Luis Barolo era un exitoso productor agropecuario piamontés. Llegó a la Argentina a fines del siglo XIX y rápidamente se consolidó como empresario. Fue pionero en traer máquinas para hilar algodón, instaló las primeras hilanderías de lana del país y expandió sus negocios con plantaciones en el Chaco. Pero una idea en su cabeza, muy alejada del mundo de los negocios, lo perturbaba.
Europa vivía momentos de crisis. Las guerras beneficiaban en parte a países agrícolas como la Argentina, pero amenazaban con destruir el patrimonio histórico y cultural del viejo continente. En particular, Barolo pensaba que los restos del poeta nacional italiano Dante Alighieri, a quien él admiraba profundamente, corrían peligro.
Entonces el empresario se propuso algo audaz. Junto al arquitecto milanés Mario Palanti proyectó la construcción de un edificio que fuera a servir de morada final para Dante. Estaría pensado, desde la idea general hasta el detalle más minúsculo, a partir de la obra máxima del poeta, "La Divina Comedia".
La construcción del Palacio Barolo comenzó en 1919. Se inauguró cuatro años después, en Avenida de Mayo 1370, donde sigue funcionando hasta hoy como edificio de oficinas –tiene 206 locales que son ocupados por profesionales-. Barolo no vivió para disfrutarlo, pero su visión fue llevada a cabo a la perfección.
El edificio fue, hasta 1935, el más alto de Buenos Aires. De hecho, mide cuatro veces lo que medía un edificio alto en la Ciudad en la década del 20: desde la planta baja hasta la punta del faro que corona el edificio hay 100 metros, porque 100 cantos tiene la obra de Dante.
Todo el edificio tiene referencias a "La Divina Comedia": el Barolo está dividido en tres partes, que corresponden a las tres grandes divisiones del poema, el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. El faro, en tanto, representa al Empíreo, el punto más alto del Cielo, la luz divina, la presencia misma de Dios.
El estilo arquitectónico es peculiar. El edificio se puede categorizar dentro del movimiento "art nouveau", pero tiene detalles de arquitectura gótica y neorromántica. Además, fue construido utilizando la técnica del hormigón armado, un método moderno. La cúpula, por su parte, está inspirada en el templo Rajarani Bhubaneshvar, de la India. "Rascacielos latino": así resumió su estilo ecléctico el arquitecto Palanti.
En la planta baja, la que representa al Infierno, hay columnas con decoraciones en bronce de dragones, serpientes y cóndores. El techo está compuesto por nueve arcos, que se corresponden con los nueve círculos del Infierno. En el piso hay arreglos florales de metal, que solían estar iluminados desde adentro con luces rojas.
En el centro de la planta baja se encuentra la escultura titulada "La elevación", que simboliza el viaje de Dante desde el Infierno al Paraíso. Era el lugar en donde Barolo pensó que se instalaría el nuevo mausoleo de Dante. La escultura es una copia, sin embargo. La original, tres veces más grande, nunca llegó al palacio. Fue robada en el puerto de Mar del Plata.
El mármol del piso, de colores verde, blanco y rojo, como la bandera italiana, al igual que el resto de las decoraciones, son originales de 1923. El edificio, al ser declarado Monumento Histórico Nacional en 1997, no puede ser modificado.
Cuando se llega al piso 4, parte de la sección destinada al Purgatorio, la decoración cambia drásticamente. Ya no se pueden ver animales. Pero sí hay otras bestias. En algunas columnas hay arreglos que a primera vista parecen florales. Pero al acercarse y mirarlos de frente, las flores toman la forma de una boca, de un cuerno, de unos ojos. Las esculturas fueron creadas para funcionar como un gran test de Rorschach. Cada visitante puede ver a su demonio personal.
Ya en el piso 14, el último del Purgatorio, hay más luz natural. Y la decoración es minimalista. Para llegar al Paraíso, sin embargo, faltan seis pisos, que hay que hacer por escalera. Por cada paso que uno da, la escalera se angosta un poco. Da la sensación de subir por una pequeña cueva.
En el Paraíso hay un hermoso mirador. Los que no sufren vértigo pueden salir a los pequeños balcones del lugar y apreciar la ciudad a casi 100 metros de altura. Después, se pueden subir los últimos dos pisos y llegar al faro. El aparato es idéntico a los que se usan en los puertos. Estuvo apagado durante 70 años, hasta que fue reparado en 2010. Hoy se enciende a las 22, por 20 minutos. Cuando se apaga, quedan solo las luces de los edificios de Buenos Aires, como puntitos en medio de la oscuridad.
El Palacio Barolo se puede visitar. De lunes a sábados, de 9 a 20, se puede llamar al 5239-0600 para consultar por tours guiados. Los encargados son los hermanos Thärigen, bisnietos de Carlos Jorio, uno de los primeros inquilinos del edificio.
Fotos: Santiago Filipuzzi
Edición Fotográfica: Enrique Villegas
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