"¿Otra vez salís?" El desconfinamiento de los adolescentes desafía a los padres
Pilar Ramírez creyó que esta etapa iba a ser más sencilla en su casa, con dos hijos adolescentes. Al menos, era lo que añoraban en este año tan impensado: llegar al final de las clases y empezar el nuevo año con menos restricciones. Pero cada etapa de la pandemia, dice, la vuelve a sorprender. Porque el desconfinamiento, es decir la apertura de nuevas actividades, significó que Franco, de 17 y Arturo, de 15, retomaran la vida social con más impulso que antes.
"Todos los días es fútbol, o un encuentro en la casa de alguien. Y los fines de semana, empezaron los encuentros en las casas. O salen. Y con mi marido ya no sabemos cómo hacer para que se queden adentro. Les insistimos en que se cuiden, que sean pocos, que se queden al aire libre, pero es muy difícil. Pasaron por tanto este año, extrañaron tanto el contacto con amigos, que una vez que les abrimos la puerta, sentimos que perdimos el control. No los podemos parar", dice preocupada Pilar.
La misma escena se repite en miles de hogares, donde nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde se debe aflojar la cuerda y dónde ser estricto con los límites. Y la preocupación de los padres va en aumento. "Antes les podíamos decir que no se podía. Ahora ya saben que sí y el límite es muy difuso", dice Ramiro, el padre.
Una vez que les abrimos la puerta, sentimos que perdimos el control.
Hace dos meses, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se puso el foco en los adolescentes y en el problema del aumento del contagio social durante la etapa de apertura. "Hoy, la mayoría de los contagios se dan en población joven. Tanto en adolescentes como en adultos jóvenes, porque son los que menos temor le tienen al virus. Porque la mayoría desarrolla formas leves de la enfermedad. Pero pueden convertirse en súperpropagadores. En esta etapa no deberíamos descuidarnos ni bajar la guardia. Porque las consecuencias de seis o siete adolescentes encerrados en una habitación, en estos encuentros las vamos a ver pronto", advierte Eduardo López, infectólogo y epidemiólogo, uno de los referentes más consultados por el Gobierno nacional.
Si bien no es tan frecuente el contagio, en adolescentes el coronavirus está produciendo un síndrome inflamatorio multisistémico, símil Kawasaki, que en la mayoría de casos requirió internación en terapia intensiva y terminó afectando diversos órganos. "Vuelvo a decirlo, es necesario que se trabaje en la forma de comunicar los cuidados en esta etapa para los adolescentes", apunta López.
El especialista repasa las recomendaciones: que no sean más de seis o siete, que se junten en lugares abiertos. "Es mucho menos riesgoso un balcón que una habitación", ejemplifica. Que respeten la burbuja, es decir, que sean siempre los mismos. Que se dejen puesto el barbijo durante todo el tiempo que dure el encuentro", detalla. Algo que es bastante inusual, porque pese a las recomendaciones, en la mayoría de los encuentros que ocurren a puertas cerradas, sobre todo al aire libre, el barbijo se abandona en la entrada, junto al abrigo, mochila o cartera.
Ellos estuvieron luchando contra su naturaleza, con la necesidad de crecer, de tener contacto con le afuera, de desarrollar autonomía.
"No es sencilla esta etapa, porque los chicos vivieron a contra de su naturaleza toda la cuarentena. Están en una etapa en la que más que nunca necesitan de sus pares para reafirmar su personalidad, salir de la órbita de los padres aunque sea un rato durante el día. Por eso, muchas familias encuentran que en esta etapa de desconfinamiento, los padres perdieron el control de la situación", explica Marina Manzione, psicóloga especialista en niñez y adolescencia, que formó parte de Equipo Pionero, un grupo interdisciplinario que realizó un diagnóstico de la situación emocional de los adolescentes en el contexto de la cuarentena y la distancia social. Según esa investigación, los adolescentes resultaron ser el grupo más afectado en su ánimo por el aislamiento.
Los que no salen
"Lo que vemos son los extremos. Muchos de ellos tienen la necesidad imperiosa de volver a estar con sus amigos. Necesitan el deporte, recuperar espacios de privacidad que les permite diferenciarse y sentir la pertenencia al grupo de pares. Y en muchos casos aparece la falta de cuidado en los encuentros. Los adolescentes tienen una baja percepción del riesgo porque no tienen desarrollada la parte del cerebro que testea el riesgo. Por eso necesitan que los padres se los recuerden. No que los acorralen. Pero por otro lado, en el trabajo clínico también estamos viendo muchos adolescentes que se metieron tan para adentro durante la cuarentena que todavía tienen miedo y no quieren salir. En otros, sobre todo en chicas de menos de 15 años estamos viendo desórdenes alimentarios que se activaron durante la cuarentena. Hay una tendencia y el confinamiento les hizo mal. Ellos estuvieron luchando contra su naturaleza, con la necesidad de crecer, de tener contacto con le afuera, de desarrollar autonomía. Esto generó un estrés tal que ayudó a desarrollar trastornos que estaban latentes", dice Manzione.
