"Resiliencia" es un concepto muy usado (y también recomendado), pero pareciera más fácil entender su significado que ponerlo en práctica. Pablo Giesenow es una suerte de materialización de la superación de la adversidad. Enérgico, constante y decidido, hasta disimula el enorme esfuerzo que le significa superar las limitaciones físicas que le quedaron de un accidente de auto hace ya casi cuatro años. Convencido, desde antes de ese hecho, de que los límites son únicamente mentales, la vida le permitió demostrarlo.
El 22 de enero de 2015 Pablo chocó contra el guardarraíl en la ruta nacional 35, cuando viajaba bajo una lluvia torrencial de Córdoba –donde vive– a La Pampa, cerca de Santa Rosa, para celebrar el cumpleaños de su papá. Quedó atrapado y hasta que llegaron los bomberos y la ambulancia perdió cuatro litros de sangre. Siempre estuvo conciente y advirtió que se había cortado su pierna izquierda. En el hospital terminó de enterarse de la situación cuando el médico preguntó –y él escuchó–: "¿Trajeron los miembros?".
A los 36 años resolvió que su vida no se terminaría con la doble amputación. Por lo que cuenta, reaccionó como cada vez que alguien –en cualquier ámbito– le sugería que era difícil alcanzar un objetivo. A los siete meses del accidente se paró sobre unas piernas ortopédicas. Jura que no tuvo tiempo "ni de deprimirse".
No era la primera tragedia del abogado; cuando tenía 19 años su hermana –un año menor– se había suicidado. No tener las piernas desde las rodillas hacia abajo no lo doblegaría. No solo volvió a su trabajo sino que se puso metas relacionadas, precisamente, con lo que no tenía. Quería correr y andar en bicicleta. También se tiró a la pileta y aprendió a nadar sin prótesis.
Pablo entrena en gimnasios, en el parque Sarmiento y en la pista de atletismo del estadio Mario Kempes. Son muchos los que lo miran; corre con pantalón corto y no disimula los "ganchos" sobre los que se para. Sus prótesis son iguales a las del velocista y medallista olímpico Oscar Pistorius. Se ríe cuando dice que no puede estar quieto, porque por los ganchos, se balancea.
De jugar al fútbol con amigos y salir a correr cada tanto, ahora es un deportista con todas las letras. A comienzos de este año participó del Summit Aconcagua, pero no alcanzó la cumbre (llegó a los 5500 metros) porque la biomecánica de sus prótesis le impide bajar con la destreza que se requiere en una emergencia.
Lejos de entristecerse, festejó por haber hecho nuevos amigos y por haberse "fortalecido" con la experiencia. Sigue preparándose para los Juegos Olímpicos Tokio 2020 . Disfruta de sus tres hijos y de su profesión y, por invitaciones, empezó a dar charlas para "animar" a otros a superar las dificultades.
Los logros lo incentivan, igual que su familia y sus amigos. Y cuando le preguntan cómo hace para mantener las ganas, para no preguntarse por qué esa tragedia le pasó a él, responde simple y directo: "Nada especial: tengo sueños y trabajo para cumplirlos".
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