Pandemia: La Argentina se acerca a los 50.000 muertos y la vacunación avanza lentamente
A casi un año de que el Anlis-Malbrán confirmara el primer caso en el país (un hombre de 43 años que había estado entre el 19 y el 21 de febrero en Milán, y entre el 22 y el 29 de ese mismo mes en otras ciudades de Italia y España) y mientras la vacunación avanza muy lentamente para contrarrestar la circulación del virus, la Argentina se acerca a las 50.000 muertes por Covid-19.
En el plano internacional, con 1114 muertos por millón de habitantes, ayer el país se ubicaba vigésimosexto en el ranking encabezado por San Marino (2101,5), y seguido por Bélgica (1879,9), Eslovenia (1773,7), el Reino Unido (1715,6), República Checa (1660,3), Italia (1522,4), Estados Unidos (1466,4), Bosnia y Herzegovina (1454,3), Macedonia del Norte (1418,4), Portugal (1415,8), Andorra (1376,5), Montenegro (1369), Hungría (1366,3), Bulgaria (1349,9), España (1349,7), Liechtenstein (1348,7), México (1334,7), Perú (1332,5), Panamá (1324,2), Croacia (1280,9), Suecia (1210,4), Francia (1204,6), Suiza (1138,8), Colombia (1138,1) y Brasil (1115,1) según la base de datos de la Universidad Johns Hopkins.
De acuerdo con el registro que actualiza diariamente LNData, ayer ligeramente más de la mitad, 25.237, correspondían a la Provincia de Buenos Aires. La ciudad llevaba contabilizadas un poco más de 6000, y las jurisdicciones que las seguían en volumen son Santa Fe (con casi 3700), Córdoba (más de 2700), Tucumán (casi 1500), Río Negro y Salta (ambas con casi 1100). Entre las que menos decesos sufrieron se cuentan Formosa con unas 10 y Catamarca con alrededor de 17; Misiones había notificado 104.
Pero como el número de habitantes en las distintas provincias es muy diferente, si se considera la mortalidad por cada 100.000 habitantes, el mapa es bastante distinto: la jurisdicción que encabezaba la lista era Tierra del Fuego (195), la sigue muy cerca la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (194), después, la Provincia de Buenos Aires (143), Río Negro (146), Neuquén (120), Chubut (115), Jujuy (114), La Rioja y Santa Fe (104), Córdoba y La Pampa (73).
El primer paciente registrado en la Argentina tuvo un cuadro leve a moderado. Presentó fiebre, tos y dolor de garganta, fue aislado en la Suizo Argentina y trascendió por los medios de comunicación que hacía bromas sobre el menú que recibía. Pero estas decenas de miles de personas no tuvieron tanta suerte. En la actualidad, mueren cada día en promedio alrededor de 170 individuos por el cuadro grave de la enfermedad. Estimaciones del matemático Guillermo Durán ubican la mortalidad por Covid en alrededor del 0,35% de los que adquieren el virus (incluyendo los confirmados, los asintomáticos y los que, por tener síntomas leves, no contactan al sistema de salud).
“En proyecciones que hicimos a mediados de diciembre de 2020, consideramos distintos escenarios de diversas magnitudes –explica Rodrigo Castro, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Simulación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA–. El que más coincidió con la realidad (lamentablemente) fue el que consideraba un incremento de la intensidad de transmisión de un 40% respecto de la intensidad que explicaba la bajada de casos diarios observada desde finales de octubre). Sin considerar la vacunación, nuestro modelo proyectaba alcanzar en promedio 55.000 muertes acumuladas para mediados de este mes. A la luz de los datos actuales estimo que aquella proyección va a sobreestimar la cantidad de muertes en un 10%, algo que está dentro del margen de error que venimos verificando desde que desarrollamos esta herramienta que permite razonar sobre órdenes de magnitud y escenarios posibles con uno o dos meses de anticipación”.
Rangos etarios
Del total de fallecidos, el 0,2% tenían entre 0 y 9 años, 0,2% entre 10 y 19 años, el 9,8% entre 20 y 29, el 1,9% entre 30 y 39, el 5% entre 40 y 49, el 11% entre 50 y 59, el 22,1% entre 60 y 69, el 26,6% entre 70 y 79, y el 23,9% entre 80 y 89.
En el país hay 5.227.722 mayores de 64 años, 3.569.844 mayores de 69 y 1.246.451 mayores de 79. Fallecieron 36.681 mayores de 64, 30.620 mayores de 69, 16.888 mayores de 79 años (teniendo en cuenta que la población de mayores de 64 incluye a la de 69 y 79).
