Palacio Piria: la majestuosa mansión construida para los poderosos que ahora se cae a pedazos
La impactante residencia, que alguna vez buscó alojar a los gobernadores de la provincia de Buenos Aires, está abandonado desde hace 40 años.
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A metros de la orilla del río y sobre la costa del partido bonaerense de Ensenada, se erige el palacio Piria, una propiedad con más de 100 años de historia. A pesar de su visible deterioro, el inmueble conserva su estructura que da cuenta de un esplendor pasado y lucha por mantenerse en pie.
La mansión, que está ubicada sobre el Camino Costanero Almirante Brown, entre las calles 26 y 40 de Punta Lara, fue sede de lujosas fiestas de la clase alta argentina de principios del siglo XX y hasta estuvo cerca de convertirse en cabecera de un balneario público, de la mano del fundador de Piriápolis, el uruguayo Francisco Piria, quien también tenía intenciones de que el palacio fuera la residencia del gobernador bonaerense.
Pero las promesas quedaron truncas, la propiedad quedó en manos del estado provincial y, luego de funcionar como una colonia de vacaciones para niños huérfanos, finalmente fue abandonada.
La propiedad quedó a merced de los vándalos, quienes en menos de 10 años robaron desde los mármoles ornamentales hasta las vigas estructurales, lo que generó que la propiedad comenzara a derrumbarse en su interior.
Ahora, dentro del inmueble solo hay vestigios de pasado que pudo haber sido y no fue, y malezas que crecieron de forma salvaje.
“El Piria está en un estado de efecto dominó, a punto de colapsar. Es una pena, porque en muy pocos años quedó en ese estado”, explica a LA NACION Ezequiel Aldazábal, quien impulsa, a través de la página de Facebook “Recuperación del Palacio Piria”, la puesta en valor del palacio.
La esperanza no se apaga y muchos vecinos aún conservan la expectativa de rescate, en especial desde el año pasado, cuando la administración provincial presupuestó su recuperación, aunque por el momento no hubo avances.
Los inicios
En 1880, Luis Castells compró la estancia Punta Lara, que iba desde el Parque Pereyra hasta los márgenes del río de la Plata. Eran 4887 hectáreas destinadas a la explotación ganadera y a la cría de caballos, de acuerdo a una tesis de grado de la Universidad de La Plata.
En esa época, aún no estaba construido el palacio Piria, y Castells tenía un chalet, una playa privada que daba al río y era el lugar de veraneo para él y su esposa, Elisa Uriburu. Sin embargo, mediados de la década del 90 del siglo XIX, el empresario logró advertir el potencial que tenía el lugar y decidió proyectar la edificación de una mansión frente al río, que funcionara como punto de encuentro de la clase acomodada de la época. Sin embargo, Castells no vivió lo suficiente como para ver su sueño hecho realidad, dado que falleció en 1897.
Tras su muerte, su proyecto continuó en pie y fue su hijo quien terminó de erigir el palacio, entre 1907 y 1910. De hecho, su inauguración se realizó para el Centenario de la Revolución de Mayo.
A partir de ese momento, el inmueble fue sede de fiestas para la clase alta argentina. Sus salones, llegaron a recibir a reconocidas figuras, como el expresidente Julio Argentino Roca.
Lujo y ostentación
Sin duda la arquitectura del palacio es impactante. En el exterior, la mansión tiene una doble escalinata de mármol de Carrara que lleva a una recepción central en semicírculo, que está sostenida por varias columnas palaciegas. En total, en el perímetro de toda la construcción hay 40 columnas corintias y, desde la escalinata es posible ver el río.
El palacio, de 1500 metros cuadrados y de estilo renacentista, tiene tres plantas. La de acceso, que está a nivel del suelo, es la de servicio. La principal es la del primer piso, a la que se ingresa por la doble escalinata y, un piso más arriba, en un perímetro que no cubre la totalidad de la casa, funcionó durante un tiempo una capilla.
Todo el perímetro del techo tenía balaustres y sus jardines estaban adornados con fuentes y estatuas. El interior estaba cubierto de teselas colocadas a mano. Además, su interior estaba ornamentado con obras de arte y sus salones fueron escenarios de lujosos bailes y fiestas a las que asistía la alta sociedad de la época.
Piria y un sueño trunco
Tras la bancarrota del hijo de Castells, el palacio cayó en manos de la Caja de Crédito Hipotecario y en 1926 fue adquirido por Francisco Piria, quien venía de fundar Piriápolis, en Uruguay y tenía como objetivo crear un paraíso similar en la costa del Río de la Plata.
Piria quería transformar la zona en un balneario abierto público y que el palacio fuera cabecera del emprendimiento. A su vez, quería que la mansión fuera sede de eventos para la sociedad, por lo realizó modificaciones ornamentales y arquitectónicas en la propiedad.
Los cuartos del primer piso fueron revestidos con maderas por ebanistas uruguayos, en la sala central del inmueble se instaló el “salón de los espejos”, que estaba decorado con espejos biselados, y se cambiaron los herrajes por unos de hierros tallados a mano. Además, en el piso superior, colocó vitrales con signos zodiacales.
