El aroma a puro cubano se percibe al cruzar la puerta, impregnado en un sano equilibrio en los paneles de roble de 1600 provenientes de Normandia, que aún mantienen los clavos de madera de la época. Desde ese ambiente cautivador se ve la explanada del jardín que a principios del siglo pasado fue parquizada por Carlos Thays y que en la actualidad conecta dos edificios enfrentados en estilos arquitectónicos, pero que funcionan armoniosamente para darle vida a uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad. Es el Oak Bar, donde hoy se puede fumar tabaco y beber rones, y que durante décadas fue el refugio de Luis Duhau en la avenida Alvear, en pleno barrio de Recoleta.
El Piano Nobile, con la boiserie original (paneles de madera en las paredes), y el Salón Crystal, con su imponente piso de mármol de carrara y una imagen de una Rosa de los Vientos, se encadenan desde el bar de roble que desde 1934 y durante décadas fue utilizado por el ex ministro de Agricultura y Ganadería durante la presidencia de Agustín Justo. Son los espacios principales del Palacio Duhau, un edificio de estilo neoclásico academicista, inspirado en en el Chateau Du Marais, un castillo de las afueras de Francia, que hasta 1995 fue utilizado como residencia familiar para darle paso, luego, al hotel Hyatt.
El uso de la decoración neoclásica, piezas de la tradición greco romana utilizadas en estructuras modernas, guirnaldas de robles y de laurel, ménsulas y otros elementos arquitectónicos resaltan en esta joya edilicia que se construyó cuando fueron derribados otros inmuebles, a partir de 1880. La ambientación que combina piezas clásicas y modernas le aporta una tensión equilibrada, que resalta con obras de arte Guillermo Roux, Manolo Valdez o Luis Benedit.
La historia recuerda que Duhau -presidente de la Sociedad Rural Argentina entre 1926 y 1928- quiso construir en Buenos Aires una réplica del Chateau Du Marais cuando regresó de uno de sus viajes a Francia. El enamoramiento fue a primera vista. Por eso el ingeniero agrónomo argentino decidió copiarlo y contrató a un especialista: Leon Dourge, un arquitecto francés que también dirigió otros proyectos en la ciudad. Con la asistencia de los argentinos Carlos Ryder (arquitecto) y Carlos Hume (ingeniero) el Palacio Duhau comenzó a levantarse.
"El Palacio nunca se terminó de acuerdo a su proyecto original, salvo por fuera, su fachada. Antes de terminarlo empezó la subdivisión interna para los departamentos familiares de los Escalante, los Avellaneda, los Uribelarrea y, por supuesto, los Duhau", cuenta Francisco Ezcurra, quien participó en le restauración posterior del edificio. "Los edificios neoclásicos de Buenos Aires se hicieron imitando los edificios de Francia, pero el Duhau fue hecho con bloques de piedra reconstituida y luego ensamblados, por eso estaba en mejor estado que otros edificios de esa época", agrega el arquitecto.
Cambio de uso
El Duhau fue residencia entre 1934 y 1995, cuando los herederos decidieron venderlo a un grupo accionario para instalar el hotel. Estaba dividido en cuatro departamentos familiares y había un ascensor chico donde se compartían notas para informar sobre las actividades del lugar. Las reuniones sociales se realizaban en el Piano Nobile, donde hoy los huéspedes del Hyatt disfrutan el desayuno. Las de uso común no sólo eran utilizadas por las familias, sino que se abría a la sociedad.
Piano Nóbile hacía referencia a las áreas nobles de los Palacios donde se realizaban recepciones, se recibían invitados o se organizaban reuniones. En el caso del Duhau, era el espacio común de las familias que tenían las habitaciones en los pisos superiores. "Los Duhau eran grandes anfitriones, hacían grandes celebraciones en su residencia que era una referente de encuentros. Mucha gente tiene recuerdo de su infancia de haber venido con sus familias a jugar al fútbol, boxeo, o a fiestas y bailes. Fueron encuentros muy sociales, de las familias y su círculo de amistades", cuenta Lucia Bo, directora de ventas y marketing del Palacio Duhau - Park Hyatt.
Tras su venta, el Palacio permaneció cerrado durante varios años hasta que en 2000 comenzó una puntillosa restauración en la que también trabajó un artesano de Italia dedicado, principalmente, a recuperar la boiserie del Piano Nobile. Esos paneles, con plateados de hoja, habían sido construidos en París encargados por la familia Duhau a medida y enviados en barco una vez finalizados.
"El estado no era de decadencia o abandono, pero había herrajes de bronce diferentes en los departamentos, la carpintería cambiaba y los cerramientos eran distintos al de las plantas inferiores. Eso dificultó un poco el trabajo", recuerda Ezcurra, que encabezó el proyecto con el monitoreo permanente de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos(el palacio fue declarado Monumento Nacional en 2002).
La restauración llevó varios años, comenzó con la mansarda superior (ventanal sobre el techo), el Piano Nóbile y el Oak Bar, con su historia particular de los paneles. "El viejo Duhau las compró en Normandía. Los clavos de madera y el estilo de las tallas nos confirmaron que eran del 1500-1600. Un noble de campo se murió, la viuda se mudó a París y vendió todas sus pertenencias. Así llegaron a la Argentina", dice Ezcurra.
Al bar de roble pueden acceder los huéspedes del hotel, pero también cualquier persona que desee relajarse y sentir el peso de la historia en su entorno. "El 60% de la vida del hotel pasa por el Palacio. Los huéspedes tienen su preferencia para ambos lugares, lo moderno o lo clásico. La estadía en el Palacio es más residencial, pero se da una integración muy interesante, una transición que combina un palacio neoclásico con un edificio moderno", sostiene Bo.
Pasaron más de 130 años entre los inicios del Palacio, allá por el 1880 hasta la actualidad. Los usos de la residencia se fueron modificando con el paso del tiempo. De los cuatro departamentos familiares el Duhau pasó a 23 habitaciones cuando se convirtió en hotel y a otra 142 cuando la empresa propietaria construyó el nuevo edificio, sobre la calle Posadas. De esta forma, el Duhau abrió aún más sus puertas a la sociedad.
Fotos: Soledad Aznárez
Edición Fotográfica: Enrique Villegas
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