Octógonos negros: de qué se trata el proyecto de ley de etiquetado frontal de alimentos que hoy se trata en comisiones en Diputados
La iniciativa, que ya fue aprobada en el Senado en octubre pasado, busca advertir sobre la composición nutricional de los productos; desde la industria cuestionan que este tipo de avisos desalienta la comercialización y genera confusión en los consumidores
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Esta tarde y en plenario de las comisiones de Legislación general, Salud y Defensa del consumidor, la Cámara de Diputados debatirá acerca de la obligatoriedad del etiquetado frontal de alimentos envasados. La iniciativa busca que el packaging incluya etiquetas que indiquen si el alimento o bebida tiene exceso de azúcares, sal, grasas y calorías. El proyecto de ley hoy podría obtener dictamen y quedar más cerca de convertirse en ley, porque ya fue aprobado en la Cámara de Senadores, en octubre pasado.
De una tabla nutricional pequeña y escondida a octógonos negros bien visibles: la idea es que la información esté disponible de forma clara y explícita para informar al público sobre los productos que pueden dañar la salud y facilitar el proceso de elección al momento de comprar. Sin embargo, desde la industria rechazan este tipo de etiquetado por considerar que atenta contra la comercialización de alimentos y genera confusión nutricional. De hecho, el sector propone otro tipo de advertencias en los empaques.
Este sistema ya es obligatorio en Chile, Israel, México, Perú y Uruguay, y se está proponiendo en Brasil y Canadá.
De aprobarse la iniciativa en el recinto, luego de obtener dictamen en las tres comisiones, se aplicaría sobre todos los productos de alimentos o bebidas que tienen cierto grado de procesamiento y sobrepasan los límites de los nutrientes críticos señalados. Un paquete de arroz sin agregado de caldos o salsas, por ejemplo, no llevaría ningún octógono. En cambio, probablemente sí lo haría un paquete de galletitas industrializadas.
Facilitar la decisión de compra
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) –organismo del que se tomó el modelo– ya se comprobó que los consumidores realizan muy poco esfuerzo cognitivo para decidir sus compras.
Como señala Adolfo Rubinstein, ex-ministro de Salud de la Nación, el actual sistema de tabla nutricional que se usa en la Argentina no ayuda demasiado a facilitar la tarea. “Esa tabla no la lee nadie porque es inentendible incluso para gente experta”, describe el exfuncionario, que en el 2018 intentó avanzar en el etiquetado frontal de alimentos. Él mismo reconoció que no se pudo impulsar el sistema por los obstáculos que impuso la industria alimentaria, que en general rechaza el modelo de octógonos negros.
Hace nueve meses, en octubre pasado, el proyecto de ley fue aprobado en el Senado. En aquel momento, dos legisladoras tucumanas se opusieron al proyecto, al argumentar que perjudicaría a la industria local. “Esta ley ataca el azúcar”, esgrimió Silvia Elías de Pérez (UCR). “Esto no es contra nadie, esto es por la salud de los argentinos”, le respondió la oficialista Anabel Fernández Sagasti.
En ese momento –y en una maniobra que algunos acusaron de dilatoria– , Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, giró el proyecto a seis comisiones. Ante las críticas las redujo a tres (Salud, Legislación general, y Defensa del consumidor).
Según señala Rubinstein, hay muchos modelos de etiquetado de alimentos en el mundo, pero el de los octógonos parece ser el más indicado para la población con baja escolaridad.
Desde su punto de vista, esta ley es una buena herramienta para comenzar a atender a lo que considera el primer problema de salud pública de la Argentina, hoy invisibilizado por la pandemia: de 10 adultos argentinos, seis tienen sobrepeso y dos, obesidad. Lo mismo aqueja al 40% de los niños y adolescentes.
“Probablemente no sea la respuesta final. Pero es una señal para el consumidor y también para que la industria reformule sus productos, como ya está sucediendo en Chile”, explica. Allí los octógonos negros se aplicaron en 2016.
En Perú, donde también se usa el mismo sistema, la consultora Ipsos midió el impacto del sistema de etiquetado frontal. Según recabaron, el 37% de los limeños consultados aseguró que dejó de consumir casi todos los productos que tenían octógonos.
