Parejas a destiempo: cómo se lleva adelante una relación cuando uno trabaja de día y otro de noche
A causa de los horarios laborales, algunos se distancian aunque convivan; según los expertos, la calidad de los momentos juntos y la organización son claves para que el vínculo perdure
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“Nosotros nos extrañábamos mucho a pesar de vivir juntos. Recuerdo la sensación de extrañar a alguien con el que vivía y compartía todo”, cuenta Lula Bauer, fotógrafa y escritora de 44 años. Extrañar y convivir parecen actividades incompatibles, pero para muchas parejas que trabajan en diferentes horarios –uno de día, otro de noche– no lo es. “Yo llegaba a las 4 y él se levantaba a las 6 para irse. A veces ni nos cruzábamos. Yo le dejaba notitas para cuando él volviera de trabajar. Vivimos así un año”, detalla Bauer. La historia se remonta a 2003, pero la sensación persiste.
Si bien extrañar a alguien puede ser causal de angustia y tristeza, también tiene su lado beneficioso. Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), plantea que esto “puede ser un estímulo a través del cual extrañar dimensiona la importancia que tiene la otra persona para cada uno. Hay quienes comparten mucho tiempo juntos y se aburren. Lo mejor es compartir momentos de presencia y de ausencia”.
El caso de Pedro Kásparas, de 31 años, y su novia, de 35, es similar al de Bauer. Él es asistente de cámara de un noticiero y trabaja en horarios cambiantes: a veces de 14 a 22, a veces desde las 5 hasta la noche. Ella trabaja en recursos humanos de una empresa, de 9 a 18, un horario más convencional. “Creo que nos acostumbramos a todo. Por momentos está bueno, porque le da aire a la pareja y hace que no nos cansemos –reflexiona–. Por otro lado, nos extrañamos y, al mismo tiempo, andamos desencontrados. Quizá llega el sábado y caés en la cuenta de que no pasamos tiempo juntos en toda la semana”.
A esta situación, Tesone responde: “Lo importante no es la cantidad de tiempo, sino la calidad del vínculo”. Cantidad no equivale a calidad y, si bien es una frase hecha, los psicólogos la resaltan con constancia. De hecho, compartir tiempo, según el especialista, puede no ser tan importante como compartir sensaciones, vivencias y proyectos.
Tiempo de calidad
Melisa Mirabet, psicóloga clínica y directora del centro Servicios Psicológicos y Atención Terapéutica (Sepsiat), explica que el tiempo de calidad compartido en pareja es un campo de investigación emergente porque se relaciona íntimamente con el bienestar emocional general. Tanto es así que existen escalas para medir la satisfacción de la relación. “En estudios con encuestas retrospectivas, es decir, en los que tanto hombres como mujeres mencionaron factores por los cuales pusieron fin a sus vínculos, no compartir tiempo de calidad es un desencadenante que muchos de ellos marcaron como relevante”, afirma.
¿A qué se refieren exactamente con “tiempo de calidad”? Conexión emocional, solidaridad, cooperación, comunicación, interacciones que cultiven la relación. Estos son algunos de los aspectos que, según Mirabet, deben tomarse en cuenta. “Una premisa central es que la forma en que las parejas interactúan entre sí es más importante para el funcionamiento de la relación que la frecuencia. Y aunque se pueda suponer que algunas actividades de la cotidianeidad o compartir el hogar para muchos no constituye ‘tiempo de calidad’, para otros el simple hecho de estar juntos con una conexión emocional también es importante”, destaca.
Como el caso de Daniela Durán. Ella tiene 34 años y trabaja en housekeeping de un hotel en San Isidro. Está en pareja con Federico, de 40, desde hace nueve años y enfrentó la incompatibilidad de los turnos de ambos. Mientras ella entraba a las 23 y salía a las 7, su novio se iba a trabajar a las 8 y volvía cerca de las 17. “Construir nuestra relación era basarla en momentos. Por ejemplo, desayunar o cenar juntos. Yo intentaba apurarme en la mañana para llegar a desayunar con él. Él a veces comía en diez minutos y se iba, porque también intentaba esperarme a mí”, recuerda.
Si bien el éxito es una construcción subjetiva, Mirabet destaca que ciertas características podrían considerarse la puerta de entrada hacia una relación triunfal: comunicación, flexibilidad, cercanía, capacidad de resolución de conflictos, una vida sexual plena y compartir tanto actividades de ocio como un sistema de valores y creencias. “Algunos autores también plantean que el éxito requiere que sea un vínculo en el que ambos se traten como iguales; haya atracción, amistad, sentido del humor, y exista una autoconcepción de fortaleza, satisfacción y estabilidad”, agrega.
Superando las dificultades
Eugenio Naón tiene 35 años y también trabaja en un hotel cubriendo el turno nocturno. Sus francos son rotativos: puede tocarle un lunes, un miércoles y, rara vez, un sábado o domingo. Hace diez años que está de novio y hace uno que vive su relación a destiempo. “Las horas que tenemos en común despiertos son pocas. Y también está el ‘conflicto’ entre querer hacer algo y querer pasar tiempo con ella”, cuenta Naón. El conflicto, para él, se da al sopesar el (poco) tiempo en conjunto y el tiempo individual.
