Cecilia García Prieto tiene 40 años y para ella la gestación de su hija Luna no fue lo que imaginaba; la mujer hace frente al tabú y cuenta los estigmas que debió enfrentar
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Se asume que la llegada de un bebé esperado es siempre una noticia que colma de alegría no solo a los padres, sino también a la familia y amigos. Sin embargo, no siempre es así. Hay mujeres a las que la espera de un hijo les resulta una tormenta llena de ansiedad, estrés y noches completas de insomnio en las que piensan que no están en condiciones de afrontar la maternidad. A las dudas en su cabeza, se suman el estigma y la incomprensión del entorno.
Según la Clínica Mayo de los Estados Unidos, las investigaciones sugieren que alrededor del 7% de las embarazadas experimenta depresión durante esos nueve meses. Y se cree que las tasas podrían ser más altas en los países de ingresos bajos y medios. Los expertos afirman que, a la vez, la madre está expuesta a un mayor riesgo de sufrir depresión posparto y de experimentar dificultades para establecer lazos afectivos con el bebé.
El día que BBC Mundo hablo con Cecilia García Prieto, afincada en España, a su hija Luna le faltaban unas semanas para nacer. ¿Cómo no vas a ser feliz siendo una futura mamá?, le preguntaban una y otra vez. Pero ella no se sentía contenta.
Cecilia cuenta la historia de los nueve meses que pasó luchando contra pensamientos negativos de todo tipo, contra el estigma de la depresión y contra un entorno que no entendía cómo su embarazo no la tenía loca de alegría.
A partir de aquí, su testimonio:
Todo empezó cuando me agarré Covid el 24 de diciembre de 2021, estando embarazada de ocho semanas. Había vuelto a la Argentina a visitar a mi familia y cuando di positivo, me aislé inmediatamente. Estuve siete días sin ver a mi familia, sola, asustada.
Obviamente, hablaba todos los días con Adrián [el padre], pero estaba completamente sola y me dio mucho miedo de que le pasara algo al bebé. En ese momento, el embarazo era muy temprano, o sea, tenía solo nueve semanas, cuando el riesgo de aborto era muy grande. Y creo que durante esos días fue donde más empecé a pensar todas las cosas malas que podían pasar.
Cuando volví a España en enero, teníamos una consulta para realizar un test genético que descarta algunas enfermedades graves en el bebé. Esas semanas las viví con mucha preocupación, pero no sentía que estaba deprimida. Sentía que era como una angustia, como una tristeza muy profunda y un terrible miedo a sufrir un aborto.
Con esa prueba de ADN nos enteramos de que era una nena y que estaba todo correcto. El Covid me dejó secuelas físicas a mí, pero el bebé estaba bien. Sin embargo, pese a que todo estaba en orden y que ya había pasado la semana 12, cuando el riesgo de aborto disminuye mucho, yo no estaba más tranquila. Había pasado lo peor, pero no me recuperé mentalmente. Y ahí es donde empecé a pensar que las cosas en mi cabeza no estaban funcionando correctamente.
Hacía muchos días que no me quería levantar. Dormía muchas horas. Yo creía que tenía que ver con el embarazo. Los primeros meses una tiende a dormir más que en otros momentos porque estás más cansada. Le atribuía al embarazo lo que me estaba pasando y, sin embargo, dentro de mi cabeza tenía como una cantidad de pensamientos negativos que no sabía de dónde venían ni por qué me estaba pasando eso. Pensaba que era un desastre, que no iba a poder hacerlo. Me da hasta vergüenza contarlo, pero llegué a pensar que mejor la daba en adopción para que alguien mejor que yo pudiera cuidar este bebé.
No sé cómo explicarlo porque una se siente como una desagradecida por la situación que vivís. Yo estoy súper agradecida por la oportunidad que Dios me dio y por todo. Pero bueno, mi cabeza reaccionó de una manera distinta. Pensaba: “¿En qué mie... me metí?”, “No sé si voy a poder con esto”; “Voy a ser un asco de madre. Yo no voy a poder cuidar este bebé”; “Pobrecita, no se merece una vida así”; “¿Qué clase de madre voy a ser? ¿Capaz que sería mejor que la tuviera otra persona”. “¿Cómo se me ocurrió meterme en este lío?”.
