Para La Niña, es oro todo lo que se pesca
Un poblado de 500 habitantes que cultivaba girasol, hoy inundado, reconvirtió su economía y se dedica a la captura del pejerrey
LA NIÑA.- Esta es la historia de un pueblo que busca, en medio de la adversidad, una oportunidad para sobrevivir. En esta localidad del partido de 9 de Julio -a 295 kilómetros de la Capital-, una de las más castigadas por la inundación, los lugareños decidieron promover el turismo asociado con el nuevo -y único- recurso que prolifera en sus campos sumergidos: el pejerrey.
Hace dos meses un grupo de vecinos empezó a reunirse para intentar revertir el estancamiento que asuela a La Niña, un poblado de 500 habitantes donde se calcula que dos tercios de las 30 mil hectáreas productivas se encuentran bajo el agua. Según estimaciones de la Sociedad Rural del distrito, esos campos podrían generar una renta bruta de unos 30 millones de pesos al año.
Revisaron sus posibilidades, comenzaron a capacitarse, montaron una red de hospedaje en casas de familias y organizaron un torneo de pesca del que participaron 250 pescadores de 38 distritos bonaerenses.
El lunes último crearon una asociación civil para promover el turismo. Ese mismo día, el director general de Educación y Cultura provincial, Mario Oporto, visitó La Niña para firmar un convenio que dará vida a una escuela de oficios para adultos que, por pedido de los lugareños, incluirá el rubro de agroturismo y gastronomía regional.
Fomento a la pesca
Más, anteayer el pueblo se constituyó en sede de la Primera Clínica de Pesca provincial, auspiciada por la Secretaría de Turismo bonaerense. Y ahora, aspira a que la Federación de Pesca y Lanzamiento de la provincia de Buenos Aires (Fepylba) programe aquí una fecha de su calendario anual.
Según estimaciones locales, a los seis sitios de pesca habilitados, donde no se permiten botes con motor ni la utilización de redes, concurren unas 1500 personas por fin de semana. Si bien la mayoría de los visitantes sólo viene por el día, el pueblo intenta hacer frente a la demanda ofreciendo alojamiento en casas particulares. Ya son quince familias con capacidad para 145 plazas las que prestan dicho servicio.
La oferta se completa con comercios de provisiones y dos negocios con insumos para pescadores, además de media docena de emprendimientos que ofrecen productos regionales de elaboración artesanal.
En 1987 La Niña quedó por primera vez aislada por la inundación. Esto provocó el cierre de la usina láctea Nestlé que, a su vez, derivó en el éxodo de 80 familias y la clausura de la sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Desde entonces el agua no da tregua: durante 2001 soportó 45 días de aislamiento.
Los sucesivos desbordes del canal Mercante rodearon al pueblo y unificaron las lagunas Gómez, La Yesca, Goyeche, Los Amigos, La Cigüeña, Del Vasco y Garibotti.
De los seis caminos de acceso al poblado, sólo uno -improvisado sobre la vieja vía del ferrocarril- permanece transitable. Por allí hay que hacer 30 kilómetros de tierra desde la ruta 65. En su trayecto se observan los estragos del agua sobre los terrenos y, a poco de andar, comienzan a verse los primeros carteles que denotan el nuevo perfil. "La Niña Pesca" reza una bandera delante de una tranquera en un recodo; después, ya cerca del caserío, se superponen los letreros que ofrecen carnada.
En la entrada de La Niña estaciona todos los días su vieja Chevrolet Damián Gómez, quien junto con sus padres y su hermano menor vende carnada a los pescadores. Hasta hace un mes Gómez, de 22 años, estaba desocupado. Ahora está contento. "Los fines de semana llega mucha gente y se vende de lo lindo, si llueve se complica, nadie se anima a entrar por el camino", comenta.
Ricardo Gallo Llorente, de 50 años, médico y uno de los principales impulsores del turismo, es propietario de La Catita, un viejo casco acondicionado hace ocho años para recibir contingentes al que sólo puede accederse atravesando campos.
"La consigna fue intentar poner en marcha el circuito económico para poder sobrevivir. Nos dimos cuenta de que lo único que podría retribuirnos alguna rentabilidad era, ni más ni menos, lo mismo que nos había provocado el desastre: el agua", relata y cuenta que su hermano Alberto, presidente de la Sociedad Rural, sólo puede sacar su producción de masa para queso en una lancha a falta de un camino transitable al tambo.
José Luis Varela, de 37 años, puso en condiciones la casona familiar y la reconvirtió en la "Casa de Campo Don Pedro". Ante el avance del agua -120 de las 200 hectáreas están inundadas-, Varela y los suyos se habían mudado a 9 de Julio, pero ahora, convencido de la potencialidad del proyecto turístico, retornó al pueblo.
Conocer la región
"Nuestra oferta apunta a que quienes vengan por la pesca también conozcan la vida de pueblo rural, sus actividades, sus personajes y los paisajes y la fauna de la región", dice.
El titular de la Delegación de La Niña, Rodolfo Martínez, de 45 años, está esperanzado. "Acá la gente está muy mal y esto vino a abrir una expectativa que, si bien no resuelve el problema, trae una oportunidad", sostiene. Muestra una planilla con los magros resultados del cobro de la tasa vial: apenas el 10 por ciento de los propietarios de los campos cumple con la imposición. Martínez cree que es imprescindible "dar a la gente una posibilidad concreta de reinserción laboral".
Desde hace dos meses, Ramón Primiani, de 60 años, está encargado del pesquero de la laguna Del Vasco donde va un promedio de 70 pescadores por día. Desde la orilla Primiani señala el lugar donde varios hombres lanzan sus líneas y asegura: "Ahí mismo plantábamos el girasol".
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