Entre el 1 y el 4% de la población adulta tuvo algún evento de este tipo; cuando los episodios son recurrentes, se puede ver afectada la calidad de vida del paciente y de su pareja; en qué casos consultar y qué tratamientos existen
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“El sueño es otro mundo, otra dimensión. Y pasan cosas”, anticipa la médica neuróloga Mirta Averbuch. Adentrarse en este universo se parece a asomarse a las fosas submarinas para espiar qué hay en el fondo, donde no llega la luz. Hay quienes caminan, hablan, comen, tienen relaciones sexuales y hasta “actúan” los sueños. Estos fenómenos se conocen como parasomnias y, cuando son repetitivos, pueden perturbar la calidad de vida de la persona o su acompañante.
Se estima que entre el 1 y el 4% de la población tuvo algún evento de este tipo en la edad adulta. “Los episodios, en general, empiezan en la infancia y desaparecen en la adolescencia, pero pueden volver ante situaciones de mucho estrés, falta de sueño y uso de ciertos fármacos”, explica Averbuch, jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
Los trastornos más curiosos
El sonambulismo, que afecta al 4% de los adultos, tiene lugar en una fase de sueño profundo, pero la persona deambula con los ojos abiertos. “Cuidar el dormitorio para que no sea peligroso para quien camina de noche es muy importante”, avisa el neurólogo Arturo Garay, jefe de la sección de medicina del sueño del Cemic en Buenos Aires. Como parte del tratamiento, se suele entrenar al acompañante para saber cómo actuar durante el episodio.
Un subtipo dentro del sonambulismo es el trastorno de ingesta nocturna durante el sueño: con el “cerebro medio despierto, medio dormido”, la persona sale de la cama para comer, señala Garay.
La somniloquia, en tanto, se asemeja al sonambulismo, pero en vez de deambular, el paciente habla sin control consciente de lo que dice.
El despertar confusional es bastante frecuente en niños, lo padece alrededor del 17%. “En estos episodios, la persona se sienta en la cama, no sabe dónde está y después sigue durmiendo o queda impresionada por ese despertar brusco”, describe Garay.
Una variante del despertar confusional es la actividad sexual durante el sueño, denominada sexomnia. Garay relata que “en la consulta, el esposo o esposa suele comentar que su pareja ‘es otra persona’ en ese momento”. Y añade que “a veces, hay un recuerdo parcial del paciente”.
Aunque los terrores nocturnos tienen una incidencia mayor en los chicos -de alrededor del 20%-, los adultos no están exentos de padecerlos. Los cuidadores se llevan la peor parte, porque quien lo sufre no se acordará de nada a la mañana siguiente. Ni siquiera de su reacción de angustia y miedo. “Lo mejor es no tratar de despertarlos ni encender las luces”, aconseja la neuróloga infantil María Elena Mazzola, jefa de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni.
La lista de problemas a la hora del descanso es más extensa de lo imaginado. Y, en algunos casos, la intervención de un profesional de la salud es imprescindible. Cuando no hay alteraciones al dormir, se produce una inhibición muscular natural que nos mantiene inmovilizados. Pero algunas personas pierden esa inhibición y “actúan” sus sueños. “Recuerdo un paciente que solía soñar que era parte de una caballería en una guerra y se daba tantos golpes que se ataba a la cama”, indica Mazzola. La especialista advierte que estos episodios requieren consulta médica ya que, eventualmente, pueden marcar el inicio de una enfermedad neurológica como demencia o Parkinson.
Parálisis del sueño
Agustina, de 20 años, sufrió ya dos veces un fenómeno extremadamente perturbador. “Es como que trataba de despertarme y no podía”, describe. La joven recuerda que trató de hablar y no pudo. Tampoco logró moverse y, para peor, veía sombras extrañas en la habitación. “Fue horrible, estaba inmovilizada. No sé cuánto duró, pero se me hizo eterno”, cuenta.
Meses más tarde, Agustina supo que aquello que le había sucedido, y que cada noche temía que se repitiera, tenía un nombre clínico: parálisis del sueño.
En estos casos, el sueño se mezcla con la realidad y es posible ver figuras fantasmagóricas. “Se produce una disociación entre lo motor y la conciencia durante pocos segundos que parecen una eternidad”, enfatiza Garay.
¿Por qué aparecen?
Las causas de estos fenómenos son variadas y suele haber antecedentes en la familia. Además de tener cierta predisposición genética, existen factores precipitantes. El estrés es uno de los más habituales.
Otros disparadores pueden ser el ruido ambiental, los estados febriles, el consumo de alcohol y otras sustancias, migrañas, depresión y ansiedad.
Mazzola aconseja consultar “cuando estos episodios se repiten más de tres veces por semana por más de tres semanas consecutivas por si estos episodios fueran la manifestación de algo más”.
Piernas inquietas
El síndrome de piernas inquietas no es estrictamente una parasomnia, sino un desorden del movimiento durante el sueño que afecta con cierta regularidad el descanso.
“Es una sensación de incomodidad muy extrema en las piernas o en los brazos, que causa la imperiosa necesidad de moverse. Aparece por la tarde y se incrementa con el reposo”, afirma Mazzola.
Es más común en las mujeres mayores de 60 años y provoca microdespertares que perturban al paciente y a su acompañante..
Tratamientos
La buena noticia es que las parasomnias y los fenómenos del sueño tienen tratamiento. Incluso las pesadillas recurrentes se pueden neutralizar.
“El abordaje es psicológico y farmacológico. Podemos llegar al diagnóstico en casi la mayoría de los trastornos y tienen tratamientos, o uno puede mejorar los síntomas y la calidad de vida”, afirma Garay.
El experto sostiene que la clave es controlar los niveles de estrés, porque muchos episodios tienen que ver con temores y situaciones negativas almacenadas en el cerebro, que por la noche emergen.
En cuanto a la medicación, suelen utilizarse ansiolíticos, antidepresivos y antiepilépticos, según el caso y su gravedad. También se usa la melatonina para mejorar la profundidad del sueño y los tratamientos con hierro, específicamente en quienes sufren del síndrome de piernas inquietas.
Averbuch recurre a la hipnosis clínica y otras terapias complementarias en el marco del tratamiento. Trabajar con la persona en un total estado de relajación, ni dormida ni despierta, le permite darle instrucciones sobre qué hacer cuando se manifieste el problema. “Muchas personas revierten su situación sin medicación”, destaca.
En la antesala del Día Mundial del Sueño, que tendrá lugar el próximo viernes, los especialistas buscan resaltar la importancia de las buenas prácticas para el reposo nocturno. Procurar acostarse en un horario regular, que la habitación tenga una temperatura adecuada, evitar los ruidos, vaciar la vejiga antes de ir a la cama y descansar una suficiente cantidad de horas son algunas recomendaciones para la población general. Más aún para quienes dormir es casi lo opuesto a descansar.
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