Mi cabeza estaba llena de pensamientos negativos como esos. No me sentía capaz, honestamente, de hacer frente a la maternidad. No me di cuenta de que realmente estaba sufriendo una depresión en el embarazo hasta más o menos la semana 15.
Mi médica me decía: ‘Tenés que quedarte tranquila porque las cosas se están dando bien’, pero yo no era capaz. Me sentía como la mie... No voy a mentir. Todos los días era un esfuerzo enorme levantarme la mañana. Tengo más de 40 años y siempre me habían dicho que mis óvulos eran de mala calidad. Que tenía muy pocas oportunidades de que quedara embarazada y si eso sucedía, también había muchas probabilidades de sufrir un aborto o de que no llegara a término.
Vivía angustiada pensando que iba a perder el bebé en cualquier momento. Así que se me juntó pasar el Covid en las primeras semanas de embarazo, sabiendo que mis óvulos son de mala calidad y un montón de preocupaciones encima. Creo que fue la conjunción de muchas cosas.
Todo este tiempo me sentí muy bombardeada en el exterior. La gente no termina de entender qué es la depresión en el embarazo. Lo digo por mi propia experiencia. Me dicen: ‘¡Ay! Pero tenés que estar muy contenta’. Y les respondo que sí, estoy super contenta, pero mis pensamientos van por otro lado.
Después de eso, entendí que mi entorno no comprendía por lo que estaba pasando. Se que es un tema completo y una se siente muy juzgada. A mí me pasó eso. Es un tema super tabú del que no podés hablar abiertamente. Eso me llevó a aislarme. Es lo mejor que pude hacer. Me costó mucho cuidar de mí misma y eso me puso difícil relacionarme con el mundo exterior.
Durante el embarazo noté que no podía vincularme mucho con el bebé. No fue hasta las últimas tres semanas que empecé a comprar la cuna y las cosas. Pasé casi ocho meses, no te digo que negando el embarazo porque estaba ahí y se iba haciendo evidente. Pero, digamos que no le presté toda mi atención.
Y hoy me siento re mal por eso, porque no lo supe aprovechar, no lo supe ver. No lo supe disfrutar. Pero me era imposible. Mi cuerpo y mi cabeza me lo impedían. Por más que lo intentara. Ahora miro para atrás y me digo: “¿Cómo pude pensar todas esas cosas?”.
La tengo en mis brazos y estoy maravillada de lo bonita que es. No sé como explicarlo, la veo y digo “Dios mío, ¿cómo no lo pude ver en ese momento?”. Es algo que voy a tener que acarrear el resto de mi vida porque es lamentable que me haya pasado esto. Ahora valoro de verdad el regalo que tengo.
¿Qué pueden hacer las madres que están pasando por lo mismo?
“A menudo la depresión y la ansiedad se diagnostican de forma incorrecta. Es importante buscar ayuda profesional, especialmente terapia de conversación”, explica a BBC Mundo, Mareike Suesse, psicóloga clínica especializada en salud mental en el embarazo y el período posnatal.
Para la especialista existen muchas razones subyacentes por las que la depresión puede desarrollarse durante el embarazo, y es importante abordar estas causas fundamentales, en lugar de solo usar medicamentos. “Una herramienta útil para probar es un ‘diario de placer y logros’. Tratá de incluir todos los días una actividad que te dé placer y una actividad que te dé una sensación de logro”, añade.
“No es necesario que sean grandes tareas: es importante darse crédito por las pequeñas victorias, como lavar los platos. Las embarazadas con depresión deben ajustar sus expectativas: está bien no funcionar al mismo nivel que antes del embarazo. Es importante también cultivar una actitud de autocompasión”.
El entorno también juega un papel esencial: ser compasivo y ayudar a la persona a sentirse segura es crucial...
¿Cómo podemos identificar la depresión prenatal?
Según el Servicio Nacional de Salud (NHS) de Reino Unido, estos son algunos de los síntomas:
- Sentirse triste, de mal humor o lloroso la mayor parte del tiempo
- Sentirse irritable o enojarse fácilmente
- Perder interés en otras personas y en el mundo que te rodea
- No querer comer o comer más de lo habitual
- Tener pensamientos negativos, como preocuparse por no poder cuidar al bebé
- Sentirse culpable, desesperanzado o culparse a sí mismo por sus problemas
- Tener problemas para concentrarse o tomar decisiones
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