Pastelería: el inesperado bastión machista que comienza a caer
Bolas de fraile, suspiros de monja, vigilantes y cañoncitos. Bastante difundida es la historia de que la pastelería en la Argentina creció de la mano de inmigrantes europeos -en su mayoría anarquistas- que llamaban a sus pasteles con estos llamativos nombres para burlarse e injuriar al gobierno, a los militares y a la Iglesia. Pero, lo que no es tan conocido, es que se trata de un ámbito marcado -aún hoy- por una fuerte cultura machista.
Prejuicios, falta de reconocimiento, salarios desiguales y poca presencia femenina en congresos o en puestos de jerarquía son algunos de los obstáculos que hacen que a las mujeres les sea difícil abrirse camino profesionalmente.
"Cuando empecé, estaba muy mal visto que una mujer trabajara de noche, no entendían por qué no estaba en mi casa criando hijos", cuenta Silvia de la Fuente, coordinadora de Ferias, Eventos y Campeonatos y del Servicio de Empleo de la Federación de Trabajadores Pasteleros (FTPSRCHPyA). "Aunque siempre me trataron con respeto, cuando era jovencita me hicieron mucho la guerra, me hicieron llorar bastante", sigue.
Stella Maris Lorato es técnica en gastronomía y dueña junto a su marido de Gran Córdoba Recepciones, pero cuando tenía 20 años le tocó atravesar situaciones bastante incómodas. "Si bien no me sentí discriminada, creo que tuve que demostrar mis capacidades o fortalezas en mayor medida que cualquier hombre. Me hacían cargar latas pesadisimas, me mandaban a la cámara con 20 grados bajo cero o me hacían deshuesar pollos semanas enteras -recuerda-. Una vez, incluso, me mandaron a esculpir una figura de hielo con una motosierra".
Historias como la de Silvia y Stella se repiten en restaurantes, hoteles y confiterías. "Cuesta más ganarte el derecho de piso, hay miedo a lo nuevo, pero a la larga, si sos entusiasta y trabajadora, terminás creando un buen equipo", agrega.
Remar en dulce de leche
La desigualdad entre varones y mujeres en el mundo laboral se refleja también a fin de mes en los recibos de sueldo. Aunque no hay datos oficiales específicos sobre el rubro de gastronomía y pastelería, en la Argentina, las mujeres suelen cobrar un 25% menos que los varones, según datos difundidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en marzo de este año. El trabajo informal femenino, además, duplica al masculino y la desocupación es cinco veces mayor.
El informe del organismo también indica que el desempleo o los salarios inferiores no están relacionados con menor capacitación o educación: por el contrario, las argentinas tienen un nivel educativo más alto. Estos indicadores pueden ser traspolados al ámbito pastelero: pese a que las estudiantes y egresadas mujeres son mayoría, en las cocinas siguen predominando los varones. Sólo por dar un ejemplo, el 81.82% de los estudiantes egresados en pastelería en el Instituto Superior de Enseñanza Hotelero Gastronómica durante 2018 fueron mujeres.
En la no tan dulce espera
"La maternidad y la gastronomía parecen ser incompatibles. Al trabajar en la parte de eventos, yo sabía a qué hora entraba a trabajar, pero no cuándo salía. Así que cuando nació mi primera hija fue muy sacrificado. Ya con mi segundo hijo, dejé de trabajar, hice un impasse", recuerda Stella.
"Hoy en día, con mi marido hemos logrado la inclusión laboral de mujeres en los eventos y me preocupo por acompañarlas cuando son mamás -asegura-. Me interesa que se sientan tranquilas, que sepan que si se toman la hora de lactancia, nadie va a pensar que son malas profesionales o unas vagas. Son situaciones que, pese a estar reguladas por ley, aún siguen pesando en muchos lugares".
Nuevamente, esta realidad no queda circunscripta al ámbito de la pastelería. Según el informe Mujeres en el Mercado Laboral Argentino, realizado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social en 2018, un 53% de las mujeres en edad fértil con tres hijos no participa del mercado laboral, en contraposición a un 37% de mujeres de la misma edad sin hijos.
A Regina Vaena, la pastelería le permitió salir a flote cuando enviudó. "Fue una salida laboral para mí. Abrí un emprendimiento en mi casa, que me permitía manejar mis horarios", relata. Con mucho esfuerzo, pudo abrir su primer local, Nucha, que hoy funciona como franquicia. Regina afirma no haber sentido desigualdad por el hecho de ser mujer: "Si sos buena, a la larga te van a valorar. La mujer es más fina, más delicada a la hora de trabajar".
Un paradigma que empieza a romperse
"Afortunadamente, estamos viviendo un cambio cultural y tecnológico que permite que más mujeres se capaciten y alcancen tareas que antes hacían solo los hombres", reflexiona De la Fuente. En el X Campeonato Argentino de Pasteleros y el VIII Campeonato Argentino de Maestros Pasteleros, que se celebró esta semana, también fue mucho más notoria la participación femenina, tanto entre participantes como jurados.
"Siempre hubo grandes pasteleras, como Beatriz Chomnalez o Dolli Irigoyen, pero ellas eran pioneras, era todo un desafío hacerlo. Hoy en redes sociales ves un montón de chicas pasteleras", coincide Lorato.
Una de estas "chicas pasteleras" es Leila Donzella, una joven de 30 años que es furor en Instagram con sus fotos de tortas y macarrones, que acompaña siempre con alguna reflexión sobre la lucha y el empoderamiento femenino. Con 34.900 seguidores, logró formar una comunidad online de mujeres pasteleras: "La idea es crear lazos de ayuda entre nosotras. Si bien el 90% de mis alumnas son mujeres, vas a un restaurante o a un hotel y son mayoría los varones. Por eso, son muchas las que se largan a emprender por su cuenta", explica.
"A través de las redes, nos pasamos información, tips, herramientas para emprender, ideas para invertir. El objetivo es ayudarnos entre nosotras y terminar con el patriarcado", lanza.