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SAN RAFAEL, Mendoza.– Un día del último enero, mientras el calor seco azotaba esta ciudad, Javier Giaroli disfrutaba de sus vacaciones en ojotas y a la sombra. Dudó en atender cuando vio que una llamada entraba a su celular. No tenía el número registrado, pero como fiscal estaba acostumbrado a recibir información. Era Nicolás Attias, un periodista de MDZ, un diario digital mendocino.
–¿Escuchaste hablar de Ganancias Deportivas? Creo que es una estafa y deberías investigar –le dijo.
Giaroli había visto algo en redes sociales y esa misma tarde se cruzó con una marquesina de la empresa. Lo tomó como una señal y, de vuelta en su despacho, comenzó a indagar.
Mientras tanto, David Villegas, el hombre detrás del crecimiento exponencial de Ganancias Deportivas en San Rafael, estaba en plena construcción de su imperio. Luego de trabajar como camionero, verdulero y otros oficios –incluyendo la venta ambulante de quesos y golosinas–, hace dos años Villegas entró en contacto con Ganancias Deportivas y pidió plata prestada para hacer su primera inversión. Le fue tan bien que decidió dedicarse a tiempo completo a su nueva ocupación: reclutar nuevos asociados para la empresa.
Fue muy exitoso y la ciudad hoy está tomada por una fiebre de especulación financiera. Todas las personas con las que LA NACION habló en los tres días que pasó allí conocían el proyecto, y la mayoría tenía una opinión favorable de la empresa y de Villegas. Obnubilados por el fenomenal retorno de dinero que sigue pagando Ganancias Deportivas, la mayoría, incluso los más educados, se resisten a siquiera sospechar lo que parecería evidente: que Ganancias Deportivas es una estafa piramidal. Defienden a la empresa, en la que muchos pusieron sus ahorros, con un discurso que mezcla conceptos anarcocapitalistas con manual de autoayuda financiera y desprecio a los políticos.
El argumento de venta de Villegas es poderoso y bien concreto. Ofrece inversiones que arrancan en unos 200 euros y dan un retorno del 20% mensual. Dice que semejante ganancia –imposible incluso en los negocios más riesgosos– se logra gracias a apuestas deportivas en las ligas de fútbol de todo el mundo. La empresa, inscripta en Costa Rica con un capital social de alrededor de 100 euros, argumenta que tiene contratados a expertos que lograron descifrar un método para ganarles a las casas de apuestas. La inversión es en bitcoins, al igual que los retornos, cuyo volumen crece en la medida en que cada asociado hace ingresar a nuevas personas al esquema.
Lobo de Wall Street
La inverosímil explicación detrás del supuesto negocio no impidió que la propuesta de Villegas arrasara en San Rafael. “Es que acá todos quieren ser el lobo de Wall Street”, dice el fiscal Giaroli. Él no tiene ninguna duda de que se trata de un fraude, e inició una investigación en la que citó a declarar a Villegas. El fiscal está convencido de que no existe tal cosa como unos expertos que aciertan en las apuestas de partidos de fútbol. No hay ninguna inversión, dice, el dinero proviene de los nuevos inversores que consigue cada asociado.
Es un esquema de defraudación conocido como estafa piramidal, o esquema Ponzi, que funciona en la medida en que la base de inversores siga creciendo, pero se derrumba de manera estrepitosa cuando se cortan los ingresos de nuevos socios y deja a la última línea de ingresantes estafados, sin posibilidad de recuperar su dinero.
La maniobra es antiquísima y una de sus última encarnaciones fue el Telar de la Abundancia, una versión en clave feminista del mismo engaño. Lo novedoso de esta experiencia, además de que utiliza una criptomoneda, es la magnitud con que prendió en San Rafael. La ciudad tiene unos 200.000 habitantes y, según las cifras que manejan Villegas y la Justicia, hay más de 40.000 que pusieron dinero en Ganancias Deportivas.
“El problema de los esquemas Ponzi es que solo se detectan cuando caen”, explica Horacio Azzolin. El titular de la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia del Ministerio Público Fiscal de la Argentina dice que nota un incremento de este tipo de fraudes en ciudades chicas, “donde aún funciona el boca a boca”.
“San Rafael es un pueblo –confirma Cristian Barceló, un periodista que llevó el tema a la televisión local–. Nos conocemos todos y estamos muy atentos a cómo le va a nuestro vecino. Así fue que creció Ganancias Deportivas”.
El eventual derrumbe de la empresa dejaría a la ciudad destrozada en términos económicos, pero también sociales y familiares. Mucha gente sacó créditos y vendió automóviles y propiedades para invertir en Ganancias Deportivas. Además, convencieron a familiares y amigos de entrar, generando nuevos ingresos para su propio bolsillo, pero exponiéndolos a perder su dinero si el sistema se cae.
Puros beneficios
Nada de eso va a pasar, cree –o elige creer– Roberto Tapia. “¿Cómo me va con Ganancias Deportivas? Rebién me va”, lanza con entusiasmo este vecino, de 52 años, mientras disfruta el solcito de invierno del boulevard Hipólito Yrigoyen, el paseo gastronómico de esta ciudad.
Su optimismo es paradigmático de lo que se escucha en casi todo San Rafael. Ganancias Deportivas está todavía en expansión y, aunque con algunos problemas recientes, aún reparte los retornos exorbitantes que promete. Tapia tiene una empresa de sonido para grandes eventos, como la Fiesta de la Vendimia, pero la pandemia lo dejó sin ingresos. Es padre de dos hijos de 21 y 28 años, Nicolás y Daniel, que un día le hablaron de Ganancias Deportivas a su padre, de 94. Lo convencieron de invertir los dólares que tenía en el banco. Cuando vio que les estaba yendo bien, Roberto vendió un camión y un motorhome y también puso el dinero en la empresa.
