”. Y ahí uno se queda. Pero resulta que, quizás, puedo cocinar rico. Eso es lo que hay que tratar de ir entendiendo: si me echaron del trabajo, quizás puedo hacer empanadas e ir a venderlas a la plaza y empezar a mover la maquinaria. Tenemos que ir a nuestra casa interna, observar esos lugares y ponernos en movimiento desde otro lugar.
-A veces cuesta tomar esa decisión por desconocimiento o temor a lo nuevo.
-En eso hay una diferencia de género muy importante: lo femenino tiene más fuerza para ir haciendo las cosas de a poco. La mujer puede tejer bufandas a la mañana, cocinar pastelitos a la tarde y, por la noche, hacer medialunas y vende todo en el vecindario, generando un ingreso. El hombre, educado en lo patriarcal, se construye solo en su puesto de trabajo, lo cual hace que tienda a tener una actitud mucho más pasiva. Aquí, en Chile, el Estado ha ayudado a personas que han perdido sus ingresos y es muy sorprendente ver cómo los hombres solos no se han anotado; entienden que eso implica un atentado a su masculinidad, a la soberbia de la autosuficiencia y al prejuicio del pedir. Esta situación que atravesamos vino a romper con todos esos paradigmas. Hoy día, pedir dejó de ser un acto de humillación o de mal gusto, como se decía antiguamente. Es todo lo contrario: se trata de una red social que tenemos que activar, donde todos somos responsables de ese proceso. Si mi vecino no me dice que se encuentra sin trabajo, cómo me entero de que lo tengo que ayudar. Por eso, en esta conferencia, uno de los conceptos que desarrollo es el de “colaboración”.
-Si bien es importante romper con el tabú del pedir, no es menos trascendente desarrollar la generosidad de dar. Ambas puntas de la estructura se complementan.
-Por eso hablo de dar, recibir y pedir. Por distintas razones, en esta realidad, a todos nos ha tocado estar en los tres lugares de este proceso. De acuerdo a cómo nos movemos en este triángulo, aparecen los cambios en nuestro entorno próximo, en la familia y en la vecindad. Creo que una de las ganancias de este proceso es aumentar el estado de conciencia, nuestra capacidad de darnos cuenta de todo.
-¿Qué conformaría esa totalidad?
-Tener conciencia de cómo me alimento, cómo me informo, cómo cuido mi energía para no llenarme de miedos, qué consumo. Y, desde ya, tener claras mis conductas de responsabilidad, tenemos que estar despiertos para ver quién necesita ayuda.
-El Covid es un virus equitativo, en tanto que no ha diferenciado en sectores sociales ni status culturales. ¿También dejó expuesto el ejercicio de la solidaridad o su ausencia?
-En primer lugar, la pandemia ha dejado al descubierto las profundas desigualdades en nuestra América Latina. Efectivamente, se han enfermado más los pobres que los ricos. El hacinamiento y la obligación de ir a trabajar los expuso, el sistema hizo que eso se evidencie. El año pasado mucha gente me decía que la pandemia iba a mejorar a la humanidad…
-¿Sucedió?
-Aunque no me gusta caer en lo binario, creo que los buenos somos más buenos, pero los malos siguen siendo bien malos. Por eso me parece que el símbolo de la casa es tan importante: cuando uno ingresa, hay luz u oscuridad, entonces debo plantearme qué hacer para aumentar lo bueno, lo luminoso y desterrar lo malo.
-¿Cómo actúan las redes sociales en este contexto?
-Es una decisión a quién seguir. ¿Sigo a gente que me aporta algo o a aquellos que me llenan de rabia y me intoxican? Esas son pequeñas grandes elecciones que al final del día te determinan los frutos.
-Al comienzo hablaba del encuentro con uno mismo. Esa puede ser una experiencia positiva y, además, dolorosa.
-Ese es uno de los grandes regalos de este tiempo. Hay mucha gente que nunca se había mirado y que, al hacer lo que llamo el “viaje del silencio”, el viaje hacia adentro, encontró heridas, sueños pendientes, cuestiones por resolver, terminó una pareja o inició una nueva relación. Es muy potente a nivel energético lo que ha sucedido.
-¿Cómo se hace pragmático ese “viaje del silencio”?
-Es el proceso que se tiene que hacer para entrar a uno mismo y que no se puede hacer con ruido.
-En un contexto como el actual, ¿qué sucede con el control sobre la vida y el futuro?
-El desmantelamiento del control es otro de los hallazgos de esta pandemia, ahora tenemos que vivir el presente, ya no podemos planificar. Se reforzó aquello de “cuéntale tus planes a Dios para que se ría”.
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