Muchos padres sienten, como Pilar y Ramiro, que la convivencia 24 por 7 tensó las relaciones. El vínculo con los padres en muchos casos está al límite. En todo caso, los adolescentes nunca tuvieron tan en vivo y en directo a sus padres poniéndoles la cara a los límites.
"Ellos necesitan el afuera para construir su identidad. Y en esta cuarentena les prohibimos todo lo que en realidad necesitan. Por eso esta es una etapa para estar, acompañar y tener paciencia", dice la psicóloga.
Para los adolescentes la cuarentena ha sido una etapa muy compleja ya que es el comienzo del encuentro en la calle, en bares con sus pares y necesitan de ellos para su identificación y proceso de despegue de la casa", dice Adriana Ceballos, licenciada en educación y coach familiar. "Poco a poco al liberarse las restricciones, es factible no desbocar confiando en que el periodo de confinamiento ha dejado una verdadera experiencia: saben qué es cuidarse y cómo hacerlo, posiblemente hayan incorporado la empatía. No podemos dejar de reconocer que las salidas pre pandemia eran preocupantes y en muchos casos excesivas. Por este motivo existe una gran oportunidad de barajar y volver a repartir: se puede ajustar, calibrar. Sí hubo diálogo, momentos compartidos, participación en las decisiones, la preparación para esta nueva ocasión de salidas, es un excelente momento para una toma de conciencia de los padres y de los hijos, comprendiendo la importancia de un esparcimiento moderado, en comparación de las salidas anteriores", dice Ceballos.
Sin barbijo
"Es difícil saber cuál es el punto. ¿Lo dejo que se junte con sus amigos porque antes estaba deprimido y ahora está feliz? ¿Está bien que se vaya al mediodía y vuelva tarde? Yo sé que cuando están en grupo no se van a dejar el barbijo. Me preocupa mucho esta etapa", dice Mariana R., madre de Manuel, de 17 años.
"En esta etapa se necesita más que nunca el diálogo y la confianza. No ir en contra de sus emociones. Los padres tenemos que validar lo que les pasa, sin dejar de insistirles en que se cuiden", dice Manzione.
Tengo amigas que dicen, no puedo aguantar vernos sin darnos un abrazo o un beso""
El contacto corporal es otro de los puntos que preocupan a los padres. Saben que en esos reencuentros van a haber abrazos, besos y mucho contacto, aunque les recomienden lo contrario.
"Tengo amigas que dicen, no puedo aguantar vernos sin darnos un abrazo o un beso. Yo sí me aguanto. En realidad, es que estoy tan contenta y agradecida de poder volver a encontrarme con mis amigas, que puedo aguantarme las ganas de abrazarlas. Volver a estar con la gente que quiero me hace tan feliz, que cuando vuelvo a mi casa, siento un cambio de energía muy fuerte", cuenta Mila Futoransky, de 14 años, que vive con su familia en Martínez.
"Estuve los cuatro primeros meses sin salir de casa. Y recién en septiembre volví a ver a alguien, en una plaza. Me sentí tan viva. Y no podía dejar de pensar en todo lo que me había perdido en este tiempo", cuenta.
"Termina la escuela y desinstalo el Zoom"
Mila dice que siempre tuvo mucha ansiedad por ver lo que pasaba en su celular. "Soy de las personas que cada un minuto lo revisan. Pero desde que fue la cuarentena, tuve tanto exceso de tecnología que no lo quiero ni tocar. Es decir, si nos juntamos lo llevo. Pero me doy cuenta que ahora cuando estoy con mis amigas, ni miro el celu. No se puede comparar el estar cara a cara con los que querés. Apenas terminen las clases, desinstalo en Zoom", asegura.
Los especialistas dicen que los chicos están viviendo un hartazgo digital que hace que en este tiempo de desconfinamiento prefieran el contacto real al virtual.
Nazareno Fullana tiene 18 años y la cuarentena se interpuso entre él y el viaje de egresados, la fiesta y las despedidas."Fue un año muy difícil. Y poder volver a ver a mis amigos fue lo que necesitaba para poder cerrar esta etapa. Pero hay que evitar el descontrol. Fue muy fuerte. Pasamos de la nada al todo en muy poco tiempo. Fue importante en el ánimo de todos. Era necesario. Mi experiencia personal, nosotros lo que seguimos haciendo es reunirnos en ambientes abiertos y con mayor continuidad. Porque la cuarentena había hecho que nuestro grupo fuera muy reducido. Siempre con los mismos. Y ahora volvemos a ver a todos. Igual, mis papás siempre me piden que me cuide, que mantenga la distancia. A veces es difícil pero tratamos de cumplirlo", cuenta el adolescente.
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