Marilú Marini: ojos de observadora profesional
Estuvo durante todo el año en la argentina, pese a que vive desde hace mucho en parís, y volvió a inspirarnos desde las tablas, el cine y la televisión
Sentada en su camarín se prueba orejitas y lentes frente al espejo. Iluminada por las lamparitas en serie, elige cuáles serán los mejores accesorios para su personaje. No lo hace como una diva, sino como una niña que se prueba la ropa de su mamá a escondidas, con alegría y picardía. Todas las personas del lugar la atienden divertidas y relajadas. Ella no demanda. Propone desde un lugar amoroso y respetuoso, se comporta humilde y noble, sin mostrarnos demasiado quién es para nosotros: la Emperatriz del Juego, la Maga de la Actuación, la Reina del Trabajo Minucioso.
La primera vez que vi actuar a Marilú Marini fue en La mujer sentada, de Copi, dirigida por Alfredo Arias. Fue muy estimulante, porque siempre me gustó ver en el teatro fantasías sugestivas que me hagan creer que pueden ser verdad, o al menos que me hagan dudar sobre su verosimilitud. En ella todo era raro y orgánico a la vez. El personaje era una mujer pequeñita que caminaba con las rodillas dobladas, de tanto estar sentada, y que hablaba fuerte, con una gracia insuperable y una atracción magnética imposible de eludir. Era la fuerza de sus extremidades de bailarina y la imaginación de una artista arriesgada que, con humildad, recorrió todos los territorios que le dieron placer. O eso imagino, cuando pienso en qué la habrá llevado a ser quien es. Y no me refiero al reconocimiento, sino a su búsqueda, a su camino de selva, castillos, océanos, calles angostas, avenidas, ciénagas y montañas.
Vive desde hace muchos años en Francia, y, cada vez que regresa, encontrarse con sus magias es cita obligada, porque una aprende del estudiar y el hacer, pero también de las maestras encendidas que pisan la pista con contundencia, calidez y emoción, como Marilú. Por dicha, durante 2016 la tuvimos entre nosotras, haciendo cine (Los que aman odian, dirigida por Alejandro Maci, que se estrenará en 2017), teatro (Todas las canciones de amor, de Santiago Loza, con dirección de Alejandro Tantanián) y TV (Silencios de familia, de Polka, por Canal 13), entre otras cosas.
Marilú Marini siempre tiene una sonrisa para brindar y no baja la vista cuando la mirás a los ojos; su mirada busca constantemente alrededor, como una espía de gestos, reacciones y situaciones. Se nota que es una observadora profesional, capaz de hacer de abuelita débil; cálida madre protectora y audaz; moderna y jovial mujer fuerte, y desafiante y jocosa capocómica. Su voz puede ser dulce y arrulladora y tener también tener la gravedad violenta de una capitana valiente.
Ella me inspira porque usó sus fortalezas para iluminar sus debilidades, porque sabe reírse de sí misma, porque se desplaza poderosa sobre el suelo que pisa, porque trabaja con el otro mirándolo a los ojos, porque no perdió las ganas ni la fuerza de hacer abdominales y fuerza de brazos antes de salir a escena, y porque cada vez que la veo me dan ganas de actuar. Tengo la convicción de que una artista que estimula a crear es una persona que logró comunicar y compartir, dos consignas vitales de la actuación, por lo menos para mí.
Del editor: ¿por qué es importante? Protagonizó “Todas las canciones de amor” una de las mejores obras de teatro de la temporada
Maruja Bustamante
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