CÓRDOBA.- A los 83 años, María Luisa Altinger cuenta con dos "honores": fue la primera inscripta en la carrera de Licenciatura de Ciencias Meteorológicas (en 1953 se creó la carrera en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires ) y, además, fue la primera meteoróloga del país. Aunque sus profesores le advirtieron que en la Argentina no había "tormentas de magnitud", se especializó en el área y generó la única base de datos de tornados del país. Hoy es referente de consulta internacional.
Desde su casa de Villa General Belgrano –donde sigue trabajando- recuerda que en cuarto año del secundario en el Nacional de Buenos Aires "no tenía idea" de qué carrera seguiría. "Todas tenían algo pensado, menos yo. Había averiguado sobre astros, sobre la tierra –se ríe- y nada. Hasta que una profesora que estaba especializándose en orientación vocacional me pidió la carpeta para un práctico sobre el tipo de letra. Cuando me la devolvió me sugirió que cursara Ciencias Económicas".
Descendiente de alemanes, padre ingeniero agrónomo y madre ama de casa en la localidad bonaerense de Alberti, Altinger rechazó la propuesta: "Le expliqué que quería algo estable, no un área donde las reglas cambien todo el tiempo. La profesora me dijo: ‘Estudie la atmósfera; sea meteoróloga’. Y ahí mismo se me abrió una pantalla enorme. Me acuerdo hasta dónde estaba cuando me lo sugirió".
La docente la contactó con el climatólogo José Alberto Hoffmann, muy reconocido por su tarea. "Lo fui a ver y lo primero que me apuntó fue ‘usted tiene que ser secretaria, no meteoróloga’. No me disuadió. Tenía 17 años y ya estaba decidida". A pesar de esa frase, el experto al año siguiente le prestó libros y la orientó sobre lo que estudiaría.
Altinger fue al Servicio Meteorológico, donde la recibió el subdirector –a quien recuerda con "un aire a Sarmiento, señorial, gentil- quien le anunció que la carrera empezaba a dictarse en la UBA. Cuando le contó a su padre la decisión, la respuesta fue "es tu problema". A ella le quedó grabado ese momento porque se encontró sola ante su definición. "Él se retiró del tema y me dio la responsabilidad. Después apliqué lo mismo con mis hijos".
Recuerda con precisión los apellidos de los cuatro hombres que ingresaron con ella: Comar, Fernández, Monteagudo y Ferrer. Los tres primeros años se cursaban en conjunto con Física y Matemática. "Quedé sólo yo, ellos abandonaron casi de inmediato. Cuando llegué a cuarto se sumaron los egresados de la Escuela Nacional de Meteorología que eran cuatro".
A dedo en busca de las tormentas
Ya egresada, trabajó dos años en el Servicio Meteorológico Nacional, en la oficina de Pronósticos. Luego, casada y con dos hijos, rindió concurso para ser docente. "’Piénselo. Necesitamos gente seria y responsable’ me apuntaron. Fue el primer palazo en mi vida profesional". En 1977 entró como investigadora en el Conicet.
Altinger nunca olvidará el 20 de enero de 1971 cuando vio los rastros de un tornado en Pehuajó. "Estaba de vacaciones y la naturaleza desplegó ante mí el desastre que, por entonces, nadie estudiaba. Volví y definí que a eso me dedicaría, me concentraría en el rasgo más extremo de las tormentas, que son los tornados". Es entonces cuando otros docentes le plantearon que en la Argentina "no había tornados".
Cada vez que leía de una tormenta fuerte, iba. Con cartografía, brújula y cámara fotográfica empezó a recorrer distintos puntos. "Quince años hice dedo, porque a veces era más rápido que los colectivos. Así iba juntando datos", cuenta. El 10 de enero de 1973 en San Justo (Santa Fe) se produjo un tornado F5, el peor sucedido hasta entonces fuera de Estados Unidos. "Ratifiqué que estaba en lo cierto, que era área de investigación".
Con Luis César Rosso armaron la base de datos de tormentas extremas en la Argentina desde la década del 30. La Comisión Nacional de Energía Atómica los contrató –ambos estaban en el Servicio Meteorológico como únicos integrantes del "grupo de tornados"- para hacer los cálculos de riesgo para Atucha y Embalse y allí empezaron como consultores, primero en el ámbito público y, después, en el privado.
Altinger se define como "terriblemente miedosa" a las tormentas porque conoce lo que hacen. Toda la Argentina -desde Río Negro al norte- es zona de tornados. Entre 1975 y 2004 la cantidad de tornados registrados en su base datos en el país fue, en promedio, de cinco al año. Desde entonces, la media es de 12 anuales. La experta admite que hay más información y eso hace más simple el rastreo.
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