Parte del proyecto consistía en mejorar la conectividad del balneario, por lo que Piria comenzó a planificar 70 kilómetros de caminos que comunicaban la zona con La Plata para que la accesibilidad al balneario fuera directa.
Pero a pesar del entusiasmo y la dedicación con la que Piria intentó transformar Punta Lara en un balneario público de categoría, el Gobierno parecía no tener interés en la propuesta, y fastidiado por el destrato, Piria decidió volver a Uruguay, donde falleció en 1933.
Sin embargo, había dejado en su testamento el expreso pedido que la estancia fuera donada a la Gobernación de la provincia de Buenos Aires para que funcionara allí la residencia oficial de los gobernadores.
Colonia para niños huérfanos
En 1947 la familia Piria donó la propiedad y 141 hectáreas del predio al gobierno de la provincia, pero el deseo de que el palacio fuera sede de la residencia del gobernador nunca se concretó.
A partir de 1950 y por los siguientes 30 años, el palacio funcionó como el Instituto de Minoridad de la Provincia. Luego, el inmueble pasó a la Dirección General de Protección de Menores y comenzó a funcionar como una colonia de vacaciones para los niños que vivían en orfanatos.
Bajo esas funciones estuvo activo hasta la década del 70, cuando los niños fueron trasladados a otros establecimientos, lo que dejó al palacio nuevamente vacío.
Si bien hubo intentos de reactivar la actividad en la mansión, el palacio comenzó a deteriorarse, y fue cedido a la municipalidad de Ensenada.
En 2002, el Palacio fue declarado Monumento Histórico y fue incorporado al patrimonio cultural de la provincia de Buenos Aires mediante la ley 12.955.
“Hasta el año 1995, el Piria estaba en pie”, asegura el patrimonialista Aldazábal. Según explica, desde ese año y durante los siete años siguientes el inmueble fue saqueado. “El deterioro que hoy tiene no es por el paso del tiempo. La gente empezó a llevarse los mármoles, las maderas, los cerramientos y las esculturas. Incluso se robaron las vigas que sostienen las columnas”. Esto generó que el interior del palacio comenzara a colapsar.
¿A un paso de su recuperación?
En 2011, un grupo de vecinos y especialistas en patrimonio buscaron recuperar el palacio.
Todo comenzó cuando la ONG Casa Española de Mujeres (CEM) contactó a Aldazábal, estudiante de museología y antropología, porque estaban buscando una sede para la fundación. “Con el dinero que le habían ofrecido en España, querían recuperar un lugar”, señala el patrimonialista, quien añade: “Les propuse el palacio Piria y les gustó la idea. Era un proyecto ambicioso”.
Las mujeres comenzaron a realizar gestiones, consiguieron casi la totalidad de fondos desde España y, a su vez, lograron que empresas de la zona donara materiales. Estaba todo listo para recuperar el esplendor del Piria.
“Llevamos el proyecto a la Provincia y quedó encajonado por dos años. Solo le pedíamos permiso para recuperarlo, pero seguía siendo de la provincia. La idea no era que la CEM se quedara con la propiedad, queríamos que el predio funcionara como un centro de convenciones, como es La Rural, y que fuera administrado por la Provincia. Es algo que seguimos proponiendo”, se lamenta Aldazábal.
“Las gestiones se perdieron, la plata se desvalorizó y las mujeres españolas quedaron ofendidas porque la propuesta se encajonó, así que presentaron el alejamiento formal de la iniciativa”, recuerda el joven.
Ese fue el puntapié inicial para generar un nuevo proyecto, conocido como “Recuperación del Palacio Piria”, que en la actualidad es impulsado por Aldazábal y dos arquitectas. “Es una lucha patrimonial”, señala. “Hay un interés en la comunidad más allá del valor arquitectónico. Hay una visión cultural de lo que es el palacio para la gente de Punta Lara, que pudo haber tenido un esplendor... La comunidad vivió con esa esperanza que terminó adormecida con el Piria aún en pie”, completa.
Según explicó, en el último año hubo algunos avances con la administración provincial, que represupuestó la puesta en valor del palacio. El año pasado desde la gestión de Axel Kicillof estimaron que poner en pie el inmueble costaba 200 millones de pesos, aunque se trata de una cifra desactualizada a los valores actuales, debido a que se trataría de una obra de intervención muy importante.
Aldazábal explica que la estructura actual del Piria “sirve” y está en buen estado más allá del derrumbe interno, pero que es necesario un estudio para saber si queda como ruina o si se reconstruye. Debido al actual estado estructural y, por peligro de derrumbe, Aldazábal y su equipo piden un apuntalamiento urgente que permitirá ganar tiempo para decidir qué se hace con el palacio.
Si bien las condiciones de la playa ya no son las mismas de cuando Piria proyectó un balneario, cuando era costa de arenas blancas, el predio tiene un valor patrimonial integral, no solo por su belleza y sus características arquitectónicas, sino también por su historia.
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