Por una trombofilia perdió cuatro embarazos, pero hoy es madre de tres hijas
Luego de varios y extensos tratamientos formó la familia que deseaba y comparte su historia de vida en esta nota
Ser madre. Ese era el sueño de María, una psicóloga de 37 años. Ella se casó a los 25 y desde el primer momento supo que quería tener hijos y, aunque seis meses después de contraer matrimonio lo intentó, no pudo.
Según un estudio de la Clínica IVI, una de cada seis parejas tiene problemas para concebir y uno de los factores es la trombofilia (
justamente hace pocos días en la mesa de Mirtha Legrand la actriz Florencia Peña contó que le detectaron ese trastorno). El médico Fernando Neuspiller, director de IVI Buenos Aires, define a la trombofilia como “la propensión a desarrollar trombosis debido a determinados trastornos de coagulación”.
Aunque María no fue madre a sus 25, ni a sus 26, sí estuvo embarazada varias veces, precisamente seis. Y no le costó. “El Evatest positivo no tardó en llegar. Al mes estaba embarazada. Todos lo vivimos con una felicidad inmensa”, cuenta a LA NACION, pero las sonrisas se fueron rápido.
“Después de la primera ecografía de la semana 7 u 8 comencé a sangrar. Me contacté con mi ginecólogo. Fuimos a un sanatorio, entramos en un consultorio chiquito, el ecografista comenzó a hacerme la ecografía. Cuando miré la pantalla, no vi los latidos. Exploró un rato más y nos dijo que el embarazo se había detenido”, relata María, y agrega: “La palabra detenido aún me eriza la piel. En ese momento se me cayó el mundo”.
Según el informe de IVI, entre el 10 y el 15 % de las mujeres que quedan embarazadas sufren un aborto. Se considera esporádico. Cuando se tienen dos abortos se denomina recurrente y es menos frecuente aún, ya que representa entre el 3 y el 5 %. Después de la décima semana de embarazo, la muerte fetal afecta entre el 0,1 y el 3 % de las mujeres.
Neuspiller explica que “popularmente cuando se relaciona la trombofilia con el embarazo, automáticamente los pacientes piensan en la palabra aborto”. María conoce este concepto. Los vivió más de una vez: “Cuando consulto a mi ginecólogo me explica que las pérdidas de embarazo eran muy comunes y, sobre todo, en el primer trimestre. Yo pensaba: ¿Y por qué justo a mí?".
La situación fue más dramática, el embrión todavía estaba adentro de su útero y si su cuerpo no lo expulsaba iban a tener que hacerle raspado. “El médico vio varios hematomas en el útero que le llamaban la atención. Comenzó a indagar sobre antecedentes de pérdidas de embarazo en mi familia y descubrimos que mi madre, mi tía y mi abuela habían tenido más de dos abortos, incluso habían tenido pérdida de bebes a término”, relata.
Fue derivada a una hematóloga y le diagnosticó trombofilia de ambos tipos: genética y adquirida. María pasó por el raspado y dos meses después quedó embarazada de nuevo. Otra vez la alegría, pero esta vez, con diagnóstico, debía inyectarse heparina todos los días.
“¡Qué felicidad! Ya está! ¡Ahora tengo diagnóstico! Si me inyecto heparina todos los días no voy a perder el bebe!”, pensó Maria. Pero no fue tan fácil, no podía pincharse sola por lo que todas las mañanas antes de ir a trabajar su marido era quien le aplicaba las inyecciones hasta que ella pudo hacerlo.
Tiempo después llegó la primera ecografía, el corazón latía pero tenía un par de hematomas y eran grandes. María debió hacer reposo absoluto durante diez días. “Volvieron los miedos, la rabia, la soledad, la tristeza. Y el gran temor de volver a perder un embarazo”, cuenta.
