Pasantes a los 70: son jubilados y atienden como voluntarios en el Registro Civil
Cristina Aristu tiene 70 años y es la cara sonriente de la sede central del Registro Civil porteño. Cuando alguien llega para hacer un trámite, ella lo recibe de pie, junto al tótem de información digital. Lo orienta, le asigna un turno y le pide que espere sentado, que enseguida lo van a llamar por su nombre. "La verdad es que me sorprendió cuando me preguntó si me podía ayudar. Pero después me explicó que se dedica a eso y me contó que es voluntaria. Tiene muy buena onda", dice Tomás Alagia, un estudiante de 21 años que llegó para tramitar su documento.
Cristina es una de los casi 2000 adultos mayores que el gobierno porteño sumó como voluntarios en distintas locaciones. Algunos trabajan en el centro de información al turista, otros en el Rosedal, donde orientan a los visitantes y hasta realizan tareas de jardinería. También hay voluntarios en el Jardín Botánico, en los registros civiles de los barrios, en los centros de primera infancia, donde les leen cuentos a los más chicos, en bibliotecas y dentro de poco, en museos porteños.
Los voluntarios son personas jubiladas que se inscriben para realizar tareas comunitarias en lugares donde se las necesita. No reciben un pago por su tarea. Según ellos mismos cuentan, sentirse útiles, productivos y estar allí donde alguien los necesita, en lugar de quedarse en casa, es la mejor retribución que pueden recibir. Se trata de un programa de la Secretaría de Integración Social para Personas Mayores, en conjunto con el Ministerio de Gobierno porteño, a través del Registro Civil.
Rosario Angelillo está al frente de la Gerencia de Envejecimiento Productivo porteño. A fines de 2017 desarrollaron esta iniciativa a partir de una demanda que surgía en las distintas actividades que se desarrollaban para adultos mayores. "Existe una necesidad de estar integrados, de ser parte de las actividades, de una forma activa y no sólo pasiva, entre los adultos mayores. Nos dimos cuenta de que, al mismo tiempo, hay un gran potencial en ellos. Y si reciben la formación adecuada, pueden hacer un aporte que es muy valioso para todos. Para ellos, y para quienes se encuentran con su amabilidad y buena disposición", explica Angelillo.
Lo cierto es que poco después de que se lanzó la propuesta de voluntariado, sin que se hicieran grandes campañas de difusión, se empezó a correr la voz y miles de personas, mayoría de mujeres, se anotaron.
Su caso no es aislado. En el país viven cada vez más personas que superan los 65 años. La población que pasó la edad jubilatoria hoy representa al 15% de la total: seis millones de personas. Y aunque se encuentran en una edad en la que el mandato laboral indica que entraron en una etapa pasiva, lo cierto es que son muchas las personas que siguen en plena actividad.
"Los sistemas previsionales fueron pensados para cuando nos moríamos entre los 60 y 70 años. Hoy, felizmente, eso ocurre entre los 80 y 90. Es decir, que nos quedó esta brecha entre la edad del retiro y el fin de la vida. Si se tiene en cuenta que se llega con mucha más vitalidad a esa edad, nos quedó una enorme vida posjubilatoria, de 30 años, vacía de actividades", explica Enrique Amadasi, doctor en Sociología y coordinador del Barómetro de las Personas Mayores, del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"Cuando se llega a los 65 años y llega la edad de jubilarse, reina una sensación de que a uno le faltó tiempo para hacer cosas. Sin embargo, cuando se acercan a los 70 años, son muchos los que sienten la necesidad de volver al ámbito laboral, no por razones económicas, sino porque necesitan sentirse valorados", dice Amadasi. Eso es lo que le ocurre al personaje que encarna Robert De Niro, en la película Pasante de moda. El film cuenta la historia de un hombre que una empresa tecnológica contrata como pasante senior sin saber que era el director de la compañía que funcionaba en el mismo edificio años atrás.
Un semillero de voluntarios
Esta condición de vitalidad postjubilatoria y la necesidad de que la sociedad los necesite, se traduce en un "gran potencial para el voluntariado de esta población", dice Amadasi. "Se deben crear oportunidades para que esto ocurra", indica.