Según Soledad Retamar, integrante del Grupo de Investigación en Bases de Datos de la Facultad Regional Concepción del Uruguay de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), el aumento más vertiginoso de muertes se dio durante el mes de julio. “Pasamos de un promedio diario de 33 fallecidos en la primera semana, a 43 en la segunda, 46 en la tercera, 75 en la cuarta y al final de mes estábamos en 98; es decir que en un mes el número de fallecidos aumentó casi un 300%”.
El máximo diario llegó en octubre, con alrededor de 350 en un solo día (por fecha de fallecimiento). La jornada que más muertes se dieron a conocer fue el 1º de octubre, cuando se alcanzó un promedio de 789 por un artificio estadístico: esa jornada, la Provincia de Buenos Aires dio a conocer el resultado que obtuvo de entrecruzar tres bases de datos (sistema de gestión de camas generado durante la pandemia, Sistema Nacional de Vigilancia en Salud (SNVS) y actas de defunción digitalizadas) y notificó casi 3500 muertes que habían quedado sin registrar en el Sistema Nacional de Información Sanitaria (SISA).
“Desde el punto de vista de la salud pública esto se puede considerar una tragedia –dice Roberto Chuit, director ejecutivo del Instituto de Investigaciones Epidemiológicas de la Academia Nacional de Medicina–. Recién estamos conociendo este virus que afecta en distintos niveles, porque no solo provoca muertes, sino que también deja secuelas en una proporción de los infectados. El número aproximado de fallecidos por enfermedades respiratorias es de 30 o 35.000 por año. El Covid-19 superó ampliamente ese número y desplazó a las otras patologías respiratorias comunes. Además, trajo otro problema: hay mucha gente que no concurrió en tiempo a sus controles. O sea, que una es la tragedia propia del enfermo y los fallecidos y otra, el efecto que está produciendo en los pacientes ‘poscovid’, que tienen dificultades que estamos descubriendo (problemas pulmonares, cardiovasculares, etcétera). Hay que ver qué otras repercusiones tendrá”.
Acerca de la dilación en tratar otras patologías, un trabajo multicéntrico en el que participaron 31 centros de salud mostró que las consultas debido a emergencias cardiovasculares disminuyeron un 75% y las hospitalizaciones, un 48%; los ingresos por dolor de origen coronario, un 62%, y por accidente cerebrovascular, un 46%. Los procedimientos invasivos también disminuyeron: 59% las angioplastias coronarias (colocación de stents) y un 58% las cirugías cardíacas.
Aunque la letalidad de Covid-19 (cantidad de personas que sufren un desenlace fatal entre todas las que se infectan) sea más baja que la de otras enfermedades infecciosas, puede alcanzar números muy altos, dado que, por transmitirse incluso durante el período presintomático y entre personas sin síntomas, ataca a un universo mucho mayor.
Estimaciones realizadas con motivo de la aparición de nuevas variantes, como la detectada en el Reino Unido, que son incluso más infecciosas que el virus surgido en Wuhan, muestran que esto puede incrementar más las muertes que un aumento en la letalidad: basta con comparar el saldo del SARS-CoV- 2 con el del SARS-CoV- 1 (que originó un brote en 2003). El 1 era mucho más letal, pero la contagiosidad era más baja y no llegó a las 10.000 muertes en total.
Todavía no se cuenta con un análisis del exceso de muertes que se produjeron durante el último año por Covid en todo el país, pero un equipo de investigadores del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires ofreció datos provisorios: llegó a la conclusión de que, en esa jurisdicción, entre enero y octubre hubo 11.220 defunciones más que el promedio de los últimos cinco años atribuibles al nuevo coronavirus.
Exceso de mortalidad
Desde el inicio del año, hasta el 31 de octubre en el Registro Provincial de las Personas se contabilizaron un total de 121.326 fallecimientos, de los cuales 16.691 (13,76%) corresponden a decesos con diagnóstico de Covid. “Se calcula, provisoriamente, que hubo un exceso promedio de mortalidad del 5,33%, considerando como línea de base el límite superior de confianza del 95% de la serie histórica 2015-2019, o del 10,19% si se considera el promedio histórico”, afirman. En otro estudio dado a conocer ayer, calcularon esa cifra en un 12%: comparados con un promedio histórico de 129.982 muertes anuales, el año pasado los decesos alcanzaron los 145.610.
“A diferencia de otros países, vimos que en nuestro caso la totalidad del exceso puede adjudicarse a la pandemia, ya que hubo ‘reemplazo’ de muertes (es decir, que el año pasado algunas causas de mortalidad descendieron) –dijo al darse a conocer el trabajo Enio García, jefe de asesores de la gobernación–; en cambio, en otros países estas muertes de más se explican no solo por Covid, sino también por otras patologías. Eso indica que hubo colapso del sistema de salud, lo que provocó que personas con otras afecciones no tuviera acceso al tratamiento”.