Críticas
“Consideramos que se está yendo en contra de la industria de alimentos y bebidas. Somos un país que no solo produce alimentos, sino que exporta”, dice Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), la organización que representa a la gran mayoría de empresas de alimentos y bebidas del país.
Uno de los reclamos que la industria le hace al sistema de octógonos es que si hay que generar distintos paquetes para diferentes países, eso se traduce en trabas para la comercialización. “Para nosotros es sumamente importante la armonización en el Mercosur”, explica Funes de Rioja.
La Copal dice estar a favor del etiquetado frontal, pero critica que el sistema de octógonos genera confusión sobre la verdadera composición del alimento o bebida. “De esta forma, muchos productos recomendados por las guías alimentarias para la población argentina quedarían alcanzados por el etiquetado frontal, desalentando así su consumo”, argumenta Funes. Lo mismo dice que sucedería con los alimentos que ya hayan realizado una reducción de algún nutriente crítico, pero califiquen igual que sus versiones regulares,
En exposiciones previas, la Copal sugirió utilizar un sistema de etiquetado de tipo “informativo”, en el que a cada nutriente crítico (grasa, sal, azúcar) se le adjudica un color. El argumento para proponer este esquema en lugar del de los octógonos es que si los alimentos se consumen según las recomendaciones de las guías alimentarias no ofrecen ningún riesgo para la salud. Por lo tanto, no corresponde declarar ningún tipo de mensaje negativo.
“Si uno se pone con un perfil de nutrientes muy exigente y de pronto todo es negro, nada es negro”, advierte el médico Alberto Cormillot. Desde su punto de vista, “si todo es negro” no se motiva a la industria para que cambie.
Para el especialista, se debe apuntar a que el consumidor se informe y la industria se modifique, pero es muy difícil por la falta de diálogo. “El etiquetado frontal es absolutamente necesario. Y también necesitamos crear un Instituto Nacional de Nutrición que no dependa de los vaivenes políticos y donde estén todos: salud, acción social, agricultura, comercio, la universidad, la sociedad de pediatría, entre otros. Se tienen que sentar todos en la mesa a discutir”, plantea.
A favor
“Esta ley va a desenmascarar muchos alimentos”, plantea Mara Inés García, coordinadora del equipo de Etiquetado Frontal de la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (Fagran). La campaña de difusión a favor de la ley de la que participan tiene como lema “Que no te tapen los ojos”.
Según García, hay algunos alimentos que en el imaginario colectivo ya se reconocen como probables fuentes de azúcar. Es lo que se cree que sucede con las gaseosas. “Pero nadie dudaría de un yogur, una barra de cereal, los copos que les damos a nuestros hijos en el desayuno o las galletitas de avena y semillas. Estos alimentos suelen tener percepción de saludables, pero realmente tienen exceso de nutrientes críticos”, explica. “Pero muchos dicen: yo no como galletitas, yo como cereales como si fueran saludables”.
Desde su punto de vista, la ley lucha contra una actual “vacancia de información” respecto a lo que se consume. Cita como un ejemplo de la opacidad del sistema actual lo que sucede con el azúcar. “Hoy el código alimentario no obliga a las empresas a que mencionen el azúcar agregado en las preparaciones: lo incorporan bajo a la denominación hidrato de carbono. El tema es que ni siquiera se trata de azúcar blanca, los que se agregan son azúcares de mala calidad como fructosas y maltosas, que son mucho más baratos y gratos al paladar, por lo que generan adicción”. En la tabla de composición, indica la especialista, hoy aparecen como hidratos extra, como podría ser un cereal o una semilla.
Más allá de las etiquetas que alertan sobre nutrientes críticos, el proyecto de ley contempla regular las acciones de marketing relacionado en los alimentos considerados como de bajo aporte nutricional (restringir, por ejemplo, que se acompañen de juguetes o figuritas).
Una discusión que también se menciona en los fundamentos de la ley –y que se seguirá dando– es la de influencia de las publicidades de alimentos no saludables dirigidas a niños.
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