Otro efecto sorprendente: por qué la gente odia la medicación de por vida, excepto Wegoby
Las personas tienden a dejar de tomar los fármacos para controlar la presión arterial, la diabetes o el colesterol; en cambio, el comportamiento es distinto hacia los nuevos fármacos contra la obesidad
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NUEVA YORK.– Un estudio tras otro demuestran que la mayoría de la gente no toma los medicamentos que le recetan. No importa de qué se trate: estatinas, medicamentos para la hipertensión, para reducir el azúcar en sangre o para el asma. O nunca empiezan a tomarlos, o los toman y luego los dejan.
Se trata de un problema que los médicos denominan “falta de adherencia” al tratamiento o la terapia –la común tendencia humana a resistirse al tratamiento médico– y que provoca cada año innumerables muertes y miles de millones de dólares en gastos médicos evitables.
Pero esa resistencia podría ser superada por los exitosos medicamentos contra la obesidad Wegovy y Zepbound, que asombraron al mundo por la forma en que ayudan a la gente a perder peso y no recuperarlo. Aunque aún es pronto y no hay muchos datos sobre el cumplimiento con los nuevos fármacos, los médicos afirman estar observando otro efecto sorprendente: los pacientes parecen tomarlos fielmente, semana tras semana.
Puede que algunos pacientes tengan que superar una reticencia inicial a empezar. Una encuesta nacional demostró que, cuando se les decía que volverían a engordar si dejaban de tomar los fármacos, la mayoría perdía el interés por comenzar.
En un pequeño estudio, los pacientes dejaron de renovar sus recetas durante meses, quizá por los efectos secundarios, la falta de disponibilidad o los problemas con el seguro y los precios. Pero anecdóticamente, según refieren médicos y pacientes, los que empiezan a tomar los fármacos continúan.
“No tengo intención de dejar de tomar este medicamento alguna vez”, dijo Kimberly DelRosso, de Pembroke, Massachusetts, que toma Wegovy.
Nunca se olvidó de su inyección semanal. Por el contrario, afirmó, a menudo se olvidaba de tomar las pastillas para la tensión arterial que le habían recetado cuando pesaba más; tras adelgazar con Wegovy, ya no las necesita.
Hasta ahora, los médicos sostienen que, al igual que DelRosso, la mayoría de sus pacientes tienen intención de tomar los fármacos contra la obesidad para siempre, y muchos están encantados cuando dejan de necesitar otros medicamentos.
David Cummings, catedrático de medicina de la Universidad de Washington y director de un programa de control de peso en el Sistema de Salud para Veteranos Puget Sound, registra las experiencias de sus pacientes con Wegovy y el medicamento para la diabetes Ozempic. Por el momento, recetó estos fármacos a unos 1000 pacientes. Según él, como mucho el 5% dejó de tomarlos debido a sus efectos secundarios. Otros lo dejaron porque su seguro ya no cubría el medicamento o porque no encontraban existencias en la farmacia, debido a la persistente escasez de esos fármacos.
En cualquier caso, los que dejan de tomarlo no lo hacen por voluntad propia. Otros médicos que recetan Wegovy coincidieron.
“El cumplimiento es excepcional”, apuntó Diana Thiara, directora médica del programa de control de peso de la Universidad de California en San Francisco. “La gente lo toma. Piden que se lo vuelvan a recetar. Se lo llevan de viaje”, agregó.
La epidemia de la falta de adherencia
No tomar los medicamentos recetados tiene un precio. Entre el 40% y el 50% de las personas a las que se prescriben medicamentos para enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes no los toman, lo que representa al menos 100.000 millones de dólares anuales en costos médicos evitables. Se calcula que esta falta de cumplimiento provoca cada año al menos 100.000 muertes que se podían prevenir.
Puede que ni siquiera un ataque al corazón sea suficiente para asustar a la gente y hacer que tome el arsenal actual de fármacos cardíacos, que demostraron prevenir las muertes por cardiopatías. Algunos estudios muestran que dos años después de sufrir un infarto, solo la mitad de las personas seguían tomando medicinas para proteger su corazón.
“Estos pacientes vieron las luces brillantes, fueron en ambulancia, fueron rescatados por una intervención coronaria percutánea, vislumbraron las puertas del cielo, pero siguen sin tomar sus estatinas y betabloqueadores”, describió Amitabh Chandra, profesor de política pública y administración de empresas en Harvard.
Incluso los médicos dejan de tomar sus medicamentos, lo que desafía la hipótesis de que la gente lo hace porque no comprende realmente su importancia. Y aunque el costo desempeña un papel, al menos un estudio descubrió que incluso cuando los medicamentos son gratuitos, la adherencia puede ser pésima.
Una de las razones parece ser una especie de reticencia arraigada a tomar algo que nos recuerda a diario que estamos enfermos, o así lo perciben muchos pacientes. Especialmente con lo que los expertos denominan fármacos “para toda la vida” o “para siempre”, tomarlos cada día hace que algunos pacientes se sientan anormales.
