Oficios unisex: plomería, pintura y albañilería, en manos de mujeres
Ellas se animan a cambiar sus trabajos formales por disciplinas que históricamente fueron de varones; comienzan con cursos y luego emprenden y logran vivir de esas labores; experiencias personales que alientan al desafío de seguir las vocaciones más allá de los mandatos culturales establecidos
"A mí me gusta más pintar casas y hacer combinación de colores que hacer cuadros, yo también lo veo como un arte", dice Paola De La Fuente, de 40 años, madre de dos hijos y pintora. Carpintería, plomería, tapicería, trabajos de pintura y albañilería son algunos de los oficios que, a pesar de los prejuicios, muchas mujeres pusieron en práctica para salir de la rutina y los transformaron en exitosas salidas laborales.
"Trabajo todo lo que son aislantes en techos para poder repararlos. Hago todo desde cero. Desde enduir, arreglar un techo para poder pintar el cielorraso, las terminaciones y las molduras", explica a LA NACION De La Fuente, que cursa el segundo año del profesorado de Artes Visuales en el Instituto Municipal Superior de Artes Plásticas de Avellaneda.
Si bien reconoce que trabajar hoy en su oficio le cuesta menos que hace diez años, hubo momentos difíciles en los que tuvo que enfrentar desde comentarios discriminatorios como "naciste en el género equivocado" hasta situaciones en las que se subestimaba su capacidad para realizar el trabajo.
"No hay problema si arreglo con las mujeres para ir a pintar. El problema surge cuando está el marido. Ahí se me complica porque la gente cree que la mujer no puede hacerlo. Entonces el marido empieza a preguntar un montón de cosas. Lo mirás cómo diciendo ?si yo no supiera no estaría acá y no me subiría a un techo', o le decís ?tenés que comprar tal o cual cosa o tal marca porque esto sirve y aquello no', y el señor te mira y hace comentarios discriminatorios como ?¿qué sabés vos?' Cosas así las he sufrido siempre. Pero no me importa, sigo porque siempre sale algo", cuenta De La Fuente.
Autodidacta
Cuando Daniela Vidal, de 39 años y licenciada en Administración Pública, quedó desempleada hizo una lista junto a su amiga Mari de todo lo que las dos sabían hacer.
"El padre de una amiga nos enseñó a arreglar persianas. Entonces en la lista que hicimos con Mari, lo primero que surgió fueron las persianas además de algunos otros arreglos domésticos. Después mi papá, que es plomero, nos fue ayudando porque teníamos un montón de trabajo y no sabíamos hacerlo. Así que fuimos con él", dice Vidal que también es gasista y agrega: "Siempre fui muy autodidacta y creo que también la necesidad agudiza el ingenio y mucho de la plomería es darte maña más allá de lo técnico".
Si bien Vidal afirma que le va bien porque al ser ama de casa sabe cuáles son las prioridades de cada hogar y qué es lo que más conviene, aun así tuvo que afrontar situaciones incómodas en dos oficios que en su mayoría son ejercidos por hombres.
"La diferencia la puedo llegar a sentir cuando voy a comprar repuestos o en algunas administraciones [de edificios] donde tengo que firmar con nombre de varón. Los recibos que entrego son a nombre de mi padre, aunque voy yo a hacer el trabajo porque hay administradores que no quieren que mujeres hagan ese trabajo", explica la gasista, que recuerda que esa situación le generó "mucha bronca" porque entiende que ya pasó el tiempo de establecer diferencias de tipos de trabajo que pueden o no desarrollar mujeres u hombres.
De las finanzas a la tapicería
Después de siete años en el mundo de las finanzas, Gimena Palacios, de 35 años y diseñadora de indumentaria, renunció a su trabajo y empezó un curso de tapicería. Su primera creación fueron las seis sillas de su propio hogar. Las tapizó con los respaldos en los mismos tonos, pero con distintos diseños. Subió las fotos de sus sillas a Facebook y empezó a recibir pedidos de trabajos sobre tapicería.
"En la tapicería encontré la distracción por la actividad en sí, por lo que requiere el martillo y la herramienta más pesada, y que lo podía unir con mi parte textil. Compraba telas en los viajes y me ponía a experimentar con distintas técnicas", explica Palacios, creadora del Club de Hacedoras Atrezo, ubicado en el barrio porteño de Núñez, donde se dictan cursos de oficios, decoración y mantenimiento del hogar.
"En mi espacio damos un poco de todo. Tratamos de que siempre esté relacionado con los oficios. Herrería y tapicería son los dos talleres más específicos en los que antes había hombres y ahora, el 95% de quienes vienen son mujeres", dice la diseñadora. Considera, además, que en el ámbito de la tapicería la mujer "tiene mejor ojo a la hora de combinar colores y de entender la tela. Hay otra delicadeza".
