Patrimonio Histórico. Por qué se suspendieron las obras de pintura de uno de los palacios porteños más enigmáticos
La residencia Maguire, que es Monumento Nacional, apareció con las rejas y el muro perimetral con colores que no son los originales; dudas sobre quién encargó los trabajos
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La única mansión del siglo XIX de la avenida Alvear aún en pie, que no se convirtió en hotel de lujo y que continúa habitada por una familia, súbitamente cambió de aspecto. Días pasados, los vecinos de Recoleta se alarmaron ante el nuevo color de las antiguas rejas y del muro exterior que rodea a la mansión de la Belle Epoque, el Palacio Maguire. Es un antiguo edificio ubicado en la avenida más cara de la ciudad que llama la atención; parece en ruinas. A los misterios que rodean la casona de persianas cerradas se sumó uno más: ¿Quién habrá ordenado las obras? ¿Por qué no se respetó el color original de la pintura? ¿Se trata tan sólo de una lavada de cara de muro o las intervenciones afectarán el interior del edificio declarado Monumento Histórico Nacional?
Para conocer los motivos del sorpresivo cambio, LA NACIÓN se comunicó en forma exclusiva con Carlos Alfonso Biocca Iavicoli, casado con María Susana Maguire Duhau, “única dueña” del inmueble, aclara el hombre. Desde hace décadas el matrimonio habita la casona junto a personal de servicio y de seguridad. “Nosotros no tenemos nada que ver. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos pidió arreglar el frente ya que la parte de cemento estaba rota o rajada”, explicó.
El arquitecto Germán Carvajal, vecino de la zona, fue uno de los primeros en alarmarse ante el nuevo aspecto de la esquina de Rodríguez Peña y Alvear. “Es una decisión inexplicable para un edificio emblemático del Área de Protección Histórica de la Avenida Alvear, Monumento Histórico Nacional, y clasificado con protección estructural por la Ciudad”, advirtió. El muro fue pintado con látex en un tono amarillo que nada tiene que ver con el original, ni con el de la fachada de la casa. A su vez, las rejas, que eran negras, fueron pintadas con soplete de color verde sintético, brillante. “Tal es la impericia en la ejecución que no protegieron las plantas y las cubrieron del mismo verde”, se lamentó quien fuera uno de los fundadores de la ONG Basta de Demoler.
Según Biocca, “nos gustaban las rejas como eran antes, pero la municipalidad las pintó de negro. Para más detalles deben comunicarse con la administración de este inmueble, yo no sé mucho más de lo que les comenté”, dijo el hombre que junto a su mujer reparte el tiempo entre el campo y su residencia de Buenos Aires. Desde la administración respondieron: “hasta el lunes no atendemos”.
Quien encargó la construcción del palacio, en 1890, fue Alexander Hume, un ingeniero que llegó a la Argentina en 1868. Hasta contaba con pileta, toda una novedad en ese entonces. De estilo ecléctico, con materiales traídos de Europa, fue levantada en lo alto de la barranca, con vistas al Río de la Plata. Hoy parece abandonada sino fuera por las cámaras de seguridad que registran los movimientos de turistas y curiosos que atraídos por su aspecto de castillo de película.
“Yo vivo con la dueña y le digo que la casa por dentro está bien, está habitable. La parte de atrás es la que más usamos: caminamos, almorzamos, llevamos una vida normal”, explicó el propietario para quien “es importante mantener un bajo perfil. Por eso cuanto más fea y vieja parezca por fuera, mejor”.
Decadencia al látex
En redes sociales también tuvo amplia repercusión la intervención. “Decadencia al látex; nooooo!!!!!!!; lo vi … casi choco … es parte de la decadencia a la cual nos están llevando; lamentable; me produce dolor de corazón !!!! No se puede creer !!”, fueron algunos de comentarios de Instagram.
En esa esquina confluyen, además de la residencia Maguire la sede de la Casa de las Academias Nacionales y el Palacio Casey, ubicado justo enfrente, donde funciona la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos. Ese organismo en 2002 declaró como Monumento Histórico Nacional al Palacio Maguire junto con otras mansiones notables de la avenida Alvear, como los palacios Duhau y Fernández Anchorena.
Mónica Capano, titular de la Comisión de Monumentos, con superintendencia sobre dicho bien, informó a LA NACIÓN que las obras estuvieron a cargo de los propietarios del inmueble sin previa consulta y autorización del organismo. Lo mismo aseguraron fuentes del gobierno porteño: las obras fueron realizadas por una empresa contratada por los dueños.
“A partir del 14 de agosto realizamos sucesivas gestiones. Gracias a eso logramos que el viernes pasado los trabajos fueran paralizados por el Gobierno de la Ciudad a través de la Dirección General de Fiscalización y Control de Obras, con acta de por medio”, adelantó Capano. Dado que el inmueble posee declaratoria, cualquier intervención debe ser previamente analizada y luego aprobada por el organismo.
Todo comenzó cuando se entregó una nota en mano en la puerta de la residencia y se les ofreció asesoramiento con el objetivo de no desvirtuar las características y el importante valor cultural del bien, relató la funcionaria. Pero los trabajos continuaron. Contactado el profesional responsable manifestó desconocimiento de la declaratoria e informó que las obras fueron aprobadas por el gobierno de la ciudad.
Sin embargo, fuentes del gobierno porteño dijeron que la intervención realizada fue diferente a la presentada en la cual prometían “tan solo un mantenimiento de la reja perimetral, respetando sus colores y texturas originales, como así la materialidad y las reglas del arte sin afectar su imagen original”.
A futuro, desde la Comisión de Monumentos coordinarán una reunión con los responsables de la obra a los fines de regularizar la situación y analizar la posibilidad de revertir las tareas efectuadas devolviéndole su aspecto original a la mansión, agregó Capano.
LA NACIÓN intentó comunicarse con los propietarios de la casona para consultarles acerca de la orden de paralizar las obras, pero no obtuvo resultado.
En tanto, contingentes de turistas continúan acercándose al lugar. Para algunos es la casa de Drácula o de Los locos Adams, un sitio habitado por fantasmas. Biocca, en la primera comunicación, ironizó: “si vivieran fantasmas acá adentro nosotros estaríamos abrazados a ellos. Dicen cualquier pavada, hasta que Cristina Kirchner tenía a su hija viviendo acá. Estamos hartos, queremos vivir tranquilos, en paz, por eso ni salimos por la puerta principal”, se lamentó el hombre que vive en tiempos bien diferentes al momento en el que Carlos Ryder, arquitecto, levantó su residencia.
En la década de 1920, el palacio Hume fue vendido a los hermanos Duhau, motivo por el cual también es conocido como Palacio Duhau, prestando a confusiones con otra residencia de igual nombre, que perteneció a Luis Duhau. Luego, vivió en la mansión Susana Duhau, casada con John Walter Maguire. Por eso en la actualidad, su hija, Susana, es habitante y heredera de una joya de la arquitectura porteña.
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