“La gente cree que está bien y que, por lo tanto, no necesita el medicamento”, dijo Corrine Voils, psicóloga social de la Universidad de Wisconsin que estudia el cumplimiento con los tratamientos médicos. “Pero el medicamento es lo que los mantiene bien”.
Jalpa A. Doshi, catedrática de medicina de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania, sumó que los pacientes emiten sus propios juicios de valor personales: “El medicamento tiene efectos secundarios, requiere que yo pague una parte y el hecho de tomar una pastilla diaria me recuerda que estoy enfermo. Pero no tengo síntomas: no veo mi presión alta ni mi colesterol alto”.
“¿Y cuáles son los beneficios?”, añadió. “La verdad es que no veo los beneficios. Podría comer menos sal y alimentos grasos y caminar más o hacer más ejercicio”, en lugar de tomar estos fármacos.
Estas evaluaciones que los pacientes hacen en su cabeza “hacen que sea mucho más fácil dejar de tomarlas”, dijo Doshi.
Eso es lo que dice Mark Anthony Walker, de 61 años y residente en Dublín, California, cuya experiencia con las cardiopatías se ve ensombrecida por un inquietante historial familiar: su padre murió de un infarto masivo a los 47 años y su madre, a los 48.
Cuando tenía 26 años, Walker sufrió un infarto de miocardio. Tenía un nivel de colesterol de 360. “Estaba aterrorizado”, admitió.
Desde entonces tomó estatinas de forma intermitente y ahora toma una. Pero no piensa tomarlas para siempre. Llegó a la conclusión de que su cerebro necesita colesterol. En cuanto a tomar un medicamento el resto de su vida, “estoy totalmente en contra”, dijo. Más bien, cree que podrá controlar su cardiopatía –incluso revertirla– con una dieta rigurosa, ejercicio y vitaminas.
El cardiólogo de Walker, David Maron, director de Cardiología preventiva de Stanford, le anima a él y a otras personas como él a tomar sus medicamentos. Pero, como bien saben los médicos, si son muy agresivos sus pacientes se irán a otra parte.
Menos estigma, menos vergüenza
¿Qué puede hacer que los medicamentos contra la obesidad sean diferentes? En primer lugar, mientras que los médicos suelen ser quienes recomiendan fármacos como las estatinas o los medicamentos para la tensión arterial, los pacientes suelen ser los que solicitan los fármacos para la obesidad. Muchos se pasaron la vida probando cualquier programa de dieta y ejercicio que encontraban, y cada vez que adelgazaban, volvían a subir de peso.
Además, las personas que empiezan a tomar los nuevos medicamentos para la obesidad no pueden ocultar fácilmente si dejan de tomarlos: el peso perdido puede volver, junto con el estigma, la vergüenza y el sentimiento de culpa que suelen acompañar a la obesidad. Eso hace que estos fármacos sean muy diferentes de la mayoría de los demás.
“No tienes un gran cartel en el pecho que dice: ‘Dejé de tomar la medicina para la tensión arterial’”, señaló Walid Gellad, profesor de medicina de la Universidad de Pittsburgh que estudia la adherencia a la medicación.
En el lado negativo, sin embargo, los medicamentos contra la obesidad son caros y a menudo obligan a los médicos a rellenar engorrosos formularios de autorización previa para el seguro. Los fármacos escasean sistemáticamente en todo Estados Unidos. Estos impedimentos pueden dificultar su obtención.
Otros inconvenientes de los fármacos son sus efectos secundarios, como náuseas y problemas gastrointestinales, así como la forma en que se administran: los pacientes tienen que inyectarse los medicamentos una vez a la semana.
En un estudio de la Clínica Cleveland, Hamlet Gasoyan y sus colegas examinaron los expedientes clínicos electrónicos de 402 pacientes de centros de Ohio y Florida que tomaban Wegovy u Ozempic contra la obesidad. Descubrieron que solo 161, es decir, el 40%, habían renovado continuamente sus recetas a lo largo del año. Los efectos secundarios, la disponibilidad o los problemas con el seguro y los costos pueden haber influido.
Pero hay una razón por la que los pacientes están dispuestos a llamar a decenas de farmacias en busca de los medicamentos y la mayoría se inyecta fielmente cada semana: sin obesidad, sienten que tienen mejor aspecto y que se les ve de otra manera. Ya no se les rechaza ni se les avergüenza. Ya no les miran el carrito de la compra ni hacen comentarios cuando se comen un helado. La vergüenza, la autoinculpación y el estigma interminable de la obesidad desaparecieron.
Ese es un factor importante para DelRosso. Las personas con obesidad “reciben un trato diferente”, consideró, y añadió: “Es horrible que la gente te desprecie porque tienes sobrepeso”.
Pero también está encantada con los efectos sobre la salud. Ya no tiene apnea del sueño ni hipertensión, y su nivel de azúcar en sangre, que rozaba la diabetes, bajó. “Ya no tengo que tomar ningún medicamento”, dijo. Excepto, por supuesto, Wegovy.
Por Gina Kolata
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