Al principio, Palacios les aconsejaba a sus alumnas que le dijeran al ferretero el nombre exacto de lo que necesitaban y no que se refirieran a la pieza que tenían que comprar como "el coso o el cosito".
"Del otro lado se recibía como ?vos vas a hacer esto, ¿en serio?', y eso era bastante denigrante porque se asociaba tanto a los hombres y no nos daban espacio, y tampoco nosotras nos lo hacíamos", dice Palacios. Y añade: "Hoy hay tanta movida feminista que da miedo decir ?vos no podés'. Pero me parece que nace de la mujer también decir ?yo puedo hacer todo'".
Muebles por encargo
Al igual que Palacios, Mariana Landi, de 31 años y creativa publicitaria, renunció a su empleo como administrativa en la firma corredora de cereales Agropol para dedicarse a enseñar carpintería y a hacer muebles por encargo.
"Empecé como alumna en un taller. Fui a ver qué me pasaba y hacer algo con las manos. Quería salir de estar sentada todo el día en la oficina delante de una computadora. Probé y me gustó. Hice un curso de tres meses y cuando terminé quise seguir haciendo proyectos por mi cuenta. Así que fui un año más solamente a usar el taller y me propusieron dar clases", explica Landi, que este verano abrió su propio espacio, en Belgrano.
La mayoría de sus alumnas son mujeres que buscan salir de la rutina y distraerse en los cursos de creación libre que la carpintera dicta.
"Me gusta mucho el desafío de tener los proyectos supervariados. Y también me gusta mucho la satisfacción que siente la gente cuando se va con un proyecto hecho por ella misma", sostiene Landi.
"Y me gusta mucho más que cuando entrego un trabajo porque yo lo hago, lo miro, me encanta, le saco fotos y ya está. En cambio, ver el proceso de alguien que aprende, que al principio le cuesta más y cómo se va superando proyecto tras proyecto, es muy lindo", comenta a LA NACION.
Con una larga lista de espera de mujeres que quieren asistir a los próximos cursos que brindará, Landi sostiene que le va mucho mejor que cuando trabajaba en las tareas administrativas.
"Levantarme a la mañana y saber que lo que voy a hacer el resto del día es lo que yo elijo hacer, para mí no tiene precio", manifiesta con alegría indisimulable.
Albañil
"A veces me pasa de ir a una ferretería y me miran con cara de ?qué pituto me va a pedir' y no pueden creer que sea albañil", dice Bernardita Siutti, de 35 años y creadora de la cuenta de Instagram Mami Albañil, donde comparte tutoriales que ya siguen más de 170.000 usuarios.
A diferencia de lo que sucede en otros oficios, Siutti siente que la mujer discrimina más que el hombre: "Una vez, una chica me escribió que no me hubiese ido tan bien si yo no fuese rubia y mis hijas no fueran hegemónicamente lindas. Las mujeres parecen más machistas que los hombres. Los hombres al contrario, me escriben ?me quiero casar con vos, sos la mujer ideal'", relata su experiencia la albañil. El oficio lo incorporó de manera autodidacta por medio de internet y preguntando a sus amigos.
"Aprendí muchísimo mirando albañiles que venían a mi casa. Me sentaba al lado y miraba cómo revocaban la pared, cómo hacían la pileta", dice Siutti, que reconoce que encontró en la albañilería un espacio reconfortante. "Es terapéutico ponerme a pintar una pared. Hay quienes le gusta salir a correr, yo pinto una pared y soy feliz", resume.
Sus primeros videos fueron de reparaciones que hizo en su propia casa. Después le siguieron favores a amigas porque necesitaba diferentes escenarios para la web y comenzaron a contactarla fundaciones, hogares y particulares que no tenían recursos. Así comenzó lo que bautizó como una "fundación rodante solidaria" para ayudar, junto a las marcas que la auspician, a quienes más lo necesitan.
"Me di cuenta de que era bueno que la cuenta de Instagram [mami.albanil] virara para ese lado. Es decir, seguir haciendo tutoriales y enseñando, pero usar un escenario más vulnerable que lo necesita más que mi casa", dice Siutti, que estudió cocina y es madre de tres chicas.
Hoy, la iniciativa de albañilería solidaria que lleva adelante Siutti sigue creciendo. Ya logró que una empresa que alquila autos le diera un vehículo al que plotearon como el Mami Móvil. "Mi idea es ir primero por Buenos Aires arreglando lugares", detalla al sumar que también consiguió que una marca de camiones le preste una de sus unidades para hacer dos misiones solidarias por año.
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