María Fernanda Rivas, psicoanalista especialista en parejas y familias, autora de los libros La familia y la ley y Familias solas, plantea una serie de particularidades que deben darse para que el vínculo funcione: “Que pueda construirse un ‘nosotros’, es decir, un espacio psicológico y emocional que vaya más allá de las existencias individuales y, al mismo tiempo, establecer un estado de independencia y diferenciación”.
La necesidad, como en muchas circunstancias, es alcanzar un equilibrio entre los extremos: ni fusión de uno con el otro ni individualidad extrema. En este sentido, también es esencial cultivar y cuidar el espacio personal para llegar a ese punto medio. Esto, en palabras de Mirabet, “da tiempo para crecer de acuerdo con los propios valores, evitando la posibilidad de confundir tus metas o deseos con los de tu pareja, lo que muchas veces conlleva a conflictos”.
Pero los consejos son una cosa y vivir a destiempo es otra. Naón da su visión: “Lo malo es que no tengo tiempo real para estar con ella y, sobre todo, no tenemos vida social juntos”. La cuestión de las actividades sociales tiene su propia relevancia dentro del armado de una pareja, incluso de una ya asentada. Cultivar la diversión es una parte importante del vínculo amoroso y no poder hacerlo muchas veces trae consecuencias negativas, “porque se comienza a percibir la relación como rutinaria e, incluso, aburrida”, sostiene Mirabet.
A la vez, el destiempo impulsa otro aspecto: sacar provecho de los pocos momentos compartidos. “Lo bueno es que cuando nos vemos los dos pensamos que tenemos que aprovechar cada minuto. Yo trato de estar con ella todo lo que puedo. Nos ponemos al día, preparamos una comida rápida. Hacemos lo que podemos”, dice Naón.
Si antes cancelaban planes o les daba “fiaca” salir –al cine, a comer, a un bar–, ahora un franco coincidente provoca todo lo contrario: “Si tenemos una noche juntos, organizamos algo que nos divierta. No desperdiciamos el tiempo”, asevera. Ese es uno de los puntos claves que plantea Mirabet respecto de los posibles beneficios del “desencuentro”: la presencia del otro se valora más y el cariño aumenta. Para algunas personas la distancia provoca que el deseo de conectarse sea más fuerte.
Organigrama y convivencia
¿Cómo se organiza la convivencia? ¿Y qué sucede si al destiempo se le suman hijos?
A veces, las cosas más cotidianas pueden volverse agotadoras. Durán, por ejemplo, explica que los días en que volvía de trabajar y su pareja tenía franco, lo encontraba durmiendo, pero ella no podía seguirle el ritmo: “Llegaba con ‘pilas’, así que trataba de no hacer mucho ruido, y él cuando se despertaba hacía todo lo posible para que yo pudiera seguir durmiendo. Todo esto era bastante agotador”.
Respecto de los hijos, una de las cuestiones más importantes, según Tesone, es que ambos puedan concretar cada una de las funciones parentales. Hoy los roles son dinámicos. “Más allá de lo biológico, ser padres es una respuesta cultural –aclara–. Actualmente las parejas no responden a los estereotipos históricos, sino que la parentalidad se comparte independientemente de qué hace cada uno”.
A esto podría sumarse el consejo de Rivas. Para la especialista, la “crianza en equipo” no implica solamente cumplir con funciones de cuidado, sino que también se debe trabajar en conjunto para que “cada uno pueda mantener presente ante los hijos la imagen del otro, ya sea nombrándolo, respetándolo o dándole valor a su colaboración, incluso cuando no puede estar presencialmente ahí”. Además, planificar encuentros es esencial en la búsqueda del equilibrio familiar.
Para algunas parejas conviviendo a destiempo, las formas alternativas de comunicación posibilitan la organización de los días y mantienen la apariencia de cercanía. Como cuenta Kásparas: “En cuanto al ‘organigrama’ de la relación, se va charlando mucho por WhatsApp”.
Sobrellevar este tipo de situación puede parecer más fácil de lo que en realidad es. Durán, por ejemplo, además del trabajo nocturno también cubrió el horario de la tarde, que en hotelería implica entrar a las 15 y salir a las 23. Solo podían cenar juntos. “Toda esta situación se extendió en total por tres años. Me hacía sentir frustrada y podía percibir la frustración en él. A pesar de que me apoyaba, solía decirme que me extrañaba y me preguntaba ‘¿Es necesario que vayas hoy?’”, recuerda.
En estos casos lo aconsejable es tratar de acomodarse lo mejor posible a las circunstancias, “aceptar que en este momento la dinámica es la que tienen. La aceptación será clave, porque implica dejar de pelearse con la situación y reducir el reproche o la queja por la ausencia”, recomienda Mirabet.
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