Paco Poblet era Clásica y Moderna
Paco Poblet, que en el mediodía de ayer dijo su adiós repentinamente, sin preanuncio, era un anfitrión inolvidable para los habitués de la noche porteña en esa zona de Callao y Paraguay.
Los empedernidos noctámbulos lo van a extrañar. Porque Paco Poblet, que en el mediodía de ayer dijo su adiós repentinamente, sin preanuncio, era un anfitrión inolvidable para los habitués de la noche porteña en esa zona de Callao y Paraguay.
Los médicos le habían recomendado caminar, sólo para que se mantuviera en forma. Pero no sufría del corazón, razón por la cual nadie pudo imaginar que un paro cardíaco lo sorprendería sin más en el sillón de su casa de San Telmo. Solo una práctica inveterada del llamado bajo perfil pudo imaginar una muerte tan tranquila, como quien buscara desaparecer de pronto.
Paco Poblet era -fue- Clásica y Moderna, la hoy famosa librería-bar de Callao 892. Lo hubiera sido, a pesar suyo, porque nació allí mismo un 21 de agosto de 1943, y porque a los dieciocho años ya trabajaba con papá Poblet, entre libros.
El pudo recordar miles de anécdotas desde aquella década del 50, cuando Clásica y Moderna agregó el restaurante y donde después se abrirían galerías de arte y se ofrecerían cientos de conferencias, presentación de libros y recitales (incluso con su piano de cola) de tango, boleros y jazz, en los horarios convencionales, y de música bailable en la trasnoche.
Recordarlas por aquellas tertulias, en los años 80, de personajes de la literatura, como Mujica Láinez, Borges, Pizarnik y Vargas Llosa, líderes políticos como Felipe González, o nuevos clientes de hierro como Joaquín Sabina que caían de madrugada.
Era anfitrión por antonomasia, sin ostentaciones. Le bastaba sonreir desde el fondo de la barra. Y luego sí, cuando quedaban apenas los amigos, despachaba su humor sutil, hecho de ironías; quizá alguna de las que desgrana en su único libro, publicado en 1993: "Viuda de Adán e hijos".
A Paco le gustaba la buena comida, quizá tanto como el tango, el jazz y lo más popular de la música española. Nunca más que el tabaco, que consumía en dosis industriales. En su casa quedan varias ediciones de El Quijote y el Martín Fierro, entre miles de volúmenes. Y también lo que más lo divertía y lo ponía del mejor humor: las películas -todas- de Buster Keaton, que disfrutaba con la misma fruición que el cigarrillo.
Sus mayores afectos los reservó para su familia, presidida por una mamá de 90 años; sobre todo para sus hijos Mariana y Fernando, que amaba entrañablemente y mimaba a cada paso. Paco Poblet es ya otro de nuestros personajes inolvidables.