"Nosotras queremos trabajar. Sentirnos activas. Yo no me identifico para nada con la palabra jubilada o pasiva, porque yo soy hiperactiva. Hasta hace poco trabajaba en una productora de espectáculos y desde que cerró y me quedé en casa me deprimí. Pero ahora quiero volver a sentirme útil. Estoy a disposición, para lo que se necesite. Pero si me dejan, yo quiero ir a trabajar al tercer piso, donde se hacen los casamientos, recibir a la novia, todo eso. Soy muy buena con las relaciones públicas. Además, me dijeron que acá se casan muchos famosos", se despachó durante una reunión con el director del Registro Civil, Mariano Cordeiro, Esther, una de las voluntarias que se anotó para trabajar en la sede de Uruguay al 700. Otras 15 mujeres y un hombre, rodearon a Cordeiro, ansiosos de que les cuente cómo iba a ser su tarea en esa dependencia. El hombre es Hugo Ciccaleni, de 76 años, ex bancario, que se abría paso en el encuentro, con actitud de gavilán pollero. "Hace unos 12 años que estoy jubilado. Estaba haciendo un curso de inglés, para repasar algunos conceptos y me enteré de este programa hace un año y medio, y empecé a trabajar en asesoramiento al turista", cuenta.
En 2001, probó suerte en España y volvió como jubilada
La historia de Cristina Aristu no se acaba en la sonrisa que no se inmuta ni siquiera cuando llega alguien malhumorado a hacer un trámite. Sus días son los lunes de 8 a 11. Pero quiere sumar los miércoles. No es que tenga huecos en su agenda: con 70 años, está aprendiendo cerrajería, en los centros de cursos con salida laboral gratuitos que ofrece el gobierno porteño. "Ya aprendí a hacer una llave", se entusiasma. A fin de año se recibe de cerrajera. También está haciendo otro curso de reparación de pequeños electrodomésticos. El año pasado obtuvo el título de técnica en reparación de computadoras. Y va por más. Se quiere anotar en un curso para maquillar a pacientes oncológicos que se dicta en la Legislatura.
Hace cinco años, no tenía esa sonrisa que hoy la identifica. Había vuelto de Barcelona, donde vivió por 13 años. Se fue en 2001, durante la crisis. Tenía 51 años y fue a probar suerte. Le fue bien. Vivió en Londres y después se radicó en España, donde trabajaba en una biblioteca. Pero la empresa que la contrataba cerró y después de un año, tuvo que volver. Era 2014. Tramitó una jubilación y se instaló en la Argentina.
"Era otro país del que yo había dejado. Me dio mucha tristeza, me deprimí", cuenta. Hasta que un día, decidió buscar en internet y empezó a hacer cursos y a conocer gente. "Me cambió la vida. Ahora no tengo un minuto libre. Quiero aprovechar cada momento para hacer algo productivo. Y me capacito para abrirme una salida laboral", dice. Cuando termine el curso, piensa abrir una cerrajería. También ofrecer otros servicios, como pequeñas reparaciones y arreglos de computadoras. "Y quién sabe qué más…", dice.
Buscar en Google voluntariado para mayores
Inés Cabrera tiene 65 años, un hijo y poco tiempo libre. En cambio, hace un tiempo, cuando se jubiló se dio cuenta que casi no tenía vida social. Entró a Google y tipeó: voluntariado para la tercera edad. Le apareció un link que la llevó al programa de adultos mayores promotores. Había propuestas para trabajar en espacios verdes, en cultura, en actividades solidarias, en centros comunitarios, en bibliotecas. "Lo que yo estaba buscando era qué actividades hacía la gente de mi edad en todo el tiempo libre que te queda al dejar de trabajar. Estaba buscando amigos. Y los encontré acá. Primero me anoté como voluntaria en bibliotecas. Aprendí cómo se clasifican los libros, cómo se restauran, cómo se les agrega una página, o cómo se lo encuaderna. Me volví a sentir útil. Así que decidí continuar. Después surgió la posibilidad de venir a trabajar al Registro Civil y acá estoy feliz", cuenta".
Sus días son los martes y jueves de 8 a 11. "Vengo feliz, recibo a la gente, la ayudo con sus trámites. Me encanta estar en contacto, sentirme integrada. Cuando me jubilé sentí que el mensaje para mí era, 'listo, ya no te necesitamos'. Y acá me volví a sentir parte", dice. También Inés está haciendo un curso. Quiere abrir su propio emprendimiento y se está capacitando para eso. "Todavía tengo ganas de muchas cosas. Mis papás vivieron hasta los 90 años en buen estado, así que creo que tengo cuerda para rato", asegura.
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