Estos resultados permiten descartar también la hipótesis de que el coronavirus es “igual que una gripe”, una afección para la que hay vacuna y que circula todos los años. “No es una gripe para nada –dijo García–. Incluso si supusiéramos que tiene una letalidad similar, es más transmisible, por lo que afecta a una población mayor. Tengamos en cuenta que el impacto que estamos viendo se dio con ampliación del sistema de salud, medidas de aislamiento, y restricción de movilidad y actividades”.
Para hacerse una idea de la trascendencia que tiene este número de muertes, baste con mencionar que la gripe A (H1N1), que en 2009 también recorrió el planeta, produjo unas 19.000 víctimas mortales en el mundo. En la Argentina, ese número quedó muy lejos de lo que estamos viendo hoy: fallecieron 626 personas.
Según las últimas estimaciones, en un año “normal” mueren unas 340.000 personas, o 930 por día por todas las enfermedades. De acuerdo con números de 2019 (los últimos disponibles), en la Argentina las cardiopatías serían responsables del 28,5% de las muertes; los tumores, del 19,2% (65.488); las respiratorias, del 19% (64.869); las lesiones, del 5,7% (19.419); las infecciosas, del 4,2% (14.495), y la diabetes, del 2,6% (8893).
Zulma Ortiz, ex ministra de Salud de la Provincia de Buenos Aires y actualmente subdirectora ejecutiva del Instituto de Investigaciones Epidemiológicas de la Academia Nacional de Medicina, explica: “La mortalidad es un indicador de impacto y representa el peor resultado que se puede obtener en cualquier situación sanitaria. Por la gravedad que representa cuando la magnitud es alta y existe la posibilidad de revertir la situación; la búsqueda y solución del problema que provoca las muertes se transforma en prioridad. En este sentido, el Covid-19 es una prioridad y como tal merece nuestra atención y recursos; pero sin descuidar otras prioridades sanitarias que llegan a duplicar el número de muertes por COVID; por ejemplo, el cáncer”.
Y enseguida agrega: “Como sociedad, tenemos el enorme desafío de aprender que las prioridades en salud no son un asunto de Gobierno sino de Estado. Todos somos portadores de derechos y responsabilidades. Por ejemplo, la adopción de medidas de prevención recae en gran medida en la ciudadanía, mientras que la gestión de la pandemia para garantizar nuestros derechos es responsabilidad del Gobierno. Una evaluación rápida muestra que como sociedad no estamos haciendo todo lo correcto para prevenir y que, de todas las acciones instrumentadas por el Gobierno, la comunicación y el uso de test diagnósticos dejan espacio para la mejora. Los próximos meses la agenda está centrada en el plan de vacunación. Este año se dará una carrera entre la vacunación y la evolución del virus, con el surgimiento de nuevas cepas. Esta es la mayor amenaza que tenemos hoy y la única manera de superarla es fortaleciendo la implementación del plan de vacunación. Tenemos muy cerca las estaciones en las que es esperable que convivan los patógenos causantes de las patologías respiratorias más letales en adultos mayores y grupos de riesgo: neumonías por neumococo, influenza/gripe y Covid-19. Es bueno saber que existen grupos locales desarrollando una solución basada en PCR para hacer ese diagnóstico diferencial a través de un único kit y que el Gobierno lo apoyará”.
Los especialistas depositan sus esperanzas de interrumpir la circulación del virus o por lo menos disminuir su letalidad en las diferentes vacunas autorizadas para su uso de emergencia, pero advierten que si no se logra inmunizar a un número sustancial de personas antes de la llegada del otoño, los casos y, en una proporción de ellos, las muertes, volverían a subir. Según el último reporte del Ministerio de Salud de la Nación, hasta ahora se inyectaron 337.533 dosis del primer componente de la Sputnik V, y 196.543 del segundo. Se calcula que solo el equipo de salud s entre 700.000 y 800.000 personas.
Para reducir la mortalidad, Chuit destaca: “Estudios preliminares en Estados Unidos, Reino Unido e Israel están indicando que la vacuna tiene un impacto asociado con la inmunidad natural de las personas que adquirieron el virus y debería ayudar. La situación va a estar difícil, pero cambió el perfil del grupo de edad con respecto a los infectados: ahora hay un mayor número de personas jóvenes. Si conseguimos vacunar a los grupos de riesgo, ocho o diez millones de individuos, el virus podrá seguir circulando, pero el mayor impacto, que es la mortalidad, debería estar controlada y podríamos retomar una actividad cercana a lo normal. Todo depende de la cantidad que podamos vacunar desde acá a principios de abril. Y que la población de riesgo no baje la guardia.”
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