Pegados al celular: el 51% de la gente lo revisa al despertarse
Todos los días, Federico Galés se despierta a las 6.20 con la alarma de su celular. Luego de apagarla, de inmediato revisa los mensajes que le llegaron mientras dormía. Siente una pesadez detrás de los ojos y un principio de dolor de cabeza. La experiencia no tiene nada de placentera, pero la ansiedad es más fuerte.
No está solo. La creciente hiperconectividad, el hábito de no apagar el celular de noche para usarlo como despertador y la confusión entre los espacios de trabajo y de entretenimiento son algunas de las causas por las que el 51% de los argentinos revisa su celular “dentro de los cinco minutos” después de despertarse. Así lo revela un informe de la consultora Deloitte.
El estudio, además, consigna que un 28% de los argentinos consulta su celular “inmediatamente” al abrir los ojos.
Galés, de 42 años, es empleado en una empresa de tecnología y su horario laboral es muy flexible: mucho home office, trabajo a deshoras y mensajes que pueden llegarle en cualquier momento del día. No es extraño que su jefa le escriba a la 1. Y al despertarse quiere saber enseguida qué pasó en su “ausencia”.
“Antes era posible programar una alarma por la noche, luego apagar el celular y que por la mañana la alarma sonara. Pero hoy muchos modelos eliminaron esa función”, dice Carolina Duek, investigadora del Conicet, y explica que esta modificación alienta a que el celular no se apague de noche. Luego, de tomarlo para apagar la alarma a ponerse a revisar los mensajes, hay solo un paso. “Es la propia tecnología la que alienta la hiperconectividad”, considera.
La tendencia de revisar el celular al despertarse es más fuerte en los segmentos más jóvenes (entre 18 y 24 años), en tanto que se debilita junto con el aumento de la edad, según se desprende del informe.
Enrique Carrier, analista de telecomunicaciones y nuevos medios, considera que esta forma de vida hiperconectada, lejos de moderarse, se irá consolidando: “Los millennials hicieron un proceso de adaptación: al principio de sus vidas convivieron un poco con tecnologías analógicas. En cambio los centennials (nacidos con el nuevo milenio) son nativos digitales puros”.
El informe consigna además que el tipo de composición del hogar también incide en la tendencia a tomar el celular al despertarse: “Los solteros demuestran una mayor propensión que las parejas con hijos”, precisa Nicolás Luppi, socio líder de Deloitte en la práctica de Analytics y de la Industria de Tecnología, Medios y Telecomunicaciones (TMT).
Ana Romero, de 30 años, trabaja en comunicación y vive sola. “Está mal despertarse atada al celular y me hace sentir medio culpable”, reflexiona. Pero por su profesión es frecuente que al abrir los ojos ya tenga mensajes de trabajo. “Hoy es imposible que no se mezclen mi profesión y mi vida privada. Y mi trabajo no me permite desconectarme”, dice.
Duek lo ilustra así: “Trabajamos en el descanso y descansamos en el trabajo”. Pero advierte que aún no está claro cuáles son las consecuencias de esta convergencia. ¿Se trabaja mejor o peor? ¿Se descansa más o menos?
Disponibles las 24 horas
La ansiedad por consultar el celular proviene de la creencia de que mientras estuvimos desconectados pudo pasar algo importante. “Sabemos que hoy cualquier novedad llegará a través del celular: una opinión de nuestro jefe sobre nuestro trabajo o de un amigo sobre algún posteo que hicimos”, dice Alejandro Artopoulos, sociólogo de la Universidad de San Andrés, y aclara que, lejos de tratarse de una conducta enfermiza, es natural demostrar alguna ansiedad por conocer lo que los demás piensan sobre nosotros.
Gabriel Towerchair, de 44 años, director creativo en una agencia de publicidad, también deja el teléfono prendido toda la noche, se despierta con su alarma e inmediatamente revisa sus mensajes. “Me fijo a ver si hay algo urgente”, explica. Y aunque muchas veces no hay ninguna novedad relevante, a veces sí: “El año pasado le quisieron hacer una estafa virtual a mis padres diciéndoles que me tenían secuestrado –cuenta–. Por suerte ellos se comunicaron conmigo al celular y vieron que era falso”. Así que Towerchair está disponible las 24 horas.
El hábito de conservar el celular siempre prendido es especialmente fuerte en los chicos: “En la Argentina cuatro de cada diez adolescentes tienen su aparato siempre encendido”, precisa Roxana Morduchowicz, especialista en cultura juvenil y autora del libro Los chicos y las pantallas. La principal razón para no apagarlo jamás, explica, es: “Por si algún amigo me necesita”.
La investigación de Deloitte, basada en 2000 casos en todo país, también arroja que el 11% de los argentinos revisa su celular más de 200 veces al día, un valor muy superior al de otros países, donde el porcentaje ronda el 5%.
El subte que Galés toma cada mañana para ir a trabajar demora apenas 10 minutos en cubrir el trayecto entre las estaciones Pueyrredón y 9 de Julio. En ese intervalo revisará su celular, al menos, cuatro veces. Y aunque Galés es consciente de que actúa impulsado por una lógica perversa, no logra controlarla: “Lo reviso cada vez que vibra, pero también cuando no vibra por si lo hizo y no lo noté”. Admite que la ansiedad se le despierta “cuando no hace nada”. Lo que más consulta: WhatsApp, donde participa de siete grupos activos.
En efecto, esta red social lidera la preferencia de los argentinos: la usa el 99% de las personas que tienen teléfonos inteligentes, según consigna el informe de Deloitte. “El 74% de los argentinos declaró usar esta aplicación al menos una vez por hora, incrementándose los valores respecto del año pasado”, precisa el estudio, que considera que esta tendencia “se ha acelerado impulsada por operadoras que han lanzado promociones como WhatsApp ilimitado”.
“El ‘pienso, luego existo’, de Descartes, devino en ‘me llaman, luego existo’”, considera Eva Rotenberg, licenciada en Psicología y directora de la Escuela para Padres Multifamiliar, y alerta: “El exceso en la conexión con el celular es un síntoma: se busca reemplazar un vínculo que no está funcionando, se trata de llenar un vacío”.
Aunque a veces resulta difícil establecer cuándo se cruzó el límite entre el uso razonable de las pantallas y el compulsivo. Carrier consideró que esta creciente dependencia no es en sí ni positiva ni negativa: todo depende de cómo se maneje. “Por ejemplo, estar todo el tiempo conectado me permite irme de vacaciones más tiempo porque puedo resolver muchos asuntos a través de la tecnología”, dice, y detalla que hay muchos jóvenes que duermen con el celular, no ya en la mesa de luz, sino directamente sobre la cama. “Es que el teléfono se convirtió casi en parte de la ropa que llevan puesta”, ilustra.
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