En la ecografía siguiente el embrión seguía latiendo pero no crecía lo suficiente. Después de casi un mes de reposo absoluto el embarazo se había "detenido" nuevamente y María volvió a sufrir otro raspado.
Fue el doctor Neuspiller quien la atendió tras esta situación. “Él me explicó que la causa más común de pérdida de embarazos era por anomalías genéticas del embrión y que a lo mejor en mi segundo embarazo había sucedido eso”, recuerda.
El médico explica que “una paciente de riesgo para ser considerada como tal debe presentar alguno de estos antecedes: dos o más abortos antes de llegar a la semana 10 de embarazo, un aborto luego de la semana 10, antecedente de muerte fetal intrauterina, preclamsia o eclampsia, episodios de trombosis, tanto arterial como venosa o presencia de casos de trombofilia hereditaria en la familia”.
María quedó embarazada una vez más, ya casi sin expectativas. Volvió a hacer el tratamiento con heparina, pero esta vez su embarazo tuvo una alteración genética en el cromosoma sexual X.
La frustración y la tristeza invadieron otra vez a esta mujer que tanto buscaba ser madre. “Comencé a sentirme mal, fallada. ¿Qué pasa adentro mío que no puedo ser mamá?”, se cuestionaba, pero hizo otro intento de quedar embarazada. Lo logró, pero no le dieron un buen pronóstico aunque los médicos se comprometieron a hacer todo lo posible. Este era su cuarto embarazo y su mente ya empezaba a jugarle malas pasadas: “Se me cruzó cualquier cosa por la cabeza. Desde dejar a mi marido para que busque otra mujer, hasta morirme”.
Después de esto, ella y su marido quisieron tomarse un “tiempo de descanso” hasta que volvieron a estar listos para intentar ser padres. Otra vez médicos, miedo, consultorios, estudios y tratamientos.
Una vez más María quedó embarazada, una vez más estuvo feliz, pero su problema no era concebir un hijo, sino sostener el embarazo.
“Voy a la primera ecografía en el consultorio de mi médico. Miro al techo en vez de mirar el monitor, respiro hondo y escucho que mi marido dice: ¡¿Son dos?! La felicidad que sentí en ese momento es inexplicable. Estábamos esperando mellizos. La siguiente eco era prueba de fuego... y también salió bien. La ilusión comenzaba a crecer”, recuerda María, pero los problemas volvieron a aparecer. Otra vez un hematoma, aunque ahora más pequeño que los embriones.
“Fernando nos decía: 'Los embriones tienen que ganarle al hematoma'. Y así fue como un día dejé de ser una “abortadora recurrente” y me convertí en una “embarazada normal”, dice emocionada María, hoy madre de Juana y Delfina.
La historia no terminó ahí. Cinco años más tarde nació Azul. Hoy, María tiene una numerosa familia y, además, se dedica a ayudar a otros que pasan por situaciones similares a la que ella vivió durante años.
Polémica en el Congreso por la ley de trombofilia
En diciembre del año pasado el presidente Mauricio Macri vetó la ley de trombofilia que había sido aprobada por unanimidad en noviembre, según publicó LA NACION en su momento, pero podría volver a tratarse en el Senado la semana que viene ya que el tema volvió a estar en agenda luego de que el último fin de semana, la actriz Florencia Peña contara que padece la enfermedad y cómo debe tratarse día a día para cuidar su embarazo.
La ley determinaba la creación de un plan para el estudio del trastorno y la inclusión del tratamiento en el Programa Médico Obligatorio (PMO) que obliga a brindar el servicio gratuito a obras sociales y empresas de medicina prepaga. El argumento para vetar la ley es que el estudio temprano no se encuentra recomendado por entidades científicas y está desaconsejado.
"Necesitamos la ley de Trombofilia. Yo tengo una buena obra social y la posibilidad de pagar el tratamiento, pero muchas mujeres no tienen esa posibilidad, y es un tratamiento carísimo", dijo Peña en la mesa de Mirtha Legrand.
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