Paisaje de ensueño. Dónde queda la villa rural que se consolida como destino turístico por el cultivo de una planta aromática
Este fin de semana, en Villa Llanquín, se desarrollará el Primer Festival Cosecha de la Lavanda; habrá talleres, degustaciones y demostraciones de sus beneficios y propiedades
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Con apenas 350 habitantes estables, Villa Llanquín –a unos 40 kilómetros de esta ciudad– se consolida como destino turístico emergente gracias a su aire rural, sus playas sobre el río Limay y el tono que le otorgan cada verano las lavandas. De hecho, este fin de semana se celebra allí el Primer Festival Cosecha de la Lavanda.
Organizado por el emprendimiento Lavandas del Limay, el evento se propone, a través de distintas actividades, destacar el cultivo de estas plantas aromáticas que conforman uno de los atractivos más importantes de la comunidad.
Desde ayer y hasta mañana, locales y turistas pueden disfrutar de visitas guiadas al parque agroecológico de lavandas, así como de diferentes talleres, degustaciones y demostraciones de cosecha y destilación. Cada jornada culmina con la inolvidable contemplación del atardecer en el campo de lavandas.
“Lavandas del Limay empezó hace 10 años como un sueño y a partir de eso empezamos a investigar y reproducir plantas. Actualmente tenemos 4000 plantas de lavanda productivas, le damos valor agregado también haciendo aceite esencial, hidrolato (mediante destilación por arrastre y vapor), ramos de flores secas y productos gourmet, presentes en la pastelería de nuestra casa de té”, cuenta a LA NACION Cristian Signorelli.
Nacido en La Plata, el dueño del lugar se define como “un amante de los aceites esenciales”. Se mudó hace 26 años a Bariloche y hace seis se instaló en Villa Llanquín por el tiempo y el trabajo que demanda la plantación.
Más allá del festival, Signorelli explica que el parque temático realiza visitas guiadas durante casi todo el año. El festival de este fin de semana es también una excusa para celebrar los primeros 10 años del proyecto. “Queríamos generar un momento mítico y que la gente viniera a festejar con nosotros el comienzo de la floración de la lavanda”, dice.
A diferencia de las plantaciones de otros puntos del país, la de Villa Llanquín (que ocupa una hectárea) se caracteriza por su floración tardía. “Somos los últimos productores en la Argentina en cosechar. Aquí hay factores muy propios del entorno, por el clima seco, la altura y el tipo de tierra. Eso también define nuestro aceite esencial”, explica.
Nativa de la región mediterránea, existen diversas variedades de lavanda. En el campo de Villa Llanquín hay 18 variedades, así como lavandín, que es un híbrido entre dos variedades originales y es mucho más productivo. Producen aceite esencial de lavandín, más penetrante que el de la lavanda.
Tal como explica Signorelli, entre otras aplicaciones y beneficios, el aceite esencial se utiliza para combatir problemas respiratorios, musculares y circulatorios, acné, alopecia, ansiedad, asma, picaduras de abeja y avispa, problemas bronquiales, depresión, eczema, dermatitis, síntomas de gripe, insomnio, rinitis, dolores de cabeza, psoriasis, erupciones y quemaduras.
Además de aceite esencial, en Lavandas del Limay producen hidrolato de lavandín, un agua destilada que tiene diversos usos, como spray postsolar, desmaquillante e inductor del sueño.
Los visitantes también pueden acceder a otros productos derivados de la lavanda, como jabones, sales de baño, infusiones y gin. Y en la casa de té pueden degustarse tortas, limonadas y hasta macarrones producidos con extractos de las plantas. La cosecha de lavandas podrá disfrutarse hasta marzo.
Durante este fin de semana, habrá charlas sobre el poder curativo de las lavandas (a cargo de una médica generalista con orientación antroposófica) y talleres sobre arreglos florales con lavandas.
A su vez, Villa Llanquín regala diversos rincones sobre el río Limay para pasar el día, así como sectores de escalada deportiva, salidas en bicicleta o a caballo y excursiones de rafting. Ubicada en plena estepa patagónica, el destino emergente tiene una marca registrada: para acceder al pueblo, hay que cruzar el río en la balsa Maroma (se llama así porque utiliza el empuje de la corriente del río). El servicio es gratuito y funciona de 8 a 20. Quienes prefieren dejar sus vehículos del otro lado del río, pueden cruzar a pie por un puente colgante.
Entre los alojamientos, hay cabañas, casas particulares que se alquilan en temporada, un hostel, una hostería con restaurant, dormis y varios campings cerca del río. También hay almacenes, una parrilla, un local multirubro y un patio cervecero.
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