Con el retorno de la inversión están pagando las horas de vuelo de Daniel, que quiere ser piloto comercial. También se compraron un auto, y los chicos planean manejar con su abuelo hasta las Cataratas del Iguazú. Sigue teniendo la empresa de sonido y hace algunos eventos chicos, pero solo para no aburrirse. Asegura que ya no tiene necesidad de trabajar. “Villegas es un capo. Me saco el sombrero con lo que logró”, afirma Tapia.
Del otro lado de la ciudad, en una calle de tierra de un barrio humilde, un hombre de 38 años y manos curtidas por su trabajo en la construcción tiene otra visión. Prefiere no dar su nombre –”hay mucho fanático de Ganancias Deportivas en esta ciudad”– y cuenta que él invirtió hace un año con la idea de obtener un dinero para comprar una máquina de ladrillos ecológicos.
Al principio le fue bien y pensó en dejar de trabajar. “Te hacen creer que si sos inteligente metés la plata ahí y ya no tenés necesidad”, dice. En marzo, sin embargo, tuvo problemas para retirar el dinero y se convenció de que era una estafa piramidal. Se contactó con Giaroli y presentó la única denuncia que, por el momento, hay contra Ganancias Deportivas. Pese a su experiencia, acaba de entrar con 800 dólares en otra empresa similar. “Uno trata de disfrutar el tiempo que dura”, se justifica.
El justiciero
De corbata desajustada, barba y discurso justiciero, Giaroli tiene 44 años y carece de las aptitudes para convertirse en un personaje popular. Sin embargo, es, luego de Villegas, la segunda persona más nombrada en San Rafael. Todos en la ciudad intuyen que de su investigación depende el futuro de Ganancias Deportivas y, en consecuencia, la prosperidad de San Rafael.
Ese fue el dilema que afrontó al inicio de este año, cuando entendió que estaba frente a una estafa piramidal. La naturaleza misma del negocio, basado en la confianza, implicaba que si hablaba en público y denunciaba el engaño se podía caer el ingreso de nuevos inversores y, por ende, se derrumbaba el sistema. Pero la alternativa de retrasar sus declaraciones implicaba que cada vez serían más los involucrados y, por lo tanto, los eventuales damnificados.
Al final dio una conferencia de prensa el último 1º de julio, en la que tuvo más de 22.000 personas conectadas al Facebook de la fiscalía, un récord de audiencia. Con un largo texto que había preparado, contó lo que había podido averiguar de la empresa, que no es demasiado, y fundamentó sus sospechas de que era un fraude.
Explicó por qué consideraba imposible otorgar un retorno del 20% mensual en euros haciendo apuestas deportivas y que el objetivo de esa promesa era ganar nuevos socios y así mantener la rueda de la estafa girando. “Al pagar esos intereses se pretende atraer nuevos incautos que inviertan su dinero en el esquema piramidal. El verdadero objetivo es recaudar el dinero de la gente y no invertirlo en las apuestas”, dijo.
Al final contestó algunas de las preguntas que la gente hacía en la plataforma. “¿Por qué investigan a Ganancias Deportivas y no investigan a los políticos corruptos?”, cuestionó una persona. El tono acusatorio contra el fiscal se repitió en la mayoría de las intervenciones. También, en los 1500 mensajes de WhatsApp que el fiscal recibió al otro día. Uno de ellos lo llamaba “hijo del diablo” y lo instaba a que no se resistiera al exorcismo que le estaban practicando en ese momento. “Mi intención es dormir tranquilo, aunque me odie medio San Rafael”, asegura Giaroli.
En su despacho, se refieren a Villegas como la “cepa delta” de San Rafael, pero el fiscal dice que no se amedrenta por su estilo pendenciero. Los dos crecieron en barrios periféricos y empobrecidos de la ciudad –Pueblo Diamante y Pueblo Soto– y Giaroli cree que incluso fueron rivales en la liga del fútbol infantil, pero como ambos jugaban de arqueros es improbable que hayan tenido mucho roce.
El converso
“Era un fracasado”; así resume Villegas, de 45 años, su historia vital antes de entrar a Ganancias Deportivas. Terminó el colegio primario y comenzó a acompañar a su padre, camionero. Luego heredó el oficio, hasta que sintió que se estaba perdiendo la infancia de sus hijas y decidió dejar la ruta para poner una verdulería –la última de ellas se llamaba La Papa Loca–, pero un día se dio cuenta de que se estaba fundiendo.
“Entré a mi negocio y vi una lata de durazno por acá, un cajón de naranjas por allá. Todo malísimo, por eso la gente no compraba”, explica. De ese estado de decadencia, dice, salió hace dos años gracias a Ganancias Deportivas. “Asado, pero del bueno eh, comí cinco días seguidos de asado”, eso dice Villegas que hizo con la primera ganancia que obtuvo en la empresa.
El principal impulsor de la empresa en la ciudad usa un lenguaje soez y amenazante en los audios que se difunden en redes dedicados a aquellos que se ponen nerviosos cuando Ganancias Deportivas retrasa sus pagos. “Traidores, putos”, los llama. Ante LA NACION, sin embargo, muta al discurso de un converso.
Asegura que considerar a Ganancias Deportivas una estafa piramidal “es hablar sin fundamento” y que la empresa es un emergente del “fin de la era industrial y el inicio de la digitalización”, que se aceleró con la pandemia. Villegas cita a Robert Kiyosaki, autor del bestseller de educación financiera Padre rico padre pobre, como su gurú. “La vida es un riesgo y el futuro no existe, lo vamos a hacer nosotros”, concluye.
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