Oso, el perro que demuestra que la raza no siempre asegura un hogar
Un sharpei encontrado desnutrido con más de 10 años de vida tuvo un final feliz, cuando abundaban las falsas esperanzas
En las múltiples historias de adopciones que circulan a diario, muchas veces se cree que aquellos animales de raza son los que corren mejor suerte. O al menos que tienen mas oportunidades de encontrar una familia, una pareja o un alma solidaria que los quiera y los lleve consigo.
Pero ese no fue el caso de Oso. Con estirpe, porte y todas las características de un sharpei de pura cepa, Oso fue encontrado a sus 11 años tirado en la calle, totalmente abatido. Su cuerpo vigoroso y reluciente lucía ahora triste y agusanado. Hecho un ovillo pasaba desapercibido ante la mirada de muchos, que quizás no podían reconocer en el pobre animal los vestigios de una juventud seguramente saludable y feliz.
Fue Lauti, en una de sus tantas recorridas a la vuelta del colegio, quien no pudo mirar para otro lado y decidió sacarlo de la calle, de ese agujero que su abandonado cuerpo iba socavando de a poco. Y en el que parecía estar listo para terminar sus días. Lauti, a sus 14 años invierte el tiempo y el dinero que no tiene para intentar que sus rescatados tengan una nueva oportunidad en una vida de injusticia y abandono .
El tema es que lo llevó a su casa, le curó las heridas y, con cariño y dedicación, le sacó todos los gusanos que de a poco iban comiendo su cuerpo maltratado. Lo llevó al veterinario, donde le confirmaron que se trataba de un perro de más de 10 años, con una vida buena....hasta ese momento. "Cuando lo encontré estaba tirado, como entregado. Tenía cerca de 11 años, todo lleno de bicheras...¡no podía ni ponerse en pie! Fue una rehabilitación larga pero él siempre se mostró muy cariñoso y agradecido con nosotros", rememora Lauti.
Con el tiempo, los cariños, la buena comida y el cuidado obraron milagros y Oso pudo recuperar algo del esplendor perdido. Así, un tiempo más tarde, estaba listo para encontrar un hogar definitivo.
Promesas vacías
Lauti lo llevó a todo encuentro y feria que hubiere. Publicó su caso y sus fotos en las redes y el interés por Oso fue inmediato: todos querían adoptarlo. Pero por algún motivo, las promesas quedaban en la nada y la ansiada adopción no se podía concretar. Oso se ilusionaba, y nada. Así transcurrieron unos meses hasta que finalmente el día llegó. Oso se fue con una pareja, elegida entre las tantas que quizás vieron en él la posibilidad de tener un perro de raza, aunque ya mayor.
Pero la ilusión duró poco: al día siguiente lo devolvieron por "problemas de adaptación", como si se tratara de un chico en edad escolar y no de un perro ya adulto que había sufrido una tristísima historia de abandono. Una vez más, Oso volvió con Lauti a peregrinar por un amor verdadero. Por su parte, él podía darlo sin condiciones.
Una casa donde pudo dar y recibir amor
Los meses pasaron, y, finalmente, cuando nadie lo esperaba, Oso fue incorporado con felicidad a una familia amorosa. Paula Moset y su familia le dieron a Oso esa oportunidad relegada. Con ellos, vivió sus últimos meses, porque la edad es inclemente y cruel. Pero fue feliz y les alegró la vida a ellos. Así lo recuerdan: "Se fue el gordo mimado de la casa, el que nos cambió la vida por completo. Pudo pasar sus últimos días rodeado de un amor inmenso e ilimitado, junto con Antonia, nuestra sharpei que aún lo busca y no entiende cómo es que no está. Gracias por haberlo puesto en nuestro camino".
Oso es de los rescatados de Lauti más recordados. Por su caso, por su increíble recuperación y por haber brindado amor y felicidad sin condición y sin rencor, a pesar de haber soportado el abandono más cruel: el de su propia familia.
Seguramente habrá muchos más Osos por allí, esperando una nueva oportunidad de demostrar que el rencor puede dar paso